miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdona que no me levante

Para la entrada de hoy barajaba algunos temas interesantes en los que normalmente pienso mientras realizo alguna actividad rutinaria como secarme el pelo, tender la ropa, conducir, planchar… El caso es que finalmente no he escrito sobre ninguno de estos temas. Quizá porque la realidad de mis últimos 20 días les ha ganado la partida o quizá porque, sencillamente, he dejado de hacer cualquiera de mis tareas rutinarias y, en consecuencia, he dejado de pensar en ellos.

No sé si lo he contado antes, pero la cuestión es que estoy embarazada, por partida doble, y eso conlleva ciertos riesgos. Riesgos que yo no había experimentado hasta que el pasado día 10 mis mellizos decidieron que ya eran lo suficientemente mayores como para llevar a cabo la gran evasión. Con siete meses recién cumplidos… Por suerte, entre varios médicos, matronas, auxiliares y sus propios padres, conseguimos convencerles de que aún no era el momento, y logramos parar la huida. Un gran éxito, sobre todo en embarazos múltiples. Si bien, como daño colateral, su madre se ha visto desde entonces obligada a pasar su tiempo entre la cama y el baño… Una situación, como se puede imaginar, nada agradable. Sobre todo para las personas que, como yo, están acostumbradas a moverse bastante.

Total, que pasadas tres semanas desde la hazaña de mis pequeños escapistas aquí sigo, mirando al techo y tachando los días del calendario, como si fuera un inquilino de Alcalá Meco. En realidad es evidente que la mía no es una cuestión dramática y que, incluso, se puede aprovechar para descansar de cara a todo lo que se me vendrá encima en muy poco tiempo. Eso me dice la gente: “Tú disfruta”, “Aprovecha”, “Déjate cuidar que luego lo echarás de menos”, “Duerme mucho”. Vale, que sí, que lo sé, pero llega un momento en que una está ya harta de descansar, de dormir, de leer, de mirar Internet y de comer apoyada en una almohada. Y es que, básicamente, mi actividad de las últimas tres semanas se ha reducido a todo lo anterior.

Y no creáis que me siento demasiado mal, al contrario, estoy muy orgullosa de seguir reteniendo a estos listillos dentro. Y sé que no es justo quejarse porque lo mío tiene un final estupendo y un buen pronóstico, y hay gente que se encuentra en esta situación por motivos muchísimos menos agradables y por tiempo indeterminado. Solo quería decir que ahora los entiendo un poco mejor. Y, por eso, para aquellas personas que no hayan sufrido esta experiencia de momia viviente, he elaborado una especie de “horario” de lo que es uno de mis días de encierro tipo. A continuación lo copio íntegramente. Juzguen por ustedes mismos:

Lunes, 21 de noviembre de 2011

09.30 Me desperezo después de una noche en la que, como de costumbre, solo he conseguido dormir a trozos desde las 4.00. Me he levantado un par de veces para ir al baño, y me he despertado otro par de veces: la primera a causa de una pesadilla; la segunda porque mi hijo me ha introducido el pie debajo de la costilla derecha, a ver si conseguía descubrir la consistencia de mi pulmón. Aún así no puedo seguir durmiendo y tengo hambre. Mi marido llegó ayer a las 3.00 de la mañana del trabajo y sigue descansando. Pero como no se me está permitido levantarme a hacerme el desayuno no me queda otra que despertar al pobre, para que me dé de comer. Él ya está acostumbrado y, a pesar de todo, se levanta medio zombi y, con una sonrisa, me trae el Nescafé y las tostadas. Vuelve a meterse en la cama y yo desayuno por fin. Me levanto al baño.

10.00 Termino de comer y miro Internet en el Ipod. Repaso las actualizaciones del Facebook y me intereso especialmente por las indicaciones de Elcorreoweb: “Antes de salir de casa”. Me informo de que hay retenciones en el puente del Quinto Centenario y en la ronda urbana norte, y miro la temperatura media del día. Se trata de una de mis rutinas más arraigadas e inútiles durante estas semanas de cautiverio: si no puedo salir de casa, ¿de qué me sirve esta información? Contradicciones de la especie humana.

10.45 Me levanto al baño. Jose se despierta: "¿estás bien?", "¿qué tal has dormido?". Yo le pregunto por el día de ayer y si las elecciones dieron mucho trabajo. Evidentemente sí. Él mira Internet en su móvil. Yo empiezo a leer un libro que me ha dejado mi cuñada: Maldito karma, bastante entretenido. Jose se levanta y abre la persiana. Veo el cielo: despejado. Vuelvo a mirar el tiempo en Internet. De nuevo. No encuentro explicación a esta obsesión mía por la situación atmosférica.

11.30 Pasa el avión de las 11.30. Como no llevo gafas no consigo adivinar a qué compañía pertenece. Me propongo hacerlo para el avión de las 17.15. Me quedo un poco dormida.

12. 45 Vuelvo a mirar el Facebook. Me levanto al baño. Observo que hay una araña colgando de su tela que, casi con toda seguridad, ha anclado al extractor del techo. Me propongo quitarla de en medio pero, influida por el libro que estoy leyendo, me planteo que pueda tratarse de una persona reencarnada y decido perdonarle la vida. Así quizá consiga acumular buen karma. Me vuelvo a acostar.

14.00 Tengo hambre. Se lo digo a Jose y empieza a preparar la comida. Me aburro. Busco en el Google la siguiente frase: “Mellizos prematuros de 34 semanas”. Encuentro toda una serie de experiencias personales y datos médicos sobre lo terrible que es nacer con 34 semanas de vida. También hay gente que da “grasias a diosito porque todo lo superamos”. Me acojono y cierro estas páginas. Para olvidar el disgusto miro la aplicación del tiempo: 17 grados de máxima y 8 de mínima, cielos despejados. Jose me trae la comida. Como y me levanto al baño.

15.30 Me despierto de una pequeña siesta. Jose tiene que irse a trabajar. Me deja hecha una ensalada de pasta para la cena. Le doy un beso: “gracias tesoro”. Vuelvo a dormirme.

16.45 Me despierto y me levanto al baño. Vuelvo a acostarme y encuentro sobre la colcha un hilo de nailon, muy largo. Lo miro con curiosidad y jugueteo con él hasta que lo rizo con la punta de la uña. Acaba de perder todo su atractivo. Vuelvo a dejarlo donde lo encontré. Sigo leyendo. ¡Mierda!, acaba de pasar el avión de las 17.15 y no he conseguido averiguar la compañía… otra vez será.

18.00 Llama mi madre para ver cómo estoy y si ya nos hemos comido todas las fiambreras que trajo el viernes pasado. Noto una contracción, lo apunto en el Ipod.

18.30 Llama Paloma para saber cómo estoy y decirme que vendrá mañana a visitarme. Llama Marisa para decir que vendrá esta tarde sobre las 20.30, que si quiero cazón con tomate que ha hecho por la mañana. Le digo que sí. Mi hija hace bultos en el lado izquierdo de mi barriga hasta que esta adopta la forma de un melón picudo. Le digo que se esté quieta un poco. No parece estar muy interesada en la sugerencia.

19.00 Contesto un email del director de mi instituto con indicaciones sobre la tramitación de mi baja. Contesto otros correos de Erika y Vanesa. Miro el Facebook. Miro la aplicación del tiempo. Sigo leyendo.

20.20 Llega Marisa. Me trae el cazón y un gran repertorio de historias para nuestra tradicional tertulia. El tiempo se pasa rápido. Agradezco mucho las visitas de mis amigas y familiares porque, entre otras cosas, ofrecen esa variedad temática que una tanto añora cuando se pasa el día mirando al techo. Información del exterior. Quizá por eso me empeño tanto en conocer el tiempo atmosférico. Una forma de seguir en contacto con lo que hay ahí fuera.

