miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdona que no me levante

Para la entrada de hoy barajaba algunos temas interesantes en los que normalmente pienso mientras realizo alguna actividad rutinaria como secarme el pelo, tender la ropa, conducir, planchar… El caso es que finalmente no he escrito sobre ninguno de estos temas. Quizá porque la realidad de mis últimos 20 días les ha ganado la partida o quizá porque, sencillamente, he dejado de hacer cualquiera de mis tareas rutinarias y, en consecuencia, he dejado de pensar en ellos.

No sé si lo he contado antes, pero la cuestión es que estoy embarazada, por partida doble, y eso conlleva ciertos riesgos. Riesgos que yo no había experimentado hasta que el pasado día 10 mis mellizos decidieron que ya eran lo suficientemente mayores como para llevar a cabo la gran evasión. Con siete meses recién cumplidos… Por suerte, entre varios médicos, matronas, auxiliares y sus propios padres, conseguimos convencerles de que aún no era el momento, y logramos parar la huida. Un gran éxito, sobre todo en embarazos múltiples. Si bien, como daño colateral, su madre se ha visto desde entonces obligada a pasar su tiempo entre la cama y el baño… Una situación, como se puede imaginar, nada agradable. Sobre todo para las personas que, como yo, están acostumbradas a moverse bastante.

Total, que pasadas tres semanas desde la hazaña de mis pequeños escapistas aquí sigo, mirando al techo y tachando los días del calendario, como si fuera un inquilino de Alcalá Meco. En realidad es evidente que la mía no es una cuestión dramática y que, incluso, se puede aprovechar para descansar de cara a todo lo que se me vendrá encima en muy poco tiempo. Eso me dice la gente: “Tú disfruta”, “Aprovecha”, “Déjate cuidar que luego lo echarás de menos”, “Duerme mucho”. Vale, que sí, que lo sé, pero llega un momento en que una está ya harta de descansar, de dormir, de leer, de mirar Internet y de comer apoyada en una almohada. Y es que, básicamente, mi actividad de las últimas tres semanas se ha reducido a todo lo anterior.

Y no creáis que me siento demasiado mal, al contrario, estoy muy orgullosa de seguir reteniendo a estos listillos dentro. Y sé que no es justo quejarse porque lo mío tiene un final estupendo y un buen pronóstico, y hay gente que se encuentra en esta situación por motivos muchísimos menos agradables y por tiempo indeterminado. Solo quería decir que ahora los entiendo un poco mejor. Y, por eso, para aquellas personas que no hayan sufrido esta experiencia de momia viviente, he elaborado una especie de “horario” de lo que es uno de mis días de encierro tipo. A continuación lo copio íntegramente. Juzguen por ustedes mismos:

Lunes, 21 de noviembre de 2011

09.30 Me desperezo después de una noche en la que, como de costumbre, solo he conseguido dormir a trozos desde las 4.00. Me he levantado un par de veces para ir al baño, y me he despertado otro par de veces: la primera a causa de una pesadilla; la segunda porque mi hijo me ha introducido el pie debajo de la costilla derecha, a ver si conseguía descubrir la consistencia de mi pulmón. Aún así no puedo seguir durmiendo y tengo hambre. Mi marido llegó ayer a las 3.00 de la mañana del trabajo y sigue descansando. Pero como no se me está permitido levantarme a hacerme el desayuno no me queda otra que despertar al pobre, para que me dé de comer. Él ya está acostumbrado y, a pesar de todo, se levanta medio zombi y, con una sonrisa, me trae el Nescafé y las tostadas. Vuelve a meterse en la cama y yo desayuno por fin. Me levanto al baño.

10.00 Termino de comer y miro Internet en el Ipod. Repaso las actualizaciones del Facebook y me intereso especialmente por las indicaciones de Elcorreoweb: “Antes de salir de casa”. Me informo de que hay retenciones en el puente del Quinto Centenario y en la ronda urbana norte, y miro la temperatura media del día. Se trata de una de mis rutinas más arraigadas e inútiles durante estas semanas de cautiverio: si no puedo salir de casa, ¿de qué me sirve esta información? Contradicciones de la especie humana.

10.45 Me levanto al baño. Jose se despierta: "¿estás bien?", "¿qué tal has dormido?". Yo le pregunto por el día de ayer y si las elecciones dieron mucho trabajo. Evidentemente sí. Él mira Internet en su móvil. Yo empiezo a leer un libro que me ha dejado mi cuñada: Maldito karma, bastante entretenido. Jose se levanta y abre la persiana. Veo el cielo: despejado. Vuelvo a mirar el tiempo en Internet. De nuevo. No encuentro explicación a esta obsesión mía por la situación atmosférica.

11.30 Pasa el avión de las 11.30. Como no llevo gafas no consigo adivinar a qué compañía pertenece. Me propongo hacerlo para el avión de las 17.15. Me quedo un poco dormida.

12. 45 Vuelvo a mirar el Facebook. Me levanto al baño. Observo que hay una araña colgando de su tela que, casi con toda seguridad, ha anclado al extractor del techo. Me propongo quitarla de en medio pero, influida por el libro que estoy leyendo, me planteo que pueda tratarse de una persona reencarnada y decido perdonarle la vida. Así quizá consiga acumular buen karma. Me vuelvo a acostar.

14.00 Tengo hambre. Se lo digo a Jose y empieza a preparar la comida. Me aburro. Busco en el Google la siguiente frase: “Mellizos prematuros de 34 semanas”. Encuentro toda una serie de experiencias personales y datos médicos sobre lo terrible que es nacer con 34 semanas de vida. También hay gente que da “grasias a diosito porque todo lo superamos”. Me acojono y cierro estas páginas. Para olvidar el disgusto miro la aplicación del tiempo: 17 grados de máxima y 8 de mínima, cielos despejados. Jose me trae la comida. Como y me levanto al baño.

