viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Titanic o Alta Fidelidad?

Una de mis películas favoritas es Alta Fidelidad. Me encanta la forma en la que John Cusack –Rob Gordon- vuelve al pasado para poner en orden su vida presente. Busca respuestas que le expliquen cómo ha llegado a ser quien es. Busca paz consigo mismo, después de la ruptura con Laura. Busca, analiza, remueve el pasado; pone patas arriba su mente, sus deseos y llega a conclusiones tan bonitas…

"- Esa otra chica o las otras mujeres no importan, creo que sólo son fantasía, y… siempre parecen ideales porque nunca hay problemas, y sí, los hay, aunque muy tontos como el que nos hemos comprado el mismo regalo de Navidad o que ella quiere ir a ver una peli que ya he visto y bueno…, luego llego a casa y tú y yo tenemos problemas de verdad y no quieres ver la misma peli y punto. Y no hay lencería y…
- Yo tengo lencería...
- Ya lo sé, una lencería estupenda pero también tienes esas bragas de algodón que has lavado miles de veces y que cuelgas en la ducha y… ellas también, pero yo no la veo porque no está en mi fantasía, ¿lo entiendes? Estoy harto de fantasías porque no existen y nunca hay sorpresas de verdad y además no…
- ¿Te llenan?
- Te llenan. Exacto. Estoy harto. Estoy harto de todo lo demás pero no me harto de ti… así que…"

Me estremece esta escena, quizás porque me identifico con ella. Me gusta ver el amor así de realista. En él, y pasada la fase de enamoramiento cursi y efímero, aunque necesario, admites que hay bragas de algodón y fantasías, problemas domésticos y facturas, momentos de desencanto… “Pero no me harto de ti”, sentencia Rob Gordon.

El otro día, por circunstancias de la vida, tuve que estar quince horas al lado de una persona que estaba en proceso de divorcio y, pobrecito, necesitaba desahogarse. Las estadísticas dicen que tres de cada cuatro parejas acaban divorciándose hoy en día en España, y que la media de duración del matrimonio es de 15 años. Esta persona me hizo reflexionar mucho sobre ello, y he querido dedicar el post al amor.

Y continuando con las películas, creo que éstas han repercutido mucho en la vida real. Nos enamoramos del amor que no existe. Esa frase “Tan sólo soy una chica delante de un chico pidiéndole que la quiera” de Notting Hill… ¿Quién no ha soñado en que se la digan alguna vez? A veces queremos identificarnos con eso extraordinario que le está pasando a Kate Wislet o a Julia Robert. Pero eso no es la vida real. El príncipe azul real no te espera bajo la lluvia con flores, el príncipe azul se queda con los niños para que tú descanses, te llama veloz cuando tiene una buena noticia o te anima a que te gastes cien euros en una falda porque sabe que te hará feliz.

Rob Gordon se dio cuenta de ello, y Laura volvió con él (¿os he fastidiado a algunos el final?) Otros siguen buscando siempre en la vida el boleto premiado, aquel que les hará ganar el amor de película. Ambos somos ilusos: a unos nos ilusiona creer que el amor que tenemos es el amor real, a otros les ilusiona confiar en que lo encontrarán. Así, os dejo con una frase, también de una de mis películas favoritas: “Hay momentos en los que un hombre tiene que luchar, y hay momentos en los que debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco a zarpado, que solo un iluso seguiría insistiendo. Lo cierto es que yo siempre fui un iluso” (Big Fish).

No hay comentarios:

Publicar un comentario