21.45 Marisa me trae la ensalada de pasta de la cocina y baja la persiana. Nos despedimos. Yo ceno mientras pienso en los regalos de Reyes que no me ha dado tiempo de comprar. Me levanto al baño. Llama Andrea. Noto otra contracción.

22.30 Jose llega del trabajo con más de una hora de antelación. Como ayer se quedó de los últimos, hoy le han dejado salir antes. Me alegro mucho. Charlamos un rato y él se va al salón para cenar.

23.00 Pienso que es hora de levantarme para una ducha. Quizá también debería lavarme el pelo, pero eso puede esperar. En el fondo tengo miedo a mantenerme demasiado tiempo de pie y que mis mellizos decidan asomar la cabeza y se precipiten contra la base de la columna de hidromasaje. Me ducho rápidamente y vuelvo a la cama.

00.00 Jose se acuesta y leemos un rato. Yo no tengo ni pizca de sueño y no sé por qué. Miro la predicción meteorológica para mañana. Mi hijo se instala de nuevo bajo mi costilla derecha. Sospecho que esta tampoco será una buena noche.

P.D.: Agradezco mucho a todos aquellos que me están ayudando en mi encierro diario. A mis amigos, a mi familia y, sobre todo, a mi marido, que siempre está aquí para lo que haga falta. Me solidarizo con los enfermos que en estos momentos pasan por una postración obligada y les deseo una rápida curación.

En cuanto a mí, empiezan quince días de cuenta atrás. Espero no haberme vuelto loca para entonces.

martes, 29 de noviembre de 2011

Les pone...


Todos sabemos a qué nos referimos exactamente cuando afirmamos que algo-alguien nos pone. Me empezó a llamar la atención este tema cuando algunas de mis amigas me confesaban qué cosas-personas les producían esa sensación. Me parecieron muy divertidas, y sobre todo desconcertantes,  ciertas reacciones ante elementos no tópicos ni típicos que pueden llegar a erizar el vello, provocar taquicardias y a evitar que los ojos dejen de enfocar el origen de esas palpitaciones pase lo que pase a tu alrededor. Nada de labios gruesos, espaldas bien formadas, sonrisas que derriten o mulatos de ojos verdes… Venga, os las cuento, pero con nombres ficticios, no sea que, de repente, aparezca una tropa de payasos, descalzadores, curas o baterías rondando a mis confidentes…

Mi amiga Carolina pasaba unos días de lo más familiares con sus padres, su hermano y su cuñada, su hijo y su sobrina en una pequeña localidad de la geografía española. Dio la bendita casualidad que una de las noches eran las fiestas del pueblo con su orquesta y sus cacharritos incluidos… Y pensaréis: “nada más lejos del morbo y la lujuria”, ¿verdad? Pues no. En el tren de la bruja estaba la clave. Un señor -eso cree mi amiga aunque tampoco lo tiene del todo claro- disfrazado y maquillado de payaso era el encargado de dar escobazos a su hijo y su sobrina y… sin saberlo… ¡de ponerla a cien! Asegura, sorprendida e incrédula, que nunca antes había tenido una tentación mayor de llevarse a alguien a su hotel: ¡Al payaso! ¡Lo que se perdió el pobre!

Tengo otra, Olivia,  que le pone todo aquel que golpee un instrumento de percusión. Da igual la fisonomía del hombre y que toque los bongos, los timbales, la güira o la batería. Es inevitable. Aún recuerda el excitante espectáculo de Mayumaná que hizo que, embarazada de ocho meses, los latidos de su corazón fueran más contundentes que las patadas que daba su hija en su vientre mostrando su más enérgica protesta ante tal escándalo.

Claudia me contaba que se sorprendió especialmente atraída por los religiosos reunidos en Madrid durante las Jornadas Mundiales de la Juventud. No contenta con su sacrilegio, sumó en su relato, a las características del origen de sus pensamientos impuros, que fueran jóvenes. ¡Le ponían los yogurines con clergiman! Y para terminar de escandalizarme me dijo que, a pesar de su celibato, estaba convencida de que vio a uno que sabía hacer de todo…

Y yendo más allá de la pura imaginación, entrando de lleno en una situación previa al acto sexual, mi amiga Valentina me cuenta, frustrada, que le pone como nada que lo último que le quiten de encima de su desnudo cuerpo sean las botas o los zapatos de tacón. Aún no lo ha conseguido… ¡Casi nunca!

Pues lo que os decía al principio: me encanta que los demás me cuenten qué les pone cuando son cosas objetivamente ilógicas y por más que le he buscado alguna razón a todos los ejemplos anteriores –y me guardo muchos más por la limitación de caracteres del post- no doy con la base del estado que provocan. Excepto a las sensaciones de mi amiga Olivia: “En África se utilizan los tambores y las percusiones para eliminar la energía negativa del cuerpo de una persona. La percusión, penetra en el cuerpo humano, no sólo a través del oído, sino que su vibración llega al interior a través del ombligo, órgano sensible por excelencia en el tronco. Que el sonido llegue a través de él hace que el tercer chakra se estimule y se abra”.

Swift.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Shoppineando...

“Mañana empiezan las rebajas y encima es sábado. ¡Qué bien! le diré a mi chico que vayamos juntos y así si me compro algo que sea a gusto de los dos porque necesito ropa”. Piiiiiiiii. Craso error. De verdad que os lo digo, chicas, si tenéis que ir de compras, desde luego, nunca elijáis como compañero a vuestro compañero. 

No falla. Si un día te sientes agobiada, triste o de malhumor, ir de shopping mejora indudablemente tu estado de ánimo –que no el de tu bolsillo-, pero tened claro que si le pides a él que te acompañe volverás más agobiada aún, cabreada y sin nada nuevo que estrenar al día siguiente.

A mí, al principio, me gustaba que mi marido me acompañase de tiendas. Me hacía cierta gracia que me diese su opinión sobre un vestido vintage o una camisa blanca o simplemente sobre un molde de silicona con forma de flor – lo admito, me encantan los moldes de silicona-- con el que haría un bizcocho esa misma noche. Pero con el tiempo y una guita he aprendido que lo mejor es que se quede en casita. 

Para empezar el concepto tiempo necesario para ir de compras es diferente. Totalmente distinto, dónde va a ir a parar. Para ellos, media hora es tiempo más que suficiente para tenerlo todo comprado. Nunca he entendido yo cómo funciona un reloj en el género masculino porque 30 minutos es lo que se puede tardar en llegar de tu casa al centro comercial y aparcar, en caso de que encuentres aparcamiento a la primera.

Ya desde que salen presentan una cara de tres metros. “¿Hoy sábado?, uff imposible entrar en una tienda. Están hasta arriba. Es que sólo a ti se te ocurre ir un sábado a un centro comercial”, te dicen al tiempo que piensas “a mi sola no. Sino ¿de qué iba a estar tan colapsado todo?”. Tu primera reacción, para no fastidiarte la tarde, es devolverle una sonrisita a su desagradable comentario.

Una vez montados en el coche su segunda pregunta obligada “No tardaremos mucho, ¿no? Es que a las diez ponen el Barça”. Pues mira, no sé lo que tardaremos pero teniendo en cuenta que son las siete y media de la tarde porque te has pegao una siesta de tres horas a conciencia, igual sí. 

Llegas a la galería de tiendas y toca aparcar. Y lo que decía antes, son pocas las veces –por no decir ninguna-- que llegas y estacionas a la primera. Es entonces cuando comienza la guerra. “Si es que ya lo sabía yo. No hay ni donde aparcar. Los sábados deberían estar cerradas las tiendas. Es de locos venir aquí un sábado” para continuar metiéndose con el Q7 de delante, situación que se agrava mucho más, sólo en algunos casos, cuando en una maniobra un poco sospechosa descubren que el conductor es una mujer. En este momento, mejor hacerse la sorda. 

