martes, 27 de diciembre de 2011

‘Micro jobs’


Que no nos engañen. Que no desvíen ni degraden nuestro enfado. Se palpa un cabreo generalizado por la recomendación del Banco Central Europeo, y el aplauso de la CEOE ante la misma, de que el nuevo Gobierno aplique en España un modelo de contrato laboral instaurado en Alemania en 2003: los ‘mini jobs’. Ya casi nos suenan tanto como las tiritas de la duquesa de Alba o la separación de Patricia Rato y Espartaco, pero esto sí nos afecta y la mayoría de la población española no tiene ni el cinco por ciento de los datos sobre estos empleos de los que controla sobre la vida de dichos personajes.

No se trata de que, si lo hace, el Gobierno vaya a aplicar el modelo alemán. Moncloa le va a poner nombre a una situación que ya existe en España. En Alemania son las de repartidores, limpiadoras del hogar, cuidadores de niños o ancianos, camareros que trabajan en horas punta y pintores las ocupaciones que se enmarcan, mayoritariamente, en el término ‘mini job’. Su salario es de unos 400 euros mensuales, trabajan un máximo de quince horas a la semana y no pagan impuestos. Tienen derecho a vacaciones pagadas, bajas por maternidad y enfermedad. Si volamos desde Berlín a Madrid, ¿el nuevo concepto nos está mostrando una nueva situación? No. Esa situación, en esos sectores –y en otros-, es la que ya existe en nuestro país. Entonces, ¿por qué nos quieren hacer creer que van a cambiar el escenario? ¿Por qué rebautizan algo ya instalado en nuestro sistema? Porque los cambios no suponen que vayamos a calcar el modelo. Como cuando un alumno copia el examen de su compañero de pupitre. El ejercicio plagiado siempre es peor. Aquí, si se pone en marcha la iniciativa, los que ya son del club ‘mini jobs’ pasarán a tener ‘micro jobs’ y los que cuentan con un ‘job’, bajarán a segunda y ficharán en la división ‘mini jobs’.

Y eso si hablamos del mercado laboral a grandes rasgos, en general, sin pararnos a observar alguna profesión concreta. Y yo no puedo hacer otra cosa que enfocar la mía. ¿Cuántos periodistas se atreverían a no calificar su situación laboral como un ‘mini job’? Unos por los exiguos sueldos, otros por las eternas jornadas laborales, otros por la falta de estabilidad y la ausencia en sus ‘contratos’ de derechos básicos del trabajador y otros por la suma de todos o algunos de esos elementos.

Que no nos mientan. La oferta que nos hacen nos la pintan mal no sólo porque es mala sino porque es aún peor.


Swift.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Decálogo contra la pobreza

A los que creen, que recuerden que esta fecha es más que nada el aniversario del nacimiento de un ser excepcional, que amó incondicionalmente a los demás. A los que no creen que existió, que no olviden que son buenas fechas para olvidar rencores y demostrar a los nuestros que les queremos.
Por todo ello, me ha parecido buena idea dejaros hoy este decálogo.

DECALOGO PARA ACABAR CON LA POBREZA EN EL MUNDO

1 Estar en contacto asiduo con situaciones y personas que viven hundidas y maltratadas por la pobreza, ya sea cerca o lejos de mí.

2 Trabajar y profundizar a menudo, en la realidad de que todos dependemos unos de otros, que no podemos construirnos como personas pensando únicamente en nosotros y aprovechándonos de lo que la vida nos ha dado, por el hecho de nuestro nacimiento.

3 Optar por una vida más austera en todas las elecciones que hacemos, y optar de corazón y de manera agradable, porque sabemos y somos conscientes que la austeridad es liberación de ataduras, y posibilidad de mayor solidaridad y acercamiento a los más desfavorecidos.

4 Vivir involucrado y comprometido con proyectos sociales, o que tengan una incidencia social, y que esos proyectos formen parte de mi vida cotidiana y cojan de mí: tiempo, y dinero. En este sentido, destinar un tanto por ciento de nuestros ingresos a uno o varios proyectos..

5 Tratar de ser una persona COHERENTE y HONRADA a todos los niveles, VERAZ en todos los aspectos de mi vida, TRANSPARENTE, AGRADECIDA Y POSITIVA, que huye de la queja que me deja a oscuras y estéril. Y no participar ni contribuir en la mentira, en lo sucio, en lo que daña, denigra, margina, enfrenta o empobrece a los demás.

6 Examinar a menudo mi escala de valores, cuales son mis necesidades y si realmente lo son. Hacerlo en un diálogo imaginario con ese hermano mío pobre en el Sudan.

7 Denunciar las injusticias allí donde aparezcan y vengan de quien vengan, con educación y buenas maneras, pero con firmeza y determinación, y sin miedo a las consecuencias.

8 Convertirnos en altavoces de los que no tienen voz a través de los medios que podamos utilizar, llevando a cuantos más podamos: situaciones, pensamientos, acciones que muevan a la reflexión y a la acción, al cambio personal, sin importarnos la sobrecarga de información que a todos y de todas partes nos llega.

9 Privarnos de algo de vez en cuando, a fin de sentir y experimentar un poquito con aquellos que padecen privación, para de este modo, poderles entender, amar y ayudar mejor.

10 Leer asiduamente este decálogo, compartirlo y compartir con otros en torno a él y en definitiva tenerlo en nuestra vida como texto de cabecera.

lunes, 19 de diciembre de 2011

¿Eres romántico?


Soy una romántica. No sé si por mi condición de mujer (dicen que las mujeres, por lo general pero sin generalizar, son románticas por naturaleza), por mi horóscopo (dicen que los libras, por lo general pero sin generalizar, son muy románticos y yo soy Libra) o simplemente porque mis padres me hicieron así (esto no lo dice nadie, lo digo yo, por lo general y generalizando, porque no tengo explicación alguna). El caso es que me encanta el amor.

Siempre tuve una visión muy platónica del querer. Y digo bien tuve porque con el paso de los años, una deja de creer en idealismos y pasa a ser más realista. Es lo que te va enseñando la propia experiencia junto a la de aquellos que tienes más cerca. He visto muchas veces Casablanca, Pretty Woman, Cuando Harry encontró a Sally, El mismo amor, la misma lluvia, Oficial y caballero, El paciente inglés, Mouling Rouge o Esplendor en la hierba. He añadido a mi lista de películas románticas la versión español a de A tres metros sobre el cielo –vale va, lo confieso Mario Casas me pone mucho. Debo tener una vena macarra que desconocía- . Y cada vez que las veo, se me remueve la piel. Me encantaría ser cada una de las protagonistas que en cada una de las películas son amadas de maneras diferentes por hombres también muy diferentes.

Para mí, el romanticismo es muy importante. Me gusta divagar por el amor en mis adentros. Pero dentro del amor, siempre me ha provocado mucha inquietud las diferentes formas de amar. Todo el mundo tiene derecho a amar y a ser amado. Pero, ¿tiene todo el mundo la obligación de amar de la misma forma en que es amado?

Y siempre llego a la misma conclusión. Amar a otro al cien por cien es muy difícil. Es el culmen de la generosidad y del altruismo y no creo que el ser humano por naturaleza así lo sea. En demasiadas ocasiones por más que nos esforcemos, nos cuesta muchísimo vivir con la persona que amamos y a ella vivir con nosotros, ¡claro!

A veces queremos que nos den en la misma forma en que damos. Es lo normal, ¿no?, pero ¿quizás no sea lo correcto? Si para amar a alguien, dicen que hay que empezar amándose a uno mismo, ¿dónde queda el amor desinteresado de dar sin recibir nada a cambio? Yo no encuentro una respuesta a mis preguntas y me lleno de contradicciones. Tampoco pretendo encontrarlas porque me siento bien. Me siento querida y siento que quiero. 

