martes, 29 de noviembre de 2011

Les pone...


Todos sabemos a qué nos referimos exactamente cuando afirmamos que algo-alguien nos pone. Me empezó a llamar la atención este tema cuando algunas de mis amigas me confesaban qué cosas-personas les producían esa sensación. Me parecieron muy divertidas, y sobre todo desconcertantes,  ciertas reacciones ante elementos no tópicos ni típicos que pueden llegar a erizar el vello, provocar taquicardias y a evitar que los ojos dejen de enfocar el origen de esas palpitaciones pase lo que pase a tu alrededor. Nada de labios gruesos, espaldas bien formadas, sonrisas que derriten o mulatos de ojos verdes… Venga, os las cuento, pero con nombres ficticios, no sea que, de repente, aparezca una tropa de payasos, descalzadores, curas o baterías rondando a mis confidentes…

Mi amiga Carolina pasaba unos días de lo más familiares con sus padres, su hermano y su cuñada, su hijo y su sobrina en una pequeña localidad de la geografía española. Dio la bendita casualidad que una de las noches eran las fiestas del pueblo con su orquesta y sus cacharritos incluidos… Y pensaréis: “nada más lejos del morbo y la lujuria”, ¿verdad? Pues no. En el tren de la bruja estaba la clave. Un señor -eso cree mi amiga aunque tampoco lo tiene del todo claro- disfrazado y maquillado de payaso era el encargado de dar escobazos a su hijo y su sobrina y… sin saberlo… ¡de ponerla a cien! Asegura, sorprendida e incrédula, que nunca antes había tenido una tentación mayor de llevarse a alguien a su hotel: ¡Al payaso! ¡Lo que se perdió el pobre!

Tengo otra, Olivia,  que le pone todo aquel que golpee un instrumento de percusión. Da igual la fisonomía del hombre y que toque los bongos, los timbales, la güira o la batería. Es inevitable. Aún recuerda el excitante espectáculo de Mayumaná que hizo que, embarazada de ocho meses, los latidos de su corazón fueran más contundentes que las patadas que daba su hija en su vientre mostrando su más enérgica protesta ante tal escándalo.

Claudia me contaba que se sorprendió especialmente atraída por los religiosos reunidos en Madrid durante las Jornadas Mundiales de la Juventud. No contenta con su sacrilegio, sumó en su relato, a las características del origen de sus pensamientos impuros, que fueran jóvenes. ¡Le ponían los yogurines con clergiman! Y para terminar de escandalizarme me dijo que, a pesar de su celibato, estaba convencida de que vio a uno que sabía hacer de todo…

Y yendo más allá de la pura imaginación, entrando de lleno en una situación previa al acto sexual, mi amiga Valentina me cuenta, frustrada, que le pone como nada que lo último que le quiten de encima de su desnudo cuerpo sean las botas o los zapatos de tacón. Aún no lo ha conseguido… ¡Casi nunca!

Pues lo que os decía al principio: me encanta que los demás me cuenten qué les pone cuando son cosas objetivamente ilógicas y por más que le he buscado alguna razón a todos los ejemplos anteriores –y me guardo muchos más por la limitación de caracteres del post- no doy con la base del estado que provocan. Excepto a las sensaciones de mi amiga Olivia: “En África se utilizan los tambores y las percusiones para eliminar la energía negativa del cuerpo de una persona. La percusión, penetra en el cuerpo humano, no sólo a través del oído, sino que su vibración llega al interior a través del ombligo, órgano sensible por excelencia en el tronco. Que el sonido llegue a través de él hace que el tercer chakra se estimule y se abra”.

Swift.

2 comentarios:

  1. Oye, que conste que a mi las sotanas de curas largas y negras del tipo de 'Yo confieso', o del magistral confesor de la Regenta, siempre me han parecido de lo más atractivas... Claro que siempre pienso en tipos altos y guapos como Montgomery Clift o Carmelo Gómez... Un Fernando Esteso no debe ser lo mismo

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  2. Jejeje, ay bloggera, a ti lo que te dejó marcada fue 'El pájaro espino'.
    Buen post, Swift!

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