Comienza tu romería particular por las tiendas que para él no es más que un auténtico viacrucis. Entras en la primera y echas un vistazo por encima a cada uno de los stands hasta que encuentras el que más te llama la atención. Te diriges hacia él aprisa y él (tu pareja) te sigue a ti, perdido y con cara de “con lo bien que estaría yo en mi casa con mi cervecita y viendo los previos del fútbol”.
 
Otro tema que no concibe cuando te lo llevas de compras es el concepto improvisación. No entiende por qué miras jerséis de colores si le habías dicho que querías unos pantalones negros. Tampoco entiende por qué has de entrar en el probador con cinco camisetas que para él son iguales, pero no, no lo son…

Después de acompañarte y entrar en cuatro o cinco tiendas y haciéndote cada vez menos caso cuando le preguntas cómo te queda alguna prenda o cómo te sienta algún que otro color a tu cara, llega su momento de desesperación: “Me dijiste que veníamos a descambiar una falda y ya llevamos tres horas de tienda en tienda. Has mirado de todo menos faldas y encima ¡no te has comprado nada!”. Pero alma de cántaro con esa cara que nos pones cómo vamos a querer comprarnos nada.

No hay vuelta atrás ha entrado en la fase en la que se siente traicionado. Sentimiento que se hace mayor cuando se traga una cola de más de media hora para pagar (aunque esto es normal que no lo entienda teniendo en cuenta que es precisamente en ese mismo tiempo en el que pretendía que llegases y terminases las compras).

Por todo ello, he decidido que a mí me gusta ir sola de compras, sin pareja. Prefiero que se quede en casa con el niño y yo vagar por mis tiendas, haciendo con mi tiempo lo que quiera y sin prisas.

Y me compensa mucho, de verdad. Porque cuando llego a casa con mis últimas adquisiciones y me pruebo esa falda tan maravillosa que me he agenciado –previo pago, conste-- y me dice lo guapa que estoy y lo bien que me queda, me doy cuenta de que aunque no me espere bajo la lluvia con flores, ni tan siquiera me acompañe de compras, es un príncipe azul real. Yo también le devuelvo una sonrisa pícara a su piropo porque en realidad, Kika Lulablue, ¡¡¡yo no sé cómo decirle que me he gastado cien euros en la falda!!!!

En fin, muy buenos días y ojalá tengáis un día repleto de compras (señal de que tenéis dinero o que ya habéis cobrado)

domingo, 27 de noviembre de 2011

Aficiones (I)

Me encanta pasar miedo, y entiendo que es algo ilógico e incoherente.
Pero no me refiero a los diferentes tipos de miedo que existen ni voy a hacer ningún análisis psicologico de ellos, de lo que estoy hablando es de terror, creo que a nadie le gusta que le despierten sus temores mas ocultos y le provoquen pesadillas, no se si me gusta porque inconscientemente me permite enfrentarme a mi temor más oculto, ya sea por el afán de intentar superarlo, como por el hecho de mostrarme, a mi misma, hasta donde llega mi aguante emocional en lo que se refiere a sufrir con historias que me dejan sin dormir...
Muchas veces he pensado que soy masoquista o algo parecido porque lo paso realmente mal, aunque he llegado a la conclusión que el simple hecho de pasar miedo me genera tal descarga de adrenalina que al llegar al extasis después me llega a relajar de sobremanera….. por eso busco cosas de miedo e imagino y comparto con quién puedo esas historias de terror.
Cuando descubrí el mundo del podscast ,lo que me hizo mas ilusión fue descargarme todos los programas de milenio 3, el misterio con el que todas las noches me duermo (nunca los de ovnis), hay noches que tengo que taparme hasta la cabeza y estar durante 5 minutos sin moverme, como si todo ese ritual me salvara de algo….
Dentro del terror, particularmente, yo me decanto por el terror "creíble", un estilo que pocos escritores y directores de cine saben hacer pero que garantiza pasarlo mal y sufrir alguna que otra pesadilla. Es ese estilo que te cuenta una historia normal, cotidiana, con protagonistas corrientes, que va degradándose por diversas situaciones, a una historia de caos, apariciones, sufrimiento y desesperación que te deja completamente en estado de "shock".
Los personajes y situaciones que desatan mi miedo el miedo son los payasos (lo consiguió It), apariciones de niñas muertas con pelo negro ocultando su cara camisón blanco y levitando (El circulo), historias de monjas en plantas de hospital, casas con historias de asesinatos y escaleras, ojos de muñeca que te miran y te persiguen, sensaciones de que alguién mas está contigo y te parece ver pasar… el hecho de ver alguna de estas cosas, me despierta una alarma interior de inquietud.
Sea como fuere, la sensación de pasar miedo durante la lectura de un libro , una película de terror o un episodio de Milenio 3, descubrir la misma aficción con alguién y compartir mil historias, es algo que como he comentado antes, me libera de esa adrenalina contenida, que según algunos estudios cientificos , la zona del cerebro que se activa , es la misma que la que lo hace cuando estamos sintiendo una mezcla placentera, es por esta misma razón, que al tiempo que experimento la sensación de miedo, disfruto de la misma.
Y para los que os guste el terror y querais experimentar esa grata sensación, hay una nueva serie que de nuevo lo está consiguiendo, espero que no me defraude en los siguientes capitulos AMERICAN HORROR STORY.

El Resplandor: imagen en la que Danny, el hijo, va con su triciclo por los pasillos del hotel y ve a las dos niñas que le invitan a jugar y de pronto aparecen asesinadas en el pasillo

Los otros; la escena en que Nicole Kidman se acerca por la espalda a su hija mientras esta juega con una marioneta, tarareando una cancioncilla infantil. Sin embargo, lo que encontrará al girarlo no será lo que ella esperaba…

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Titanic o Alta Fidelidad?

Una de mis películas favoritas es Alta Fidelidad. Me encanta la forma en la que John Cusack –Rob Gordon- vuelve al pasado para poner en orden su vida presente. Busca respuestas que le expliquen cómo ha llegado a ser quien es. Busca paz consigo mismo, después de la ruptura con Laura. Busca, analiza, remueve el pasado; pone patas arriba su mente, sus deseos y llega a conclusiones tan bonitas…

"- Esa otra chica o las otras mujeres no importan, creo que sólo son fantasía, y… siempre parecen ideales porque nunca hay problemas, y sí, los hay, aunque muy tontos como el que nos hemos comprado el mismo regalo de Navidad o que ella quiere ir a ver una peli que ya he visto y bueno…, luego llego a casa y tú y yo tenemos problemas de verdad y no quieres ver la misma peli y punto. Y no hay lencería y…
- Yo tengo lencería...
- Ya lo sé, una lencería estupenda pero también tienes esas bragas de algodón que has lavado miles de veces y que cuelgas en la ducha y… ellas también, pero yo no la veo porque no está en mi fantasía, ¿lo entiendes? Estoy harto de fantasías porque no existen y nunca hay sorpresas de verdad y además no…
- ¿Te llenan?
- Te llenan. Exacto. Estoy harto. Estoy harto de todo lo demás pero no me harto de ti… así que…"

Me estremece esta escena, quizás porque me identifico con ella. Me gusta ver el amor así de realista. En él, y pasada la fase de enamoramiento cursi y efímero, aunque necesario, admites que hay bragas de algodón y fantasías, problemas domésticos y facturas, momentos de desencanto… “Pero no me harto de ti”, sentencia Rob Gordon.