Mi vida de pareja no es siempre “tan ideal” como la de las películas que me gustan tanto pero ya una vez que pensaba en esto llegué a una conclusión: Si después de la palabra FIN en Pretty Woman, por ejemplo, siguiéramos filmando la vida de Vivian (Julia Roberts) y Edward (Richard Gere) ya juntos, no distaría mucho de la vida diaria de cualquier pareja, con sus discusiones y riñas incluidas. Puede que hasta incluso se hubieran separado, ¿quién sabe?

Un saludo a todos lleno de amor…

domingo, 18 de diciembre de 2011

Un día tonto

Un día tonto, así me he levantado esta mañana, todo el mundo tiene uno o mas días tontos, pues hoy me ha tocado a mi, me molesta cualquier cosa, ruido, comentario, me faltan horas de sueño….muchas…. me siento triste y se me ponen los ojos vidriosos por cualquier cosa, como siempre le echo la culpa a las hormonas y es que como no tengo ningún motivo para estar así pues ellas son las culpables, así que lo que hago para no empeorarlo más, es convertirme en un oso de peluche, necesito muchos abrazos, besuqueos, que me cuiden, que me mimen y como esos ojos vidriosos con la pupila dilatada (en plan el gato con botas) es muy efectivo y además soy la única princesa de mi casa, os lo recomiendo. 

Y en estos días tontos me encanta leer y escuchar música pero todo especialmente emotivo y es que no lo puedo evitar así que como estoy bloqueada por mis hormonas he decidido compartir una de mis lecturas favoritas, esta hace tiempo que la quiero compartir, espero que os guste y os haga reflexionar:

CARTA DE AMOR GANADORA DEL II CONCURSO DE CARTAS DE AMOR

Estimada Cristina:

Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario (...) y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal. Como verás, he dividido la lista en dos partes. 

Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.
COSAS QUE DESEO CONSERVAR:
- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.
- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.
- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.
- La mancha de rimel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.
- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.
- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.
- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.
- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).
COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ:
- Los silencios.
- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.
- El sabor acre de los insultos y reproches.
- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.
- Las nauseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.
- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.
- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.
- Jorge y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener. 

Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso:... objetos. Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado(.......) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento. Afectuosamente, Roberto.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad


Érase una vez un colegio muy especial, quizá no lo era tanto… o sí, sí que lo era porque iban niños de todos los colores: rojo, amarillo, azul, blanco, negro y también gris, rosa y muchos colores más. Era un cole pequeñito pero feliz porque llenaban sus aulas decenas de pequeñines empeñados en aprender una cosa nueva cada día.

Juntos pintaban, coloreaban, reían, lloraban a veces, gritaban, jugaban y muchas cosas más. Pero un día fueron desapareciendo los objetos, que aunque eran pocos, sí que eran útiles y bonitos. Primero, los libros, luego los lápices, después las mesas y así hasta que un día papás, maestros y alumnos lo único que encontraron al llegar puntuales al cole fue una nube en su lugar. Hallaron dos mensajes a sus pies: uno del hada de la avaricia y otro del hada de la generosidad. La primera les explicaba que había arrojado su maldición sobre el cole, la segunda que sólo la armonía y el entendimiento podría devolvérselo.

Lo que sucedió entonces sólo lo supieron ellos. Nadie más.

Ésta es la única manera que se me ocurre de explicarle a mi hija de cinco años que en su clase está a punto de desmoronarse la cooperativa de padres para comprarles el material de escolar, porque no encuentro otra forma de trasladarle una situación que hasta a mí  me cuesta comprender. 

Que a los padres a veces se nos olvide “lo importante” (nuestros hijos) y nos enfrasquemos en batallas absurdas sobre imposiciones y decisiones. Que a una semana de la Navidad (en la que muchos gastaremos ingentes cantidades de dinero en cosas totalmente prescindibles) nos planteemos rebajas en la educación de nuestros hijos, que ya está de saldo

Que mientras nuestro debate sea entre 40 o 70 euros, hay niños, sentados junto a los nuestros, cuyos padres se esfuerzan por juntar apenas 10 o cinco ¡a la semana! (con los que a duras penas subsisten y compran lo imprescindible). Que si no somos capaces de ponernos de acuerdo en algo tan sencillo como una cooperativa escolar, cómo pretendemos que un gobierno saque adelante a un país entero de una crisis.

Que utilizar términos como democracia para justificar una postura radical es un insulto, precisamente a eso, a la democracia….

No sé cómo acabará este cuento, pero, pese a todo, cada día me ratifico más en nuestra decisión de haber optado por una escuela pública. Es fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos y eso está bien aprenderlo desde chicos. Otra cosa es poder cambiarlo.

[All I can say is that my life is pretty plain,
Ya don't like my point of view,
Ya think that I'm insane.
It's not sane, it's not sane.
No rain, por Blind Melon]

viernes, 16 de diciembre de 2011

Círculos concéntricos

¿Alguna vez os habéis preguntado cuántas personas conocemos a lo largo de la vida?

Una consultora sociológica ha intentado cuantificarlo: una persona de cincuenta años de vida llega a conocer como promedio unos 20.000  individuos (sí, a mí también me parece mal que cuantifique sólo hasta los 50, como si ahí se acabase la vida). Y conocer implica ver más de una vez en su vida y ser capaz de identificarle, al menos fisonómicamente. Este mismo estudio concreta además que una persona con una actividad social normal       – que no sean profesionales con marcada exposición pública- tiene un entorno aproximado de 600 personas en un momento concreto de su vida. Hagamos cuentas: si conocemos 20.000 en nuestra vida pero habitualmente sólo contactamos con 600… ¿adónde queda el resto de gente?

En las últimas semanas he pensado mucho en ello, no sé si será por nostalgia o por una necesidad espontánea de encontrar raíces. A lo largo de mi vida ha pasado demasiada gente importante, que ha significado mucho para mí en un momento determinado, un momento que yo creía no efímero. Pero hoy sus círculos no son concéntricos al mío. La vida nos llevó por distintos caminos. Recuerdo a Natalia y Virginia, amigas de la infancia, con quienes recorrí miles de kilómetros en bicicleta, inventé bailes y pasé tardes de juegos en la calle. Alicia, cómplice de instituto e inmadurez, con quien pillé las primeras cogorzas y perseguí a los primeros chicos. Teresa y Verónica, maravillosas compañeras de piso durante la Facultad, la época más extravagante y divertida sin duda de mi vida. Recuerdo a Jaramillo, con quien iba al cine cada miércoles; también a Paco, mi visitante al estilo Friends. A José Carlos, Vicente, las chicas de Mettre… De todos ellos tengo grandísimos recuerdos y, en parte, son parte de lo que soy.

Los sociólogos explican las relaciones sociales de una persona de una forma muy gráfica a través de la teoría de las ondas concéntricas. Imaginemos una gota de agua que golpea una piedra desde la altura. Allí aparecerán un sinnúmero de ondas. Primero un círculo pequeño, cercano (esos serían los familiares y amigos más próximos); luego otra onda algo más grande, donde entrarían compañeros de trabajo o de colegio, familiares más lejanos… así hasta encuadrar en la citadas ondas solamente a aquellos que se los conoce por observación o  solamente de vista.

