martes, 1 de noviembre de 2011

Guerra fría


“Esto hay que venderlo…”, “…se trata de vestir el muñeco…”, “…no hace falta que contestes hoy, ni mañana…dale largas…”. Todos los que trabajamos en gabinetes de prensa hemos escuchado frases como éstas, alguna o muchas veces, durante nuestra trayectoria profesional. Hasta que me acostumbré a oírlas, mi cara, que suele ser una imprudente traductora de lo que pienso, se descomponía entre frustración e incredulidad. No, no somos comerciales que intentan ‘colar’ un producto de mala calidad; no somos escaparatistas que ‘disfrazamos’ maniquíes; no nos pagan para hacerle perder el tiempo a nadie sino para todo lo contrario. Somos periodistas. Comunicadores. Aunque nuestro mensaje no tenga como destinatario directo al ciudadano, no debemos olvidar que él va a ser su receptor final y que nuestros mensajeros, nuestros intermediarios, son compañeros, periodistas como nosotros.

Trabajemos para un ente público o privado, para un alto cargo político o el gerente de una empresa, tenemos que ser conscientes de que la lealtad, prudencia y profesionalidad que a ellos les debemos, han de tener la misma consistencia, el mismo grosor, el mismo nivel de exigencia, que el respeto y la vocación de servicio público con los que estamos obligados a mirar, a atender, a los comunicadores de prensa, radio y televisión. Así, sólo así, ganamos todos. El ente que quiere hacer pública una información, el medio de comunicación y su usuario.

¿Imagináis que todos los cirujanos cuestionaran continuamente el historial que le pasa el especialista antes de tomar el bisturí? ¿Concebís que un psiquiatra se niegue a realizar la terapia adecuada porque duda, por sistema, de la profesionalidad del médico de cabecera que le deriva a su paciente? Pues algo así es lo que pasa cada día, en muchas redacciones, por parte de nuestros propios compañeros de los medios de comunicación en su especial relación con los profesionales de los gabinetes de prensa.

Y no generalizo, no. Somos muchos los que nos negamos a “vestir el muñeco”, a “vender sin calidad” y a dar una respuesta vacía antes que aceptar que no la tenemos. Y también son muchos los compañeros que valoran nuestro trabajo y que agradecen que les facilitemos el suyo. Pero esos que parece que miran con condescendencia y prepotencia desde su atalaya-gabinete, y esos otros que consideran que, en todo momento, engañamos y tergiversamos y que incluso obstaculizamos su trabajo, esos, unos y otros, son los responsables de esa absurda guerra fría entre profesionales del mismo gremio.

No me considero de ‘esas’ y he tenido la suerte de no tener que tratar directamente, prácticamente nunca, con ninguno de ‘esos’. Supongo que será cuestión de reciprocidad y de que, en la mayoría de los casos, los segundos, cuando logran el sillón de los primeros, plantan su bandera en la atalaya, mutan inmediatamente, y adquieren todos aquellos hábitos que desde la redacción, la agencia o el estudio habían criticado.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con esta entrada. La misma cara es la que pongo yo cuando escucho frases de ese tipo, pero, como tu, aun no me he encontrado con un profesional al otro lado que me cuestione demasiado

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