El otro día, por circunstancias de la vida, tuve que estar quince horas al lado de una persona que estaba en proceso de divorcio y, pobrecito, necesitaba desahogarse. Las estadísticas dicen que tres de cada cuatro parejas acaban divorciándose hoy en día en España, y que la media de duración del matrimonio es de 15 años. Esta persona me hizo reflexionar mucho sobre ello, y he querido dedicar el post al amor.

Y continuando con las películas, creo que éstas han repercutido mucho en la vida real. Nos enamoramos del amor que no existe. Esa frase “Tan sólo soy una chica delante de un chico pidiéndole que la quiera” de Notting Hill… ¿Quién no ha soñado en que se la digan alguna vez? A veces queremos identificarnos con eso extraordinario que le está pasando a Kate Wislet o a Julia Robert. Pero eso no es la vida real. El príncipe azul real no te espera bajo la lluvia con flores, el príncipe azul se queda con los niños para que tú descanses, te llama veloz cuando tiene una buena noticia o te anima a que te gastes cien euros en una falda porque sabe que te hará feliz.

Rob Gordon se dio cuenta de ello, y Laura volvió con él (¿os he fastidiado a algunos el final?) Otros siguen buscando siempre en la vida el boleto premiado, aquel que les hará ganar el amor de película. Ambos somos ilusos: a unos nos ilusiona creer que el amor que tenemos es el amor real, a otros les ilusiona confiar en que lo encontrarán. Así, os dejo con una frase, también de una de mis películas favoritas: “Hay momentos en los que un hombre tiene que luchar, y hay momentos en los que debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco a zarpado, que solo un iluso seguiría insistiendo. Lo cierto es que yo siempre fui un iluso” (Big Fish).

jueves, 24 de noviembre de 2011

El bolso (II parte)

Ay, como mi amiga May ya ha utilizado el tema de la sinceridad y la falta de inspiración, me ha dejado sin armas esta semana que yo tampoco la tenía. Así que en vista de lo que dio de sí el tema del bolso, voy a ofreceros una segunda parte, a base de varias ideas algo inconexas que se me fueron viniendo después a la cabeza.

1ª) ¿Ayuda o esclavitud? Me pregunto por qué nosotras vamos cargando con casi un baúl a cuestas mientras los hombres –la gran mayoría- siguen siendo capaces de salir sólo con lo que les cabe en los bolsillos. Eso sí, cuando van de viaje, los más “moernos” recurren a su bandolera (aquí Massimo Dutti y Coronel Tapioca han tenido mucho que ver) y los más “clasicotes” echan mano de una mochila o de la siempre fea e italiana riñonera.
Léase que si el hombre en cuestión trabaja en un medio de comunicación, o una empresa joven y dinámica, es mucho más probable que utilice a diario su bandolera. Si por el contrario desarrolla su actividad en un bufete de abogados, optará por un maletín de piel.

2ª) Hay dos situaciones en que nosotras somos capaces de prescindir del bolso: el traje de gitana y las bodas ¿a que sí? En ambas situaciones, y si no llevamos acompañante enchaquetado de cuyos bolsillos abusar, sí que somos capaces de reducir todo lo necesario a: un billetito, una tirita y una horquilla y lo justito para retocarnos el maquillaje. Incluso las más atrevidas son capaces de prescindir de las llaves y el móvil, aunque esto último cada vez menos, ya que ¿quién eres tú si durante una boda no puedes estar colgando fotos y estados en facebook y what´s up????

3ª) El estilo. Pues sí, como ya he avanzado arriba, se puede saber mucho de la persona y de su trabajo a través del bolso que lleve. Pensad sin ir más lejos en una anti-sistema: sin duda a mí se me viene a la cabeza una mochila de lona morada desgastada o un bolso cruzado con las rayas de la bandera de Jamaica… ¿Y una pija, osea? Pues llevará un bolso muy rígido tipo botiquín, con importantes hebillas doradas y colgado de la muñeca… ¿Y si eres una ama de casa de más de 60 que sale a hacer la compra? Pues bastará con el monederito bien cobijado bajo el sobaco.

4ª) ¡Ajá! Pero no sólo el aspecto del bolso describe a su dueño, ya hablamos el otro día de lo importante que es el interior y todo lo que en él acumulamos. La mayoría somos un pequeño desastre, pero existe una especie urbana, sin nombre reconocido, cuyas mujeres llevan un bolso de “pídeme-lo-que-quieras-que-lo-tengo”. Y no son desordenadas, sino todo lo contrario, son el colmo de la planificación y el orden, una especie rara en extinción.

Os cuento que tengo dos amigas que responden a este tipo de perfil y todo lo que portan en sus bolsitos está perfectamente estudiado. Siempre llevan boli –que pinta- y papel, buenas provisiones de kleenex, caramelos con y sin azúcar, cacao, un mechero aunque nunca han fumado, tiritas y un sinfín de cosas útiles más… Es un gustazo ir con ellas porque necesites lo que necesites lo tendrán. Y es curioso, estas dos amigas no se conocen entre sí, pero comparten un montón de rasgos comunes: son responsables, cuadriculadas, trabajadoras y eficientes, idealistas en el amor (mucho más que la mayoría) y nunca, nunca se olvidan de hacerte una llamada en tu cumpleaños o el día que fuiste al dentista ¡son como agendas andantes!

Y, antes de terminar, una mención especial a mi tía. Ella ya es el colmo de la organización, tiene varios bolsos en su armario que elige en función de los zapatos que se ponga, y en TODOS ellos tiene preparado siempre un pañuelo, unos caramelos y una barra de labios, así no hay manera de que puedas olvidarte de nada, al salir de casa sólo tienes que echar cartera y llaves y fuera.

Mirad vuestros bolsos, ¿en qué nivel de organización os clasificáis, con el descrito esta semana o con el de la anterior?

martes, 22 de noviembre de 2011

Leonas

¿Qué nos diferencia de los animales? Fui consciente de qué es exactamente ser humana la primera vez que me sentí plenamente un animal. Y si tuviera que elegir entre todas las especies, cuando me atrapó la piel de una leona. Llevaba unas diez horas sufriendo un dolor que me acercaba, como nunca antes, a la muerte. Pensaba firmemente, y no exagero, que era mi último día de vida, que mi cuerpo no iba a ser capaz de soportar ni la especie de globo que se inflaba dentro de mí -que amenazaba literalmente con reventarme- ni la lacerante sed. ¡En pleno siglo XXI, nadie, en un hospital, era capaz de anular los dos factores que estaban a punto de matarme!

Sin embargo, no fue durante ese casi medio día cuando sufrí la metamorfosis. Durante todo ese tiempo, a pesar de estar herida, desamparada, exhausta y ser pura fragilidad, podía pensar, llorar, hablar y suplicar. Era una mujer que, como afirma la antropología filosófica, se sabía “un ser que vive y sabe que vive”. Mientras gemía, enterraba mi cara en la almohada y me rompía por dentro, mi pensamiento seguía siendo “simbólico” –confieso que fantaseaba con destrozarle el coche a la pésima anestesista- y mi conducta también. Era una persona.

Fue durante los veinte minutos más largos de mi vida. Aquellos que siguieron al corte de tijera, a la separación estrictamente física entre mi hija y yo. Cuando, sin dejar entrar a su padre, dos ginecólogos y tres matronas la rodearon sobre una mesa cubierta de una sábana blanca, y pronunciaron palabras ininteligibles para mí -no por su tecnicismo, sino por mi incapacidad de descifrar cualquier tipo de código-, y la exploraron nerviosos… Durante esos veinte minutos -o veinte años- no fui una persona. Era una leona. Sólo era capaz de apoyar todo mi peso sobre mis codos, levantar la cabeza y buscar a mi hija con los ojos. A pesar de haber desarrollado un código de comunicación humano, era incapaz de pedir una explicación, de pronunciar una palabra, quizás porque mi propia mente no quería que le devolvieran, en forma de lenguaje, un código que, descifrado, pudiera significar algo inasumible para mí.