Supongo que la vida es así. A algunos les conoces intensamente, a otros fugazmente; unos te marcan, otros pasan con indiferencia, unos se van y otros permanecen… Supongo también que es imposible seguir manteniendo en tu vida como protagonistas a tantas personas, tu círculo estallaría incapaz de responder a todas esas relaciones sociales. ¡Si apenas tengo tiempo para cortarme las uñas! Me entristece la pérdida, pero me consuela saber que tengo maravillosos amigos en estos momentos que espero que sí sean para siempre. Ahora que con treintaytantos sé que las cosas son efímeras, haré todo lo posible por que la gente que hay a mi alrededor y que tanto quiero siga estándolo. Con fuerza amarraré sus círculos al mío para que no se vayan volando con el tiempo. Y a los demás, aquellos que no pude retener, simplemente darles las gracias por compartir conmigo algún día de risas, una tarde de café o gin tonic, una confidencia o un abrazo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Tradición o superstición

Sniff… Una de las cosas en las que noto que estoy en paro es que este año no he tenido amigo invisible ni décimo del Gordo… Probablemente si esta Navidad la venta de décimos cae algo por el paro, no va a ser por la falta de recursos, sino por la cantidad de gente que está parada en casa y no tiene junto a su puesto a alguien que le pase un décimo por las narices. Eso para la mayoría de los ciudadanos, descontemos los “profesionales del Gordo” a los que nunca se les olvida comenzar a comprar desde septiembre, pedir números a familiares que viven en otras provincias y dejarse una pasta que precisamente no les sobra.

La verdad es que soy de los que comparten décimo cada año y no me gasto 22 euros yo solita, lo veo una inversión importante para tener tan pocas posibilidades de que me toque. Que sí, que si toca es un pedazo de premio, pero 22 plomos son 22 plomos. Prefiero optar por la fórmula de compartir décimo: si toca, algo me llevo (que me vendrá estupendamente sea la cantidad que sea), y si no me toca, pues no habré perdido gran cosa. Supongo que es por mi carácter cauteloso y poco arriesgado.

Y es que los conozco que se gastan más de cien euros en décimos, yo sería incapaz, de veras. Y luego les toca si acaso un reintegro que, por supuesto, vuelven a invertir en la del Niño, y ya es ahí cuando lo pierden todo. Alguno de los que me está leyendo pensará : “qué pesimista eres, pues tocan muchos pellizquitos de cien euros o así”. Ya, pero por las reglas de la probabilidad, le tocan cien euros a quien ha jugado al menos tres décimos, a saber, 66 euros. Vamos, que te tocan treinta.
(Y hablando de la del Niño, siempre oigo esa frase de “la del Niño es la que mejores premios tiene, donde más toca”, vale sí, pues debemos ser tontos, porque no jugamos como en la del Gordo).

A mí nunca me ha tocado ni una pequeña pedrea. Y eso que la suerte me ha pasado de cerca varias veces: estuve en la administración de Soria donde tocó hace tres años, mi marido estuvo un día antes en el bar de Santiponce que sacó premio y mi padre me cuenta que, de pequeña, le rellené una quiniela premiada de 14 pero que se le olvidó cursarla.
Pero no me voy a quejar, si es que tengo salud, amor y un próximo trabajo a encontrar, para qué me voy a quejar.

Así que lo dicho, siempre he jugado “en grupo”. Recuerdo que el año pasado en la redacción estábamos todos tiesos y ya veíamos acercarse mucho al fantasma del paro, así que hicimos unas particiones de risa. Yo tenía un quinto de un décimo, y luego adquirí un sexto de otro, porque, para variar, llegó un compañero con el décimo de su hermandad y claro, “cómo-no-voy-a-comprar-mira-que-si-les-toca-a-los-demás-me-tiro-de-los-pelos-hasta-quedarme-calva”… No lo olvidéis, en esto del Gordo no sólo entra el juego y la tradición, sino mucha pero que mucha superstición y culpabilidad, que no me vaya a castigar el azar premiando a los de al lado y a mí no por no haber querido participar… Yo acallo esa culpa adquiriendo pequeñas cantidades en décimos que mi marido califica de “ridículas”.

Pero este año aún no tengo, estoy desarraigada de la sociedad laboral y con esto del Gordo me doy cuenta de una manera pasmosa, al igual que no he tenido “cena de empresa”. De modo que si alguien quiere venderme un quinto de décimo para ayudarme a no sentirme marginada ni culpable por no participar, aquí estoy. Y que este año dicen que viene más gordo que nunca, aunque echo de menos a mi calvo, me encantaba ese anuncio, mucho más que el de Freixenet… Los duendes de las almohadas de este año no están mal, pero mi calvo en blanco y negro, paseándose por calles nevadas de una España de los años 40, o por ahí, de la época de ‘Un millón en la basura’, tenía un encanto especial. Y la música…

Quedan ya siete días ¡mucha suerte a todos! Aunque ya sabéis, se lo van a llevar los de Sort, o los de algún pueblo de la sierra de Granada o Murcia… Espero que le caiga a alguien que este año le haga mucha falta, lo cual, me temo, no va ser muy difícil…

martes, 13 de diciembre de 2011

Y de postre, carne...


Cenando con unos amigos me contaron que es, o era, bastante habitual que una cena de empresa entre ‘profesionales liberales’ culminara con una copita y la oferta gratuita de favores sexuales en un club de alterne. La respuesta a mi asombro fue, resumiendo gestos y palabras, un “¿tú te acabas de bajar de Los Amarillos?”, que, traducido del sanluqueño al castellano, significa: “¿tú te has caído de un guindo?”.  Pues quizás sí, sigo en el guindo, o aún no he bajado el último escalón del autobús que te lleva de Sanlúcar a ‘la capital’, pero lo prefiero a tomarme con absoluta normalidad algo que me resulta patético además de frívolo. Sinceramente, creo que si, tras una cena de Navidad o una comida de trabajo, mis superiores me regalaran un Rabbit o la posibilidad de pasar la noche con un gigoló monumental me levantaría inmediatamente de la mesa asumiendo el riesgo de perder mi empleo. Algunas entidades impiden a sus empleados que inicien una relación sentimental con un compañero o compañera y a la vez les invitan a ir de putas. No sé si decir que es increíble, porque volverían a mirarme con cara de los dos refranes anteriores, pero sí que es hipócrita.

Y más allá de la anécdota, me bloquea el hecho de que en una sociedad como la nuestra que –¡menos mal!- se echa las manos a la cabeza cuando se habla de matrimonios de ancianos con niñas, de ablación, de burkas y de lapidaciones a adúlteras en otras culturas –diferentes formas de humillación y anulación de la mujer en todo caso-, la mayoría no considere intolerable –en el grado que queramos jerarquizar cada una de las situaciones- la prostitución. Aunque contraataquen mis argumentos con el ‘ejercicio libre de la misma’ –característica que no creo que se asocie a la actividad de más del uno por ciento de las mujeres que se dedican a ello- nadie me va a convencer de que vea con naturalidad que, ya sea por el engaño, la amenaza o la necesidad económica, las mujeres se vean obligadas a vender su cuerpo mientras nuestra ‘avanzada’ Europa mira hacia otro lado.

"La prostitución nunca es una elección realmente libre". Es la afirmación del que fuera Ombudsman sueco de Igualdad de Género, Claes Borgström, una idea asumida en los sucesivos Gobiernos del país escandinavo desde que, en 1999, comenzó a castigarse a los clientes de la prostitución. La compra de servicios sexuales se ve como una práctica contraria a los derechos humanos y una llamada al tráfico de seres humanos. Buena parte de las mujeres con las que se trafica en este país proceden de Europa del Este. Las personas que se prostituyen -la gran mayoría, mujeres-, son consideradas víctimas. "No deben ser criminalizadas, sino ayudadas", afirma Kajsa Wahlberg, luchadora contra la prostitución.