15.30 Me despierto de una pequeña siesta. Jose tiene que irse a trabajar. Me deja hecha una ensalada de pasta para la cena. Le doy un beso: “gracias tesoro”. Vuelvo a dormirme.

16.45 Me despierto y me levanto al baño. Vuelvo a acostarme y encuentro sobre la colcha un hilo de nailon, muy largo. Lo miro con curiosidad y jugueteo con él hasta que lo rizo con la punta de la uña. Acaba de perder todo su atractivo. Vuelvo a dejarlo donde lo encontré. Sigo leyendo. ¡Mierda!, acaba de pasar el avión de las 17.15 y no he conseguido averiguar la compañía… otra vez será.

18.00 Llama mi madre para ver cómo estoy y si ya nos hemos comido todas las fiambreras que trajo el viernes pasado. Noto una contracción, lo apunto en el Ipod.

18.30 Llama Paloma para saber cómo estoy y decirme que vendrá mañana a visitarme. Llama Marisa para decir que vendrá esta tarde sobre las 20.30, que si quiero cazón con tomate que ha hecho por la mañana. Le digo que sí. Mi hija hace bultos en el lado izquierdo de mi barriga hasta que esta adopta la forma de un melón picudo. Le digo que se esté quieta un poco. No parece estar muy interesada en la sugerencia.

19.00 Contesto un email del director de mi instituto con indicaciones sobre la tramitación de mi baja. Contesto otros correos de Erika y Vanesa. Miro el Facebook. Miro la aplicación del tiempo. Sigo leyendo.

20.20 Llega Marisa. Me trae el cazón y un gran repertorio de historias para nuestra tradicional tertulia. El tiempo se pasa rápido. Agradezco mucho las visitas de mis amigas y familiares porque, entre otras cosas, ofrecen esa variedad temática que una tanto añora cuando se pasa el día mirando al techo. Información del exterior. Quizá por eso me empeño tanto en conocer el tiempo atmosférico. Una forma de seguir en contacto con lo que hay ahí fuera.

21.45 Marisa me trae la ensalada de pasta de la cocina y baja la persiana. Nos despedimos. Yo ceno mientras pienso en los regalos de Reyes que no me ha dado tiempo de comprar. Me levanto al baño. Llama Andrea. Noto otra contracción.

22.30 Jose llega del trabajo con más de una hora de antelación. Como ayer se quedó de los últimos, hoy le han dejado salir antes. Me alegro mucho. Charlamos un rato y él se va al salón para cenar.

23.00 Pienso que es hora de levantarme para una ducha. Quizá también debería lavarme el pelo, pero eso puede esperar. En el fondo tengo miedo a mantenerme demasiado tiempo de pie y que mis mellizos decidan asomar la cabeza y se precipiten contra la base de la columna de hidromasaje. Me ducho rápidamente y vuelvo a la cama.

00.00 Jose se acuesta y leemos un rato. Yo no tengo ni pizca de sueño y no sé por qué. Miro la predicción meteorológica para mañana. Mi hijo se instala de nuevo bajo mi costilla derecha. Sospecho que esta tampoco será una buena noche.

P.D.: Agradezco mucho a todos aquellos que me están ayudando en mi encierro diario. A mis amigos, a mi familia y, sobre todo, a mi marido, que siempre está aquí para lo que haga falta. Me solidarizo con los enfermos que en estos momentos pasan por una postración obligada y les deseo una rápida curación.

En cuanto a mí, empiezan quince días de cuenta atrás. Espero no haberme vuelto loca para entonces.

2 comentarios:

  1. Yo también espero que no te vuelvas loca, Anita... y no lo harás porque tienes la cabeza muy bien amueblada y gente alrededor que te mima y te hacen ensaladas y cazón con tomate (Jo qué rico, ¡qué suerte tienes!, a mí aún no me han dado a probar jeje)
    Con Anna yo me tiré también un tiempo de reposo que, aunque no era absoluto, era muy coñazo. Me leí de nuevo Harry Potter enterito en inglés y una colección de Jane Austen. En mi caso iba del sofá a la cama, me sentaba a comer un rato y podía salir acompañada a dar cortos paseos. Y para mi ya fué un rollo, así que me imagino como estás.
    Por internet se compran Reyes divinamente, y así, ademas ocupas tiempo ;P y si no, buscate una manualidad que hacer, que entretienen mucho. Lo que sea, cualquier cosa de la abuela que se pueda hacer semitumbada... Un par de baberos o bufanditas de punto a juego ;P

    Ya queda menos... me gustaría ir a entretenerte o a enseñarte alguna manualidad o a llevarte un taper de lo que usted antoje, pero ya te habrá contado mi hermana cómo estoy de a tope. De todos modos lo tengo pendiente, que he de firmar un cuadro aún ;P

    Y si aún así se te hace eterno... escribe, que lo haces genial y yo busco textos que ilustrar ¿Algún cuentecito? ahí lo dejo, por si te da por idear historias en la próxima incursión a tus costillas :D

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  2. Gracias por los ánimos, Rocío! Ya me queda poquito y además es más llevadero que al principio porque me voy al sofá y veo la tele. No te preocupes, ya quedamos cuando estés más tranquila para el acto de la firma. Por cierto, que con tantas visitas que estoy teniendo a mi dormitorio tu cuadro se está llevando muchos piropos.
    En cuanto a lo de los cuentos, mira, nada más que por tus dibujos merecería la pena :) Lo apuntamos para el futuro.

    Muchos besos y a seguir trabajando mucho.

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