Esos veinte minutos fueron mucho más hirientes, perturbadores y agonizantes que las diez horas anteriores, porque ya no era yo la que podía morir sino mi niña. Eso me convirtió en una leona que sólo quería que le dieran a su cachorro, sano y latiendo a su lado, que no sabía llorar, hablar, hacer señales lógicas ni simbolizar. Sólo era capaz de mirar, otear entre las batas blancas a Carlota. Una vez la tuve en mi pecho volví a ser humana, volví a “ser un animal capaz de atribuir significado a todo”, incluso al hecho de haber sido por unos minutos una felina.

Hoy puedo entenderlo, “puedo reflexionar y conocer” lo que me pasó. Los animales, “al no poseer la capacidad de simbolizar, no pueden transmitir sus experiencias”. Acabo de leer en una monografía sobre antropología que “el animal puede transmitir y recibir información sobre una respuesta a los estímulos inmediatos del entorno”. Eso describe exactamente lo que sentí. Mi único estímulo exterior era mi hija y la única respuesta que quería era su latido, junto al mío. Pero era absolutamente incapaz de comunicarme con ninguna de las cinco personas que había en aquella habitación. Solo mis ojos miraban. Buscaban esa respuesta inmediata.

¡Ah! Y no os asustéis las que aún no habéis pasado por el paritorio… ¡Lo de Aitana fue coser y cantar! Y confieso que, en ese caso, en las antípodas del anterior, fantaseaba con ser la fiel y eterna servidora del magnífico anestesista…
Swift.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Buscando inspiración

Perdonadme pero hoy no me visita la inspiración. Llevo desde ayer buscando un tema para comunicarme con vosotros, y no, no encuentro nada. Lo único que se me ocurre son palabras desgastadas, frases ya hechas, poco originales… Y mira que existen curiosidades que seguramente compartimos, o no, pero con las que podemos pasar un rato. Lo siento, de verdad que lo siento. Hoy no es mi día. Las musas me han abandonado. Estoy de capa caída.

La inspiración según la Real Academia de la Lengua es el efecto de sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y sin esfuerzo. No soy ni escritora ni artista ni oradora pero me gusta estar inspirada. Todos sentimos esta fuerza de manifestar lo que sentimos y todos somos capaces de crear nuestras propias ideas, pero claro no siempre estamos de ánimo para plasmarlas y lo que es más importante y difícil, no siempre estamos al cien por cien para transmitirlas.

Ya sé que sería muy recurrente hablar de los resultados electorales con los que cenamos anoche y hemos desayunado esta mañana, pero no me apetece, además tampoco sé qué puedo decir que ya no se haya dicho. Hoy me encuentro algo obtusa. Es de esos días en los por mucho que rebusque en mi interior no me centro. Me entretengo con una mosca. 

Hoy no sé que contaros. Para colmo, mientras escribo estas líneas de disculpas para con vosotros el teléfono me ha interrumpido tres veces. La primera, una chica de Jazztel para explicarme qué se yo de cambio de tarifa del teléfono móvil –amablemente le cuento una milonga tan grande como su oferta para quitármela de encima-, la segunda, me llaman de Gas Natural. Quieren hacer la revisión de la caldera –“Venid cuando queráis, pero dejadme que me concentre”, pienso—y la tercera era mi madre para preguntarme cómo ha empezado el día –ella no me molesta e incluso le dedico unos minutos para ver si con su conversación algo saco, pero nada. Lo bueno de la tarifa plana es que puedo llamarla más tarde al fijo y charlar con ella durante al menos una hora, aunque hoy ni siquiera se me ocurre que contarle-.

Realmente estoy agobiada y me pregunto, ¿en realidad hay que estar inspirado todo el tiempo? Supongo que no
. Hago un esfuerzo y me sumerjo en mis recuerdos, pero hoy no me sale nada. Busco temas, indago en internet, e incluso, encuentro una página en la que nos dan 15 consejos para escribir un post cuando no hay inspiración, pero chicos, nada de nada. Lo único positivo que me llevo es que es más habitual de lo que yo pensaba quedarse en blanco. Que les pasa incluso a los grandes escritores.

En fin, no quiero aburriros y cuando la burra no da para más mejor retirarse. Eso sí, os mando un abrazo muy fuerte a todos y os deseo que tengáis un lunes rodeado de musas que os inspiren porque ellas siempre están a nuestra disposición, sólo tenemos que acudir a ellas. Yo espero haberlas encontrado al finalizar el día y el próximo lunes ofreceros algo más interesante, divertido o simplemente mío.

PD: Os dejo esta canción de Serrat y Sabina. Dos monstruos de las grandes letras y siempre bien inspirados. Y si a ellos la iluminación a veces los deja a oscuras… yo me siento muchísimo mejor…

domingo, 20 de noviembre de 2011

Del walkman al Spotify...

- Mamaaaaaaaaaaaaaaaaá échame un duro!!!! ....
- Para queeeeé?
- Pa un tate!!!!

- Mónicaaaa!!! Bájate a la calle!!! 
Mi infancia; durante mucho tiempo he aparcado esta etapa de mi vida, simplemente porque el ritmo de vida que llevamos hace que nos hayamos convertido en verdaderos esclavos de la rápidez. Todo el día vamos deprisa, trabajamos deprisa, comemos deprisa, hablamos deprisa, queremos que el ordenador vaya a más velocidad...... deprisa!!!
Vivimos con excesivos caprichos y comodidades; tantos, que apenas los valoramos.

Pero hay algo que me ha hecho volver la vista atrás y evocar muchos momentos de mi infancia y adolescencia, pero sobretodo de mi infancia , ha sido el facebook, si, ha tenido ese poder que nunca antes, nada ni nadie había conseguido , poder retroceder a aquellos años, a través de infinitas páginas de aquellos años 80 y el volver a hablar con mis amigas de la infancia que no sabía de ellas desde hace casi 20 años.

Y me ha llevado a las horas y horas jugando en la calle, no supe nunca lo que significaba la palabra aburrimiento, siempre había gente para jugar a la lata, el escondite, el elástico, a pingo, a la lima.... subía a comer y media hora después otra vez a la calle hasta el anochecer que mi madre me llamaba por el hueco de la escalera (porque una vez que anochecía teniamos que jugar en el portón), así todos los sábados, y los domingos a misa y depués cine; una burt lancaster o de mortadelo y Filemón y por la tarde a la calle un ratito que al día siguiente al cole.

Entre semana regresaba del cole a comer y volvía de 3 a 5, cuando llegaba a casa, bocadillo de nocilla, barrio sesámo, los deberes y a la calle otra vez. Y si, me comía bocadillos de nocilla, de mortadela, de chocolate con manteca tulipán y de vez en cuando caía algún phoskito pero no estaba obesa, estaba en la calle corriendo y quemando calorías.

Y si sigo echando la vista atrás, me produce una nostalgia pasmosa el recordar aquella época... su música, las series de tv, los dibujos, los juguetes con los que nos divertíamos,la música que escuchaba: Hombres G (me encantaban...), Mecano, La Unión, ... y en el ámbito internacional: A-há, George Michael y mi Madonna! las series de tv y dibujos animados nos transportan a aquella década dónde sólo existían dos canales de TV .

Recuerdo los fines de semana con ternura al terminar de comer y rápidamente sentarme con mi hermano en el sofá para ver los dibujos; Dragones y Mazmorras, Comando G, Dartacan...
Podemos decir que desde entonces los tiempos han cambiado mucho, tiempos en los que la audiencia no mandaba sino el respeto, la educación, la enseñanza, alegría, series, música...