Bueno, volviendo al principio, al menos estoy segura de que uno de los efectos colaterales de la crisis será la supresión o reducción de los presentes navideños y, entre ellos, de estos originales y vomitivos ‘regalitos’.

Swift.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bendita inocencia


La Navidad, como quien dice, está a la vuelta de la esquina. Unas fechas para mí muy entrañables. Mágicas. Me gusta mucho la Navidad la verdad, pese a que me es últimamente muy frecuente escuchar o leer frases degradantes sobre la misma. Hay muchos que se plantean por qué se tiene que ser más bueno en Navidad, por qué nos acordamos en estas fechas de la paz y el amor o simplemente por qué se tiene que gastar tanto y comer como si nos fuera la vida.

No digo yo que los que piensen así no tengan sus razones, pero siempre me cuestiono lo mismo. Vivimos en una sociedad en la que nos hemos individualizado. Cada uno va a lo suyo. Es fácil que pase el año y no nos acordemos de nuestros vecinos o conocidos, de aquel primo lejano del que apenas sabemos cómo le va la vida y es en Navidad cuando nos lo encontramos y nos enteramos que se casó y está esperando su primer hijo o que montó un negocio y le va viento en popa -algo complicado en estos tiempos-. Es cierto. Parece que en Navidad todos tenemos que ser felices casi que por decreto ley. Nada más lejos de la realidad. Pero también es cierto que, al menos, una semana al año, todos intentamos ser más amables. En el fondo, a todos nos embarga un espíritu más amoroso. A todos, incluso a los bancos, que se pasan el resto del año haciéndote la "Pascua" y por Navidad te manda un tarjetón felicitándote las fiestas. ¡Qué ironía!

Para mí las fiestas navideñas son las más bonitas. A lo mejor porque tengo una razón de cinco años que me empuja a ello. No lo sé. Pero me encantan. Cuando llegaban estas fechas mi abuela materna siempre decía que la Navidad es para las parejas jóvenes con sus niños y que con el paso del tiempo se convierten casi en una carga. Son tristes y sensibles. Hay ausencias irremplazables que te hacen llorar. Mi abuela tenía razón, seguramente. Es normal que te sientas así. Pero también existen esos bonitos recuerdos junto a los ausentes que no deben olvidarse jamás. ¿Por qué? Esos momentos ya no volverán, es verdad, pero dan paso a otros emotivos. Y la nostalgia de los ya vividos a mi, personalmente, me producen una sensación de felicidad que me saltan las lágrimas.
Esta clarísimo que las Navidades de ahora casi nada tienen que ver con las que se vivían hace años. Pero la esencia, pese a que nos empeñemos en lo contrario, es la misma. Y de todos los sentimientos que me embelesan la inocencia de los niños se lleva la palma. Bendita inocencia. Cuando eres niño, estas fiestas son mágicas. Todo es posible. Y cuando eres padre o simplemente adulto, descubres qué fácil es "engañarlos" y mantenerlos en su condición de inocentes.

Y digo ésto porque como ya os he comentado anteriormente vivo en Cataluña y me gustan mucho las tradiciones. Aquí hay una que se celebra el 24 de Diciembre por la noche. Es la fiesta del Caga Tió. El Tió es un tronco de madera que se busca en el bosque durante el Adviento. Tiene frío y hambre y la misión de los niños cuando lo encuentran es darle de comer hasta la nochebuena cuando a golpes de bastón y al son de una canción popular el tronquito "caga" regalitos bajo una manta. Por cierto, familia y amigos catalanes, siempre he pensado por qué las navidades de la tierra son tan escatológicas, entre el Tió que caga y el caganer (pastorcito en posición de defecar). Es curioso ;)
A lo que iba, mi hijo ya tiene en casa su Tió pero antes de encontrarlo estuvimos en un Carrefour que estaba repleto de Tiós para vender. Mi hijo, ni corto ni perezoso, dedujo que esos troncos estaban ahí porque "el señor de Carrefour los había encontrado y los había traído para venderlos a los niños que no pudieran ir al bosque"... Ja, ja... ¡Qué inocente! y ¡qué catalán! ya ha decidido él sacar rendimiento de algo encontrado en el bosque. Bromas típicas aparte.

Repito, bendita inocencia porque ve salir los carros llenos de juguetes de los centros comerciales y cree qué es para pasarle un código y los Reyes Magos sepan cuáles son los regalos que han de llevar a cada niño. Lo malo fue cuando quiso cargar el carrito de juguetes para pasar los suyos. Ardua tarea la de su padre para convencerlo de que vendríamos a hacerlo otro día porque los niños no pueden estar presente. Ahora se porta bien porque cree que los están mirando por una ventanita en el cielo. No lo entiende muy bien, pero de momento, cualquier respuesta absurda de sus padres, le vale para mantener su magia.

Yo tengo grandes recuerdos de mi infancia junto a mis hermanos de estas fechas.Y quiero que mi hijo también los tenga. Por eso, me gusta la Navidad y me gusta disfrutar de ese sentimiento de paz que a todos no entra en estas fiestas. Porque lo que está claro es que hay algo que no se puede comprar ni en Navidad ni en ninguna otra época del año. Y eso es la felicidad y la inocencia. Y yo no estoy dispuesta a renunciar a ellas en estos días porque el resto del año estoy demasiado ocupada con mis problemas. Y ¿tú?
Un besazo y aunque quedan unos días yo os deseo un topicazo a todos pero de corazón: UNAS NAVIDADES lo más felices posible.

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Hubo algún partido anoche?

“EL BARCELONA ASALTA DE NUEVO EL BERNABEU”
“BAÑO AL MADRID”
“GANÓ EL MEJOR”
"PODER ABSOLUTO DEL BARÇA"
“1-3 OTRA EXHIBICIÓN EN EL BERNABEU”

A todos estos titulares de los periódicos de hoy (deportivos y no deportivos: todos) hay que sumarle dentro de unas horas los informativos de mediodía, noche, cuatro y la sexta hablarán solo y exclusivamente del clásico, tertulias, canales deportivos, mañana, pasado…..hasta el próximo "clásico".

Tengo en casa un sujeto de estudio, si efectivamente es de estudio, seguramente que muchas os veréis identificadas, desde hace días escucho la palabra "clásico" por mi casa, yo soy inmune a todo, me hago la tonta y pienso bueno ya llegara el sábado y pasará, pero que ingenua soy, después de 20 años no me entero que un clásico no es solo el sábado.
Veamos, en mi casa el clásico empieza (que yo me entere) un día antes, hay situaciones que es imposible que pueda evitarlas, subo a la buhardilla donde tengo mi ordenador y me despejo de la limpieza, los niños, la comida…… y que hay de fondo? la televisión encendida con el canal del Barça puesto y el mute, a la vez el ordenador con la radio a toda voz por si algún vecino no sabía que se juega el "clásico", de vez en cuando, hay cambios en la televisión y aparece otro canal que se llama 24 horas previas, y si… son 24 horas de tertulia hablando del Madrid y el Barça, intento entender como pueden estar 24 horas hablando de un mismo tema y no quedarse en blanco, sigo en mi ordenador, no puedo poner música porque a mi lado sigue la radio a toda voz hablando de Mourihno y Guardiola, y los clásicos, y los últimos resultados, las estadísticas, entrevistas……….

No me concentro, bueno no importa solo es un día, me siento a ver una película, hay 4 mandos encima de la mesa y ninguno tiene el poder de cambiar de canal, por fin lo encuentro, cambio canal + , 5 canales de futbol y deportes todos hablando del clásico, gol tv, el catalán de repente predomina en mi casa, desisto y me voy a ver los dibujitos con mis hijos.

