jueves, 3 de noviembre de 2011

Belleza interior

“La belleza no es sólo por externa, también está en el interior”. ¿Frase hecha o realidad? Os voy a contar mi experiencia:
Me suelo preocupar lo suficiente de todo lo que se ve: pelo, cara, ropa… Incluso en tareas domésticas confieso que soy capaz de tenerlo todo como un espejo y sin embargo cajones y armarios hechos un desastre. Me protege el anonimato de lo que permanece oculto… Aunque no siempre.

Soy de esas que no termina de tirar a los trapos aquella ropa interior tan fea, vieja y descuidada a la que siempre recurres esperanzada en que nadie te la va a ver.
Que levante la mano la que no use con frecuencia esas medias con agujeros, esas bragas con elástico pasadito o ese sujetador de color “blancoindefinidodespuésdemillavados”. Desde aquí no puedo ver cuántas manos levantadas hay, pero imagino que muchas. Seguro que todas habéis pensado alguna vez “cualquier día me ocurre algo y me llevan al hospital con estos calcetines agujereados”, ¿verdad? pero aún así, cada semana os los ponéis.

Pues yo aquel día no bajé la guardia, me pilló por sorpresa. Tenía un sujetador de color beige-visón indescriptible, de forma horripilante también, no tenía aros, todo en sí era un casco que ni rellenaba bien ni nada. Tan feo era que me negaba a que mi pareja me lo viera puesto, tan sólo lo había visto tendido y casi sale corriendo. ¿Que por qué me lo ponía tanto? Ay, porque era muy cómodo, resistente, de un color sufridito que lavaba súper bien y porque, a pesar de que no lo llenaba del todo, con la ropa encima me hacía una forma estupenda, lo que yo llamo “un pechito mono”.

En fin, que como os decía, aquel día yo no bajé la guardia. Yo sabía de sobra que tenía cita con el médico. Estaba pendiente de una pequeña operación y esa tarde me tocaba anestesista. Yo pensaba que sólo tenía que llevarle los resultados de mis análisis, responder unas preguntas, subirme al peso y tomarme la tensión. En mis planes NO entraba enseñar mi espantosa prenda. Pero resultó que tocaba también hacerse un electro… Qué vergüenza cuando la enfermera me dijo que me quitara la blusa y me tumbara BOCA ARRIBA en la camilla… ¡No sabía dónde meterme! Peor que desnudarse por primera vez ante el novio, creedme. Encima ella era una veinteañera, bien vestida, una competidora en estilo… ¡Si al menos me hubiera tocado la típica enfermera mayor, de la edad de mi madre! Seguro que una de ésas sí tiene un sujetador de cascos sin aros color marrón en su casa… Pero no, me tocó la joven rubita que seguro que compraba siempre en Women´s Secret -y a conjunto-, y que debió pensar que de dónde había salido yo.

Intenté escabullirme de enseñar el horror, haciéndome la tonta y desnudándome entera –lo prefería-, pero lo chica me dijo “no hace falta, con que se quite la blusa es bastante”. Así que tuve que hacerlo, dos minutos horribles de mi vida y, por supuesto, cuando llegué a casa, mi sujetador, aquel compañero de tantos días, acabó en el cubo de la basura.

Va a ser verdad que la belleza interior también cuenta…

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