Aún no he cumplido los 40 y les puedo decir a mis hijos que viví en el siglo pasado, que estudié el bup y el cou, inglés con Muzzy, que cuando un alumno suspendía no le llevaban al psicopedagogo, repetía y ya está, que no tuve un teléfono movil hasta los 21 años y que era del tamaño de mi antebrazo y cuando le subia la antena era como mi brazo entero y lo mejor de todo que me costó 27.000 pesetas , no conocerán las pesetas ni que Benito Pérez Galdós salía en los billetes de mil o Rosalía de Castro en los de 500, si que han visto la moneda de 5 duros tan moderna con el boquete en medio porque la tengo en mi llavero por recuerdo y porque está dedicada a Ceuta, pero creo que no se imaginan la de tiempo que podía hablar con alguien en una cabina con esa moneda.


Tampoco conocerán una cinta vhs y ni nombrar las beta, un tocadiscos, bueno rectifico un superequipo de música con 3 módulos uno para el tocadiscos, otro para los cassette de doble pletina y otro para el amplificador de sonido y el gran espacio para los discos , en el que también guardaba las agujas y el limpiador .....cuantas horas he podido pasar grabando cintas y canciones de la radio, y volviendo a grabar encima porque el presentador hablaba y me la fastidiaba entera........ hay tantas cosas que me vienen a la cabeza quer mis hijos no conocerán....




A medida que pasa el tiempo me doy cuenta de como cambiamos y como cambia también la vida, pero tengo que decir que hay algunas cosas que han vuelto y siempre que tengo ocasión se lo compro a mis hijos y es increíble ver la cara de sorpresa cuando les digo que yo también jugaba al trompo cuando tenía su edad, y comía peta zetas y veía los pitufos o Scooby Doo, y lo mejor de todo el lunes pasado hice la mejor compra del mes........... 4 chinitos de la suerte!!!!


Con todo esto he recordado que mi generación aprendimos a manejar nuestra libertad, los fracasos, los éxitos, responsabilidades...en definitiva creo que tuvimos una infancia muy feliz.


La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño. (Nietzsche).

sábado, 19 de noviembre de 2011

Colores

Hoy me he levantado rodeada de una tranquilidad inusual. Después de 15 días escuchando sandeces, ha llegado la jornada de reflexión, uno de mis días favoritos del año. ¡Ésta es la mía! Aprovecho ahora para hacer mi propia campaña… contra los extremos.

Yo ahora soy discreta y comedida, pero no siempre fui así. Hubo un tiempo en el que también me dejaba llevar por los extremos y los radicalismos. Supongo que son cosas de la juventud, cuando eres joven nunca le ves las orejas al lobo. Todo lo contrario, quieres ser el lobo y no Caperucita, o como mínimo irte de marcha con él.

Hubo una época en la que me encantaba vestir de negro, me hacía parecer mayor, quizá más sofisticada o interesante (al menos eso creía yo). El blanco era demasiado puro y casto, no molaba.

En este tiempo he aprendido que entre el blanco y el negro hay toda una gama de colores con el que me encuentro bastante cómoda ahora, y que, aunque esté feo que yo lo diga, me favorecen mucho más.

Nunca me gustaron los niños (aún dudo de que me gusten realmente) y hubo una época en la que me dije a mí misma que jamás los tendría, eso no iba conmigo. Hoy tengo dos y aunque no trabajaría jamás en una guardería, mi vida sin esos dos pequeñines ya no volvería a tener sentido.

En otro momento de mi vida me proclamé atea a los cuatro vientos. Dios... ¿quién era ese para decirme a mí lo que podía o no podía hacer? Han ocurrido acontecimientos en mi vida que si bien no me han devuelto la fe (si alguna vez la tuve) en dios, me la ha devuelto en los hombres y en el pensamiento de que realmente hay algo más que no dirime nuestras acciones pero que nos guía en buena parte de ellas.

Esto es lo que tienen los términos medios, que hay que molestarse en encontrarlos y conocerlos. Por eso yo hoy os animo (dentro del ejercicio democrático que nos corresponde) a indagar un poco más allá de la izquierda y de la derecha, más allá del centro… Entre uno y otro hay tantas posibles posturas e ideologías, que reducir el estatus de un país a ser simplemente blanco o negro, me parece simplemente pobre e incluso aterrador.

Imagino un sistema en el que todos los colores, gustos, religiones, pensamientos… todos y cada uno de nosotros nos sintiéramos verdaderamente representados. Vaaaaaale… Os dije que había dejado de ser radical, pero nunca dejaré de ser una soñadora.



She comes in colors everywhere; 
She combs her hair
She's like a rainbow
Coming colors in the air
Oh, everywhere
She comes in colors, de She´s a rainbow, de Rolling Stones

viernes, 18 de noviembre de 2011

Uno rapidito...


Una amiga colgó en Facebook hace unos días un artículo que, aunque parezca un texto humorístico, yo considero uno de los mejores estudios sociológicos que he leído. Se titula “Ocho problemas de pareja a la hora de hacer el amor (cuando tienes hijos)”. Son los siguientes: 1) Imposible encontrar un momento para estar juntos 2) La muerte de los preliminares 3) Calla, por Dios, que te van a oír 4) Como si no hubiera otro momento para hablar 5) Ruidos en la oscuridad 6) Esta noche hace frío y también sueño 7) Prefiero el chocolate 8) Aquí te pillo, aquí te mato.

Aquellos más interesados podéis profundizar en el enlace que os dejo abajo, pero creo que la idea está muy clara: los hijos te obligan a la clandestinidad, a la urgencia y al más sobrio realismo a la hora de hacer el amor. Se acabaron las noches que comienzan con una cena y un vino, siguen con carantoñas en el sofá y terminan… ahí donde estáis pensado. No, ahora las noches son “a ver si se duermen ya éstos y no es demasiado tarde y me quedo dormida yo”. Además, sabes que tienes que ir al grano y no enredarte en romanticismos ni sensualidades porque en cualquier momento puedes escuchar una voz al otro lado del pasillo que dice “Mamá, agua”.

Pero no me malinterpretéis, no me quejo. También tiene su parte positiva (estoy en fase de autoconvencimiento). Por ejemplo, cuando dejas a los niños con sus abuelos y llegan unos días de ¡¡¡despiporreeeeeee!! O las miradas cómplices cuando se han quedado dormidos a la hora de la siesta. El reencontrarnos en un lugar de la casa y decir “tenemos 3 minutos hasta que se aburran del puzzle”. Y, para mí, lo mejor: el sex appeal que tiene cuando lo veo ejercer de padre (que son las 24 horas al día).

No os engañaré a aquellos que leéis esto y no tenéis hijos: esa chispa de la espontaneidad se hizo trizas en el paritorio. Lo más espontáneo que haces cuando haces el amor si tienes hijos es decidir si te quitas o no los calcetines por si tienes que salir corriendo. ¡Pero qué queréis que os diga! Puedo quedar muy bien y parafrasear a Bernard Le Bouvier de Fontenelle, escritor francés, y deciros que “cuando las cosas no quieren conformarse con nosotros, nosotros debemos conformarnos con ellas”. O directamente, soltaros el dicho anónimo y popular que todos entenderéis: “A falta de pan, buenas son tortas”.

http://www.bebesymas.com/ser-padres/ocho-problemas-de-pareja-a-la-hora-de-hacer-el-amor-cuando-tienes-hijos

jueves, 17 de noviembre de 2011

Lo que cabe en un bolso

Ayer me acordé de un anuncio de compresas que hubo hace unos lustros. Estaba protagonizado creo por Rossy de Palma o por alguna otra chica Almodóvar, ésta explicaba que en su bolsito cabían un montón de cosas, entre ellas, la nueva compresa que había salido al mercado: delgadita, plegada y guardada en una fundita monísima de dibujos poperos, ¿os acordáis? Ay, qué chiquiticos éramos y cuánto nos quedaba por aprender sobre compresas: aún tenían que venir las con alas, con alas maxi, con odor-control ¡y hasta con micropearls!

Bueno, pues recuerdo que en el bolso de esa muchacha (insisto, no sé si tal vez era Carmen Maura) cabían un montón de cosas y, sin embargo, no era del todo realista, porque en el mío –o seguro en el de cualquiera de vosotras- caben siempre muchas más. Como prueba, ahora mismo me levanto a por mi bolso y os detallo su interior (…)

Ya estoy aquí, os cuento:
- Cartera
- Móvil
- Una caja de vaselina de Hello Kity, una barra de cacao pasadilla y un gloss a punto de morir
- Un ticket de súper arrugado
- Un paquete de pañuelos de papel (bien!) y un pañuelo usado y seco del invierno pasado
- Guantes de lana
- Una postal que llegó a casa de mis padres y recogí un día
- Llaves varias

Y ahora, a los bolsillos:
- Un chinito de la suerte que me dieron en Misako un día que compré con Anita
- Un llavero –sin estrenar, en su caja- de una asociación a la que le hice un reportaje
- Un reloj, más malo que otra cosa,que venía con una revista
- Un mechero ahora que no fumo
- La lista de sitios que me recomendaron para mi viaje a Mallorca que fue en junio
- Más tickets, un bono 3x2 en peluquería y otro pañuelo de papel
- Un sobre de cajasol sin carta (y sin dinero!)
- Una bolsita de manzanilla melisa
- Un peine de hotel

Claro, así no es raro que cuando suena el móvil y lo notas vibrando en el interior no haya manera de cogerlo. ¡Qué coraje localizarlo justo cuando se corta la llamada! Y no depende de bolso grande o chico, de verdad, que hay algunos pequeños donde el móvil se camufla y encuentra su escondite perfecto para no ser hallado.

¿Cómo vivía antes sin bolso? Si la memoria no me falla, hasta los 15 años o así llevaba las llaves, el dinero y los kleenex en los bolsillos. Empecé por comprarme un bolso pequeñísimo en los “hippies”, de los que se cruzaban con una cuerdecita por el hombro y estaban decorados con un elefante. Ahí sí que no cabía gran cosa. Pero poco a poco me fui atreviendo a comprar bolsos más grandes y los fui llenando de cosas absurdas que almaceno, a la misma vez que fui cargándome de responsabilidades y compromisos que llenan mi vida como el bolso y que apenas me dejan tiempo, siempre corriendo de un lado a otro.

En fin, creo que el mío sí es un bolso real y no el de la tele, y eso que no llevo ninguna compresa plegada ni ese paracetamol del que te acuerdas cuando te hace falta o alguien te pregunta si tienes. No obstante, siempre me gustó ese anuncio mucho más que el de “me gusta ser mujer” o el de la tipa con una media de cada color que se preguntaba que a qué olían las nubes y la sonrisa.

Así que ya sabéis, en mi bolso –como en los vuestros- caben un montoooooooón de cosas, y, desde ahora los jueves, cabe también un ratillo para escribiros alguna “chorradita” como ésta o algo más profundo.

Un beso a todas y todos

martes, 15 de noviembre de 2011

No soy adicta

La Real Academia de la Lengua define el término adicción como “Hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos”. Según esta acepción, no, no soy adicta al tabaco -¡y eso que fumo!-. Quizás lo soy a mis hijas, a Manolo García, al Pinch your cheeks, al pádel… Tal vez a nada, porque ni mi niñas, ni el ex-Último de la Fila, ni el colorete líquido de Origins son “tóxicos”, todo lo contrario; ni mi ‘padelmanía’ es “desmedida”, sino terapéutica. Sí, fumo, pero no soy adicta a la nicotina, igual que no soy alcohólica por tomarme un gin-tónic, un mojito o una copa de Ribera del Duero cada muchos días.

No “me dejo dominar por el uso del tabaco”. Sin embargo, me encanta que un cigarrillo complemente ciertos momentos. No voy a negar ninguno de los argumentos a favor de la ley del tabaco vigente en nuestro país, no voy a entrar en ese debate. Reconozco que tiene una base sólida, incuestionable si apelamos a la salud propia, a la de los demás, al gasto sanitario y a todo lo demás…

Pero tengo derecho al pataleo y a decir cómo echo de menos varios pitillos: cómo echo de menos ese cigarrito que, en medio de un concierto, hacía coincidir con una de las pocas canciones que no me sabía del repertorio; ese cigarrito que encendía justo después de dar el primer sorbo a una copa de balón, a oscuras, con música de fondo, mientras miraba a los ojos a una amiga que me iba a contar algo de lo más interesante; ese cigarrito que me fumaba después de bailar Insurrección o Clavado en un bar en una fiesta; ese cigarrito que nos acompañaba, a Anita Castillo, a Mari Ángeles y a mí misma, en nuestras crisis de ‘surrealismo laboral’ desayunando en el Oly; o aquel del pasillo de la UNED, con mi amiga Leticia, mientras esperábamos, histéricas, que nos citaran con nombre y apellidos.   

Aunque no me los han prohibido todos... Puedo seguir disfrutando de ese ‘complemento de situaciones especiales’:  el que sigue a un baño en la playa, justo después de secarme un poco, ponerme cremas y sentarme en la toalla; el pitillo del telesilla, con un solo guante, antes de deslizarme pista abajo; ese par de cigarritos que Adela y yo disfrutamos, cada mañana, al sol  de la Plaza de la Contratación, entre confidencias; ese que me fumo cuando me escapo de una ceremonia nupcial con la persona que estoy deseando compartir la primera copa de la barra libre en la boda; ese que me fumo con mis compañeras-amigas de pádel cuando terminamos la clase o el partido –sí, ya sé que no es muy sano ni deportivo, pero qué bien nos sienta…-

Además, a mi adolescencia le faltaría una pata sin esos cigarritos de las madrugadas de verano, a tres, con mi primo Enrique y mi amiga-hermana Rocío, en una de sus camas o en la mía, comentando la ‘última jugada’ de la noche; y esos que aspirábamos en el balcón de la calle Ancha sanluqueña cuando cerrábamos ese largo parto que suponía un nuevo ejemplar de Sanlúcar Información, con  Tell Him de Vonda Shepard como banda sonora, ¿recuerdas Nico?

Pues sí, no soy adicta, no, pero de vez en cuando, en ciertas ocasiones, fumo, y me gusta, y disfruto, y voy a seguir haciéndolo. Respetando las normas, por supuesto. No soy adicta al tabaco, no, quizás lo soy a esos momentos especiales en los que decido que me acompañe. Y, por cierto, una única broma final: en los bares de copas olía mejor antes que ahora, ¿verdad Kitty?

Swift.

lunes, 14 de noviembre de 2011

“Es sólo un minuto”


Con este post de hoy no quiero caer en una guerra de sexos. Ni mucho menos generalizar y hacerlo extensivo a todos los hombres. Sólo me baso en mi propia experiencia personal con los varones más cercanos en mi vida y que han compartido conmigo horas de televisión. 

Tengo marido, un hijo, cuatro hermanos de los que tres son chicos, un padre y dos cuñados. También tengo un suegro pero él es de los hombres que no entra en este perfil, ¡menos mal! Y con cada uno de ellos he vivido ante la “caja tonta” una experiencia similar. Se hacen dueños del mando y ya no tienes narices de ver absolutamente nada.

Resulta que después de estar todo el día para arriba y para abajo sin parar, en torno a las once de la noche, ya con el peque dormido y el resto de las tareas realizadas, me dispongo a relajarme un rato ante la televisión… Yo también me decanto normalmente por cualquier cosa que simplemente me entretenga sin pensar.

Empiezo a ver una serie, por ejemplo Homicidios (es que me gusta mucho Noriega). Llevo diez minutos viéndola –en ese tiempo ha habido tres pausas publicitarias de 3 minutos cada una, todo hay que decirlo- cuando llega Jose, mi marido. Como el que no quiere la cosa y con un disimulo descomunal encuentra el mando del aparato en cuestión que tengo escondido a conciencia bajo uno de los cojines del sofá. “Es sólo un minuto” me dice. Uh!! Peligro, peligro…

Antes de que pueda darme cuenta está haciendo zapping. La Primera es siempre la primera –debe de ser porque la tenemos memorizada en el número 1 del mando- Españoles en el mundo, el programa en cuestión. Hoy toca la Provenza. Una chica llamada Lucía explica su vida como fotógrafa en un pequeño pueblo de esta región francesa. “¡Pero qué de gente interesante hay por esos mundos de Dios!”, pienso. Ya no puedo seguir pensando porque en un plis plas me veo inmersa en la historia de un solterón (Ben Stiler) que en un arrebato decide casarse con una rubia que parece estar como un cencerro. Es Matrimonio Compulsivo en Cuatro. Ya la he visto 30 veces pero, bueno, no me importa tragármela de nuevo. Es entretenida.

Pero no, porque ahora hacemos una paradita estratégica en AXN. ¡Hombre! CSI en Miami, qué me gusta este tipo de series. El capítulo está en un momento crucial. Horatio ha entrado en el coche donde apareció la víctima, lo está olfateando y sí, parece que, por el olor ya conoce el ADN del asesino. Lo va a decir… Zas! Cambio de canalito. Me quedé sin saberlo. 

Estamos en Telecinco. ¡Mira! Es Jorge Javier Vázquez y lo acompaña la cuñada de una voz española. Va vestida de conejita. “¿Será hoy el Día internacional del Conejo?”, me pregunto. Explica a grito pelao que su matrimonio va viento en popa y su marido la quiere más que nunca. ¡Uy! se dispone a contar hasta lo qué hicieron anoche pero… ahora pasamos a Antena 3. Bueno, mañana lo veo en el Programa de Ana Rosa o en el debate del debate del debate de Sálvame que ponen más tarde. 

Atrapa un millón. Me encanta. Quiero ir a concursar, pero no me termina de cuajar el compañero. Van por la penúltima pregunta. 65.000€ en juego. Cuerpo o Partes son los temas a elegir. Se decantan por Partes. La pregunta: ¿Cuál de estas dos palabras forman PARTE de una casa? ¿Oreja o Tejado? Primero apuestan todo el dinero a Tejado (lo ven tan claro como yo) pero en los últimos 3 segundos deciden poner la mitad en… ¿¿¿Oreja???? ¡Vaya tela! , frunzo una ceja como el Sobera. Definitivamente, ¡deben de ser los nervios! No puedo ver el final porque el mando hace de nuevo su función (y no se le acaba la pila nunca).

En TVE2 dan un reportaje sobre la reproducción de la hormiga atigrada que vive en un rencóndito lugar del África Occidental. Es carnívora. Me empiezo a enganchar pero necesito beber agua. Cuando vuelvo están Imanol Arias y Juan Echanove poniéndose moraos en la casa de un ganadero de la sierra extremeña. Estamos en Nova. Me tengo que volver a levantar para coger aunque sea una lonchita de chopped porque entre tanta pata negra se me ha abierto el apetito.

Desde la cocina oigo el jaleo de un partido de fútbol. Toca sección Deportes. Primera parada obligada Canal Barça. Retransmiten en diferido, claro, la 1ª jornada de la Liga de 1983. Un Barça-Atlétic. Este año la Liga la ganaron los segundos, pero de esto me he enterado después investigando porque en el momento en que Maradona es retirado en camilla por una entrada de Goixoetxea, al muchacho se le ocurre poner en TDP un partido de tenis. Estoy tan aburrida de cambios que cierro un poquito los ojos. Pierdo la noción del tiempo. Me quedo grogui.

Pero lo mejor de todo es que después de tenerme cerca de una hora viéndolo todo y siguiendo nada, sólo se le ocurre decirme: “Bah! No ponen nada. Me voy a la cama. ¿Qué estabas viendo?” -- ¡¡¡¡Y yo que sé lo que estaba viendo!!! Mejor me acuesto yo también porque va a ser que no, que como diría mi Bloggera o bloggista, va a ser que YA NO DAN NADA

Buenos días y que paséis un feliz lunes con o sin tele.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Pueblo y ciudad...

Desde mi buhardilla veo Sevilla, la siento, parece que la puedo tocar, forma parte de nosotros, cada día cuando voy a trabajar, no la valoro, no la siento, ayer sí.
Fue uno de esos días en los que en pleno mes de Noviembre, es una de las pocas ciudades en las que se puede disfrutar de una temperatura primaveral, parece que se resiste a que el frio y la tristeza inunden sus calles.
Paseando por la ciudad, por su calles, disfrutamos de cada rincón, cada barrio con su fisonomía particular ( alegres, tristes, laboriosos…) cada tienda ( comestibles, zapaterias, moda, librerías), cada arquitectura ( catedral, barrio santa cruz…) cada bar con sus historas y rinconcitos inolvidables, ese espectaculo de colores tan magico al atardecer,.
Nos inaundaron los olores, donde se entremezclan el incienso con el humo de las castañas asadas, el olor a pescaito frito, a vainilla y a comino, nos rendimos ante la musica de los numerosos artistas que acampan en cada esquina. Como dijo Bécquer: “El secreto de Sevilla está en su luz, pero en ésta luz ¡cuántos colores, cuántos matices diferentes!......... ese poder de abstracción es dulzón y nos invita a sonreir y a volver.
Es entonces cuando pienso que llevo viviendo en Sevilla el mismo tiempo que viví en mi tierra no soy andaluza, pero si del sur, (o del norte del continente africano como lo queramos ver) pero me siento andaluza, Sevilla me ha acogido, me ha formado, me ha enseñado a superar muchos obstaculos, Sevilla me ha dado los dias mas felices de mi vida.

Y me pregunto por qué vivo en un pueblo, obtengo numerosas respuestas que cada día me convencen mas, cada uno lo orienta de forma diferente en función de la edad, y a mis 35 años, vivir en un pueblo es, disfrutar del silencio, que no significa ausencia, simplemente es oir ,el silbido del viento, el cantar de los pajaros, la tranquilidad de los olivos, impregnarme de naturaleza, de sus costumbres, de su gente, esa gente que no le importa tu vida, ni que casa tienes, ni de donde vienes, solo le importa ayudarte, eso es sencillez, transparencia, generosidad….
Me gusta empaparme de sus olores a chimenea, a churros , a cal, a zotal, pasear por el pueblo y ver las puertas de las casas abarrotadas de vecinos que deciden todas las noches sacar toda la sillas de casa y disfrutar de las estrellas en compañía.
He decidido darles a mis hijos seguridad cuando salen de casa, jugar en la calle con libertad, al aire libre, no necesitar la compañía de un adulto para acudir al colegio o volver a casa , pienso que uno de los puntos positivos para el bienestar emocional del niño es el contacto con la naturaleza, dejar volar la imaginación con los juegos infantiles de siempre, como por ejemplo, el escondite.
Para mi no es un debate vivir en un pueblo o en la ciudad, yo lo he hecho en los diferentes momentos de mi vida y gracias a ello , he podido difrutar de las ventajas y desventajas de las dos, y ahora que vivo en Espartinas, lo tengo claro, me gusta echar de menos Sevilla y cuando decidimos “bajar” realmente la sentimos y aprovechamos cada minuto…. Y POR ESO NO ELIJO, TENGO LAS DOS.