Hoy Domingo, hay resaca en mi casa, se siente la felicidad absoluta, hay llamadas a madridistas para regodearse en la victoria, y por supuesto el día después también son 24 horas….. ya estoy haciendo mis planes.

Y como he comentado antes, en mi casa vive uno, pero en las vuestras seguro que también, sujetos de estudios, porque para ellos el fútbol no es una pasión, es un sentimiento, y entonces es cuando me relajo y me quedo mas tranquila pensando que algunos investigadores han encontrado la respuesta a este fenómeno social en la ciencia.
Ya que cuando un hombre está a punto de ver un gol su adrenalina se pone a tope y las emociones fluyen sin control alguno. Esto es lo que, de acuerdo a algunos expertos, les atrae tanto a los varones del fútbol: la oportunidad de no sentirse restringidos para exteriorizar sus emociones cuando se sientan a ver un partido.
Según los especialistas, la explicación científica al hecho de que algunos hombres sientan que el fútbol es la única actividad que les permite desatar sus emociones se debe a que cuando se ve un partido la emoción y las expectativas que se tienen puestas en el juego promueven la producción de endorfinas. Estas sustancias, más conocidas como “las hormonas de la felicidad”, son las encargadas de generar sensaciones intensas que disminuyen la ansiedad y aumentan la sensación de bienestar.
Ufff después de leer este articulo estoy mas tranquila. Y ahora es cuando me pregunto si ellos estarán mas tranquilos en el próximo clásico cuando lean este otro artículo:
Cada vez que se transmite un partido así crece en un 37 por ciento el número de mujeres que se registran en la web Ashleymadison.com en búsqueda de una nueva pareja, ha informado hoy esa página.
La web ha publicado un anuncio en la revista oficial que se distribuye en el Santiago Bernabéu durante el partido de Liga que van a disputar el Real Madrid y el Barcelona mañana en el estadio madrileño, según la nota de prensa.
Con el lema «Estás viendo el partido, ¿sabes dónde está tu mujer?
Y si, me gusta el futbol, lo veo con mi marido, eso cuando no piensa que desde que me he sentado a verlo no marcan un gol y que entonces soy gafe y bla bla bla, y yo le pregunto que a que color tengo que seguir, a portería tienen que marcar, todo por compartir esa felicidad con él (tono irónico) la realidad es que me gusta ver ese grupito de hombres, en buena forma, sudando, y claro que entiendo de fútbol… sé quien es Xavi Alonso, Casillas, Piqué y sé quien es Guardiola por supuesto, los demás no importan, y acabo encendiendo el portátil ( seguro que en el próximo partido mirará las páginas que visito).
En fin, os dejo con la banda sonora de mi hogar que hoy a pasado de ¿quién vive en la piña debajo del mar? a Tot el camp, es un clam, som la gent Blau grana…..

sábado, 10 de diciembre de 2011

Conciliación

Conciliación. Es la palabra de moda, tanto, que casi la estoy llegando a aborrecer, la verdad, pero no debo, porque realmente a las mujeres nos ha costado mucho llegar a lograr el derecho a eso, a conciliar, y pese a todo, aún queda mucho por recorrer.

Estos días he sido testigo del debate que nuevamente ha generado la conciliación laboral y familiar de las mujeres con el caso de Soraya Sáez de Santamaría. Aunque en todos los ámbitos se ha hablado de ello, tengo que admitir que el que más ha llamado mi atención ha sido el creado entre mis amigas y conocidas. Gente que como yo, vivimos la realidad y no sólo nos dedicamos a criticar o discutir de lo que le pasa a los demás.

Yo aquí y ahora ni quiero ni puedo dar lecciones a nadie sobre qué es lo correcto, ni siquiera me atrevo a dar mi opinión sobre lo que se debe o no hacer por no caer en posturas demagógicas. Por eso me voy a limitar a relataros mi experiencia personal, porque como bien dice Mrs. Tomico “cada uno lo cuenta, como lo vive”.

Para mí fue (y aún sigue siendo) muy dura la decisión de “aparcar” mi carrera profesional, o al menos relegarla a un segundo plano, por el cuidado de mis hijos. Observo con cierta envidia (siempre sana, de verdad) a aquellas que económicamente se pueden permitir llevar las dos vidas de forma equilibrada y paralela, la profesional y la personal al mismo nivel. Porque si de algo estoy segura es que no por cambiar más pañales, hacer más papillas o parir con más dolor, sé es mejor madre.

Sí, quizá haciendo todas esas cosas, que son la parte más fea de la maternidad, se valore mejor el gran esfuerzo que es ejercer de madre, pero no se es mejor madre, en absoluto.

Sin embargo, y aunque en mi decisión el factor económico fue determinante, cada día que pasa me alegro más de poder pasar todo el tiempo que paso con mis hijos. Es un lujo, un privilegio, un derecho al que no puedo pero tampoco quiero renunciar.

Me ha servido además para valorar una parte de mí que siempre me he negado, la de ama de casa. Soy hija de madre trabajadora, y me han criado para ser independiente, libre en mis decisiones, y como no, trabajadora fuera del hogar.

Ahora que soy la número uno en las tareas de “mi casa” veo encantada que no sólo soy capaz de hacerlo y compaginarlo con el resto de facetas de mi vida, sino que además se me da bien. No os confundáis, que tampoco es que sea yo Bree Van de Kamp, la de Mujeres Desesperadas.

Dicho todo esto, creo que como todo en la vida, es una cuestión de prioridades y momentos. Cada una puede decidir si tiene hijos o no, si se queda en casa cuidándolos o no, si delega esta tarea en el padre o en otra persona, si pone por delante su carrera o no…. Pero decida lo que decida debe hacerlo con libertad. Y sobre todo, decida lo que decida, que ninguna otra mujer, madre o no, la critique por ello. Amigas, no nos echemos tierra encima que para eso ya están los (algunos) hombres.

martes, 6 de diciembre de 2011

Mi entrañable asesino Tom


Como en la mayoría de los ámbitos de mi vida –el coche y mis bolsos son mis asignaturas pendientes, por alguna extraña razón siempre son un caos- también para leer mantengo un orden más o menos estricto. Al punto y final de un relato sin una temática determinada sigue una novela negra y, a ésta, una histórica, para después volver a empezar la secuencia. Respecto al segundo de los géneros literarios definidos en mi ritual, siempre me ha interesado la psicología criminal y entre la amplia variedad de historias y personajes que brinda la novela de misterio me quedo con Patricia Highsmith y su gran Mr. Ripley. Supongo que porque hace que me atrapen sensaciones que me llevan a la autocontradicción.

Tom es un asesino, sin escrúpulos, frío, calculador y, sin embargo, despierta en mí una gran simpatía, le regalaría una coartada sin dudarlo, le eximiría de todos sus cargos si fuera una juez. Sonrío mientras leo, me parece un personaje adorable, con clase, con luz propia y que, cuando mata, me sorprende pensando que “tampoco priva al mundo de nada importante, más bien le libra de un ser detestable”.  Yo, que no me veo capaz de dejar a un lado los valores que considero universales -la honestidad, la coherencia, la lealtad, la justicia, la valentía, la verdad, la empatía, el amor y tantos otros-, disfruto cuando el amoral Mr. Ripley termina cada una de sus historias, tranquilo, en su mansión, sin temores, sin remordimientos y sin ser ´pescado´ por la policía. Tom Ripley está, en mi interpretación más profunda, en el otro extremo de Rhys Meyers en la película Match Point. Como Agatha Christie en Asesinato en el Orient Express, confieso que el mejor personaje de Higsmith, me lleva a justificar lo injustificable. El protagonista de la obra de Woody Allen, por el contrario, me transporta a la total frustración al comprobar que triunfa, o eso cree, aquel que ha actuado aplicando todos los, para mí, anti-valores, gracias a un simple golpe de suerte.

Cuando me toca novela histórica hubo una época en la que el Holocausto centraba toda mi curiosidad. Supongo que, mientras en el ejemplo de la temática anterior me fascinaba llegar a justificar lo, objetivamente desde mi ser, injustificable, en esta maldita etapa trataba de comprender lo incomprensible. Y entre libros de consulta, de la facultad de Políticas, novela histórica y algún que otro ensayo, iba tratando de encontrar una explicación, algo que me sacara del desconcierto, de la desazón que me provocaba el tema. Por supuesto nunca encontré nada. Para mí y, supongo que para la humanidad, sigue siendo completamente incomprensible e inasumible. Mi alejamiento total del tema vino a partir de las páginas de una obra, cuyo título ni siquiera recuerdo, que contaba una escena real que hizo que me estrellara contra la crueldad en su máxima expresión, por una parte, y el terror infinito, por otra. Campo de concentración. El mando nazi ordena que todos los judíos estén en fila, quietos y en silencio. Amanece. Una de las mujeres está embarazada. Da a luz en la fila. Callada. Sin moverse. Casi sin abrir las piernas. Sólo las lágrimas de la madre y la caída al suelo del bebé rompen el estático cuadro. Sólo el llanto del niño y el disparo del ario en su pequeña cabeza rompen el silencio. Nunca más he podido volver a leer nada sobre el exterminio judío.

La verdad es que no sé muy bien cómo he hilado este post y qué sentido quería darle. Tal vez, ahora, al terminar, me he dado cuenta de que mi planteamiento ha surgido en contraposición o, mejor, como complemento, de la afirmación de que con la edad vamos comprobando que no todo es blanco ni negro, que hay una gran variedad en la escala de grises, -como dicen mis compañeras de blog- que la realidad es muy diferente cuando la observas desde diversas perspectivas o cuando conoces una parte o el todo de una determinada historia. Estoy totalmente de acuerdo con ese planteamiento. Pero también hay otras circunstancias, situaciones, disyuntivas, actuaciones en las que, de acuerdo con valores que, en mi opinión, deben ser inalterables, y, en contraposición a otros que agujerean la ética desde cualquier prisma, sólo se puede optar por el blanco o el negro. 

Swift.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Aventuras de riesgo

Nunca he sido una persona ni atrevida ni arriesgada. Ya de pequeña ir a la feria y montarme en la mini montaña rusa me parecía una barbaridad. Como mucho en los coches-choques y al final siempre terminaba el feriante ayudándome a conducirlos, lo que me hacía sentir todavía más ridícula, si cabe. Tampoco me veo haciendo puenting o montando en kayac (al menos mientras escribo estas líneas, mañana no sé).

Pero al grano. Lo que quería contaros hoy surge de una reflexión a raíz de mi fin de semana. Un fin de semana que ha sido un poco diferente, sin ser nada estrambótico.

En estos días me he dedicado a las aventuras de riesgo. Pero quiero aclarar que teniendo en cuenta que el riesgo es la probabilidad de que suceda un evento, impacto o consecuencia adversos, y sabiendo que las personas somos distintas las unas de las otras, ésto hace que surjan diferentes comportamientos ante el riesgo. Menos rollo, lo que quiero decir que para cada uno el riesgo tiene matices diferentes.

A lo que iba, mi primera aventura de riesgo comenzó el viernes por la noche, con una cena en casa para 12 personas. Hasta ahí puede parecer algo muy normal. Una cena entre amigos, distendida, de charla y copichuelas. Pero lo arriesgado de mi invitación es que no conocía a ninguno de mis convidados (a una chica sí pero sólo de un mediodía). Eran compañeros de trabajo de mi marido y a él le hacía ilusión traerlos a casa y que los conociera. 

En fin, para mí fue todo un día de riesgo. ¿Qué puedo preparar de comer? ¿Serán delicados? ¿Habrá alérgicos? Arriesgaba mucho con la comida. El segundo riesgo fundamental al que me enfrentaba era el feeling. ¿Y si no me caen bien? Y lo peor ¿y si no les caigo bien yo a ellos? Y el tercer trance se centraba en si sabría o no integrarme en sus conversaciones. Creedme, para mí era toda una aventura de riesgo. No quería defraudar a mis comensales y mucho menos a mi marido.

A pesar de mis temores, la cena resultó un éxito, y no lo digo por la comida de la que todos dijeron estaba buenísima -no sé si porque era verdad o porque son muy educados- sino por la compañía. Resultaron ser de lo más agradable y simpático e incluso había un par de personas que con sus ocurrencias amenizaron la reunión y la hicieron muy divertida. Gracias a todos, si me leéis. 

Me acosté muy satisfecha y con una tranquilidad pasmosa. Con la sensación de que haber corrido el riesgo había merecido realmente la pena.

Mi segundo reto lo viví ayer domingo. En este caso si podríamos hablar de una aventura deportiva de riesgo. Me desvirgaba como montañista. Ya veis, ¡yo montañista! ¡¡¡Quién me ha visto y quién me ve!!! Era algo que tenía pendiente conmigo misma. ¿Sería capaz de andar 16 kilómetros por montaña? Imagino que para muchos, cuando leáis esto pensaréis “Vaya tela. Si eso no es nada”. Lo sé pero hace muchos años que no hago ejercicio físico-deportivo, propiamente dicho. 

Así que me levanté a las 8 de la mañana, agua, bocatas, mochila y hacia la montaña. Durante el trayecto hubo tramos de todo tipo: positivos, asfixiantes, amenos, duros… pero llegamos al final de la meta. Y para mí era un riesgo superado. Me sentía feliz. Como la ranita sorda de Mrs Tomico. ¡He podido! Y lo mejor es que¡me ha gustado! Así que hemos quedado para repetir la excursión en otro entorno.

En fin, ha sido un fin de semana para descargar adrenalina por los cuatro costados. Mi adrenalina. Y reitero, aunque para algunos puedan resultar minuciosidades para mí han sido dos aventuras arriesgadas de las que una vez logradas no me arrepiento. Es más, quiero volver a repetirlas y salir de la rutina de mi vida en la que últimamente me veo envuelta y que tanto me está pesando.

Por último, quería compartir con vosotros que otras dos personitas también han decidido cambiar sus fines de semana rutinarios y los de su progenitora sobre todo, y vivir una aventura de riesgo. Me refiero a los dos mellizos de Mrs. Tomico que han dejado de pisarles las costillas para salir al mundo exterior. ¡Bienvenidos pequeños! Ahora sí Mrs. Tomico, ahora sí que has dejado tu estado de reposo absoluto para convertirlo en un no parar total. Un besazo y enhorabuena, campeona… 

A todos los demás lo de siempre, que paséis un buen lunes y recordad lo que nos dejó escrito el brasileño Paulo Coelho “cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena”.

 
PD: Por si hay algún incrédulo, os dejo un documento gráfico ;)

sábado, 3 de diciembre de 2011

Tengo treinta y tantos

Ellas tienen treinta y tantos…y yo me encuentro entre ellas. Estrenándome (más vale tarde que nunca; disculpad el retraso, aunque no sé si alguien me esperaba) en un blog (mi más sincera enhorabuena por él, amigas) que recoge muchas de nuestras experiencias, reflexiones, codianeidades… con un tono entretenido y fresco, con los estilos y las voces de mujeres muy distintas que tiene treinta y tantos.

Yo también tengo treinta y tantos… y todavía me sorprendo diciendo mi edad cuando alguien me pregunta. Esto está pasando muy rápido, ¿no? Dicen los mayores (entre los que empezamos a encontrarnos, si no, preguntadle a un adolescente, a ver cómo nos ven…) que cuando vas cumpliendo años la sensación del tiempo se acelera y escuché a un experto en algo (disculpad mi memoria, es que la edad no perdona…) explicar que no es sólo una sensación, sino que hay algo de cierto en ello. La repetición de rutinas, de ritmos, de actividades (que a fin de cuentas, es lo que empezamos a hacer a partir de un cierto punto vital), acompañada de un casi inevitable estrés, es la responsable de ese efecto de acelerado, que, como en una timeline de montaje, parece estar afectando a toda nuestra vida desde un punto de corte, que no sé sabe muy bien dónde se encuentra. El experto en nosequé explicaba que la mayor intensidad vital se da en los primeros años, en los que continuamente estamos aprendiendo, descubriendo, experimentando…y nos dedicamos en cuerpo y alma a ello, sin demasiadas obligaciones que cumplir, ni la necesidad de ir corriendo de un sitio a otro. De ahí que el tiempo vaya o parezca ir más lento. Todos recordamos aquellos veranos larguísimos, en los que casi nos daba tiempo a aburrirnos o esos fines de semana en los que nos daba tiempo a todo…pero claro, ese todo no era tan abultado como el de ahora.

Y reflexionando sobre el paso del tiempo, me pregunto, ¿existe el futuro? ¿y el pasado? ¿O incluso el presente? Analizando conceptos literarios, de eso hace ya mucho tiempo (aunque parece que fue ayer), ese profesor que, si tenemos suerte, a todos nos marca, nos explicaba que había ciertas teorías en cuanto a los tiempos clásicos: pasado, presente y futuro. Que algunos estudiosos argumentaban que sólo existe el hoy, el momento actual, el presente. Que debemos sentirlo como único para exprimir nuestro camino al máximo. Otros aseguraban que, para los humanos, sólo existía el futuro, puesto que sin la esperanza de un mañana, nada tendría sentido, dejaríamos de respirar, de luchar, de planificar, de soñar… nuestros rasgos más inherentes. Pero mi profesor estaba convencido de que ni unos ni otros acertaban. “Sólo existe el pasado”, aseguraba. Es el único tiempo en el que hemos dejado huella, en el que hay prueba de que hemos estado, el que conforma nuestra vida, nuestra personalidad. Porque el futuro, bien sabemos que es incierto. Y el presente…ya es pasado.

Yo, a mis treinta y tantos, estoy aún elaborando mi propia teoría, porque aunque ya me llamen de usted, me digan señora cuando entro a comprar en una tienda o me duela la espalda y al levantarme parezca que me falta el bastón, sigo sintiéndome como antes. Como siempre. Es curioso esto del paso del tiempo. Por fuera todo va cambiando, notamos cómo nuestro cuerpo ya es otro, nuestras formas se deforman, nuestra piel empieza a ajarse… pero en nuestro interior, en esencia, somos iguales. Tenemos, o al menos yo tengo (no pretende convertir en categoría mis propias sensaciones) las mismas inquietudes, los mismos miedos, angustias, inseguridades… que cuando compartía pupitre y cervezas a la salida de clase con mis compañeras de blog, planificando un futuro ideal, con una vida perfecta, un trabajo satisfactorio, con un puesto bien considerado, etc. “Juventud, divino tesoro” que dijera el poeta nicaragüense.

Pero ya estamos en aquel futuro. Con muchos de aquellos sueños hechos añicos y otros cumplidos. Con una realidad que quizás no esperábamos, pero que puede habernos sorprendido gratamente.

Suscribo lo que escribió aquí mismo mi amiga Andrea. Puede ser que el mayor de los avances que hayamos hecho en este camino de treinta y tantos años sea ir distanciándonos de los extremos, dejar el blanco y el negro (aunque confieso que en mi armario sigue predominando el negro) para ir descubriendo la riqueza de los colores, de los matices, de otras vías, otras opiniones y sentires.

Quizás mi teoría sobre el tiempo sea la ecléctica. Creo que trabajo por aglutinar las tres que señalaba un poco más arriba. Es importante el pasado, sin él, sin nuestra memoria y vivencias, no seríamos ni sombra de lo que somos. Para bien y para mal. El presente, es el hoy, es la constatación de que estamos aquí, tomando una tostada, disfrutando de esta soleada mañana, riéndonos a carcajadas, degustando un buen vino…

Y el futuro…sin él, nada tiene sentido. Porque necesitamos soñar, ilusionarnos, tener nuevos retos, mayores o menores, para seguir caminando con una sonrisa en el alma.

Me encantan esas historias de entrega y superación que nos cuentan de vez en cuando en los medios: una señora de 84 años termina la carrera de Medicina, su gran objetivo. Le preguntaba el periodista: ¿y ahora qué? Supongo que esperando que le respondiera que bueno, ella no iba a poder ejercer, pero ya tenía lo que buscaba…Y la flamante e inquieta doctora respondió: “ahora, empezaré Derecho”

Quizás sea aspirar a mucho, pero me gustaría ser cómo esa señora. No a los 84, sino desde ya. No estudiaré ni derecho (no soporto las leyes) ni medicina (no puedo ver una gota de sangre sin desmayarme), pero espero ir viviendo cada día como si fuera el último, disfrutando de mis recuerdos y llenando mi futuro de nuevos retos y esperanzas, aunque a veces el camino esté lleno de piedras y baches, más piedras y más baches. Y todo ello rodeada de aquellos a los que quiero, porque sin mi familia y amigos, esto no tendría ningún sentido.

Y tengo treintaytantos.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Tias buenas en pelotas

Tengo una teoría: pongas lo que pongas en Google Imágenes, siempre te saldrá una tia buena en pelotas. Haced la prueba. El otro día puse “cola” porque quería ilustrar un artículo sobre gente haciendo cola. Pues bien, todos los resultados fueron chicas en bikini –en fila- en la playa. Pero es que lo de ayer fue demasiado: busqué “antípodas” y lo mismo, rubias en paños menores. ¡¡¡Antípodas, por favor!!! Haced la prueba… pero está muy claro: Google es un hombre que tiene sobredosis de testosterona.

Aparte bromas, esto me lleva a una reflexión bastante triste: la imagen denostada, materialista, y exclusivamente sexual que se proyecta de las mujeres en todas partes. Se cree que la situación ha cambiado mucho en los últimos años, pero yo no lo comparto. A veces se ha hecho más sutil o subrepticio, en otras ocasiones permanece el descaro. Me provocan verdadera repulsión anuncios como los de AXE, en los que chicas que parece que se han tomado cinco viagras seguidas persiguen al afortunado usuario del desodorante; o cuando veo las carreras de Moto GP o Fórmula 1 por la televisión, donde más chicas minifalderas sujetan el paraguas con una sonrisa tatuada al ídolo de la carretera. Realmente, cuesta creer que eso siga existiendo. ¿Y las azafatas de los programas televisivos? ¿Alguien puede decirme por qué en pleno siglo veintiuno siguen existiendo?

El problema tiene muchos vértices. Uno de ellos es, como he dicho, el reflejo que se produce de la mujer, su degradación a lo meramente sexual. Y esto además, lleva a casos como los de maltrato físico o psicológico hacia ella. Otra consecuencia, la presión a la que se ven sometidas las mujeres por los reiterados mensajes sobre el cuerpo femenino. Llega a ser una verdadera obsesión para algunas, estar a la altura de las expectativas masculinas. Y esto acarrea enfermedades como anorexia o bulimia, entre otras.
El sexo es demasiado importante para los hombres. Resulta que es ciencia. Una diferencia entre el cerebro masculino y femenino es que el área de interés sexual es 2.5 veces más grande en los hombres. Al comienzo de la adolescencia, los varones producen de 200 a 250 por ciento más testosterona que en su niñez, lo que provoca un incremento en su interés sexual y hace casi imposible que dejen de pensar en ello. Los circuitos visuales de un hombre siempre están en búsqueda de una pareja fértil. Mirar los encantos del cuerpo femenino, interesado o no, es una reacción natural para un hombre. 
Vale. ¿Pero eso justifica que en todos los lugares se utilice el cuerpo de la mujer como arma sexual? Empiezo a estar cansada de ello.

Y ahora, si eres hombre, seguro que estás de acuerdo con lo que he dicho, pero contéstame a una pregunta: ¿a que has leído este post por el título? Si es que…

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Niño o niña?

Madre mía qué importante sigue siendo esta pregunta. Las películas en blanco y negro mostraban a una matrona con cofia que anunciaba emocionada el sexo del neonato segundos después de su venida al mundo. Hoy podemos saberlo mucho antes.
En un momento en que nuestra sociedad ha dado enormes pasos en materia de igualdad, en el que los padres no deben agobiarse en pensar en la dote de sus hijas, en el que una mujer puede casarse con otra mujer, en el que queda muy poco para que también los hombres puedan gestar… A los padres nos sigue importando –y mucho- el sexo de nuestros bebés.

Pero no sólo a los padres. Es que todo el mundo considera que saber si es niño o niña es uno de los momentos cruciales de tu embarazo. Ahora que mi barriga comienza a notarse, la gente me hace esa pregunta: tras un rutinario y cortés “¿cómo estás?” viene el “¿y ya sabes lo que es????” y me miran con cara expectante.


Lo confieso, para mí también era algo muy importante, y no sólo por saberlo, es que sentía que no era lo mismo tener un hijo que una hija, yo tenía mis preferencias. La ecografía de las 20 semanas es la que suele arrojar este dato sin apenas margen de error… Eso y un montón de posibles anomalías y cardiopatías que se tratan de detectar también en dicha prueba.
Pues bien, yo, que soy hipocondríaca por naturaleza y que me suelo poner en lo peor, no estaba más que pendiente de si había o no colita. Me autodisculpo pensando que, una vez pasadas sin problemas las primeras pruebas, el chute hormonal de tu cuerpo te adormece las preocupaciones, das por hecho que todo está bien, y sólo te importa saber si se va a ser una nena o un nene.
Aunque insisto, no es sólo una cuestión propia de la madre y el padre, es que apenas nadie me preguntó si el feto iba bien, los abuelos y el resto del mundo querían saber si era “o” o “a”, no les valía con la neutra “@” que algún chalao moerno se inventó para el lenguaje no sexista.

Y atentos que estamos en el camino de poder elegir de antemano... Yo había leído algo relacionado con los días de la ovulación y el sexo del bebé. Mi vecino ginecólogo me confirmó que existe ya alguna base científica: siempre que me lo encuentro en el ascensor me pregunta qué tal estoy. Como ya estaba harta del rutinario "bien, gracias", decidí aportar la nueva información. "Es una niña", dije sonriente, y él me preguntó: "¿la habéis buscado con un método de ovulación?" Mmmmm.... Creo que el "milenarismo" va a llegar...

Y como siempre, nuestra adorada cultura del consumo contribuye mucho a todo esto. Aunque ya en los años 90 los hombres comenzaran a comprarse politos y camisas rosas, las tiendas nos recuerdan más que nunca que se trata de un color para niñas y que los niños van de azul, o de colores estridentes si es que entras en la sección infantil de H&M. Y, por supuesto, te recuerdan que hay un sinfín de prendas de Hello Kitty que le puedes comprar a tu hija ya que tú solo tuviste una libreta de la famosa gatita sin boca; y que, para compensar, tu hijo puede ir vestido de arriba hasta abajo –calzoncillos incluidos- de Rayo Mascuín (como dice mi sobrino).

En conclusión: yo creo que somos iguales en derechos, deberes y en oportunidades (no siempre se cumple), pero que hay rasgos que nos diferencian bastante, me da igual si los marca la sociedad, si son culturalmente adquiridos o si los determina la biología. Yo quiero niña y paso del topicazo “un niño es mejor para ti porque los niños son de las madres y las niñas de los padres”.
En fin amig@s, que creo que EL SEXO SÍ QUE me IMPORTA.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdona que no me levante

Para la entrada de hoy barajaba algunos temas interesantes en los que normalmente pienso mientras realizo alguna actividad rutinaria como secarme el pelo, tender la ropa, conducir, planchar… El caso es que finalmente no he escrito sobre ninguno de estos temas. Quizá porque la realidad de mis últimos 20 días les ha ganado la partida o quizá porque, sencillamente, he dejado de hacer cualquiera de mis tareas rutinarias y, en consecuencia, he dejado de pensar en ellos.

No sé si lo he contado antes, pero la cuestión es que estoy embarazada, por partida doble, y eso conlleva ciertos riesgos. Riesgos que yo no había experimentado hasta que el pasado día 10 mis mellizos decidieron que ya eran lo suficientemente mayores como para llevar a cabo la gran evasión. Con siete meses recién cumplidos… Por suerte, entre varios médicos, matronas, auxiliares y sus propios padres, conseguimos convencerles de que aún no era el momento, y logramos parar la huida. Un gran éxito, sobre todo en embarazos múltiples. Si bien, como daño colateral, su madre se ha visto desde entonces obligada a pasar su tiempo entre la cama y el baño… Una situación, como se puede imaginar, nada agradable. Sobre todo para las personas que, como yo, están acostumbradas a moverse bastante.

Total, que pasadas tres semanas desde la hazaña de mis pequeños escapistas aquí sigo, mirando al techo y tachando los días del calendario, como si fuera un inquilino de Alcalá Meco. En realidad es evidente que la mía no es una cuestión dramática y que, incluso, se puede aprovechar para descansar de cara a todo lo que se me vendrá encima en muy poco tiempo. Eso me dice la gente: “Tú disfruta”, “Aprovecha”, “Déjate cuidar que luego lo echarás de menos”, “Duerme mucho”. Vale, que sí, que lo sé, pero llega un momento en que una está ya harta de descansar, de dormir, de leer, de mirar Internet y de comer apoyada en una almohada. Y es que, básicamente, mi actividad de las últimas tres semanas se ha reducido a todo lo anterior.

Y no creáis que me siento demasiado mal, al contrario, estoy muy orgullosa de seguir reteniendo a estos listillos dentro. Y sé que no es justo quejarse porque lo mío tiene un final estupendo y un buen pronóstico, y hay gente que se encuentra en esta situación por motivos muchísimos menos agradables y por tiempo indeterminado. Solo quería decir que ahora los entiendo un poco mejor. Y, por eso, para aquellas personas que no hayan sufrido esta experiencia de momia viviente, he elaborado una especie de “horario” de lo que es uno de mis días de encierro tipo. A continuación lo copio íntegramente. Juzguen por ustedes mismos:

Lunes, 21 de noviembre de 2011

09.30 Me desperezo después de una noche en la que, como de costumbre, solo he conseguido dormir a trozos desde las 4.00. Me he levantado un par de veces para ir al baño, y me he despertado otro par de veces: la primera a causa de una pesadilla; la segunda porque mi hijo me ha introducido el pie debajo de la costilla derecha, a ver si conseguía descubrir la consistencia de mi pulmón. Aún así no puedo seguir durmiendo y tengo hambre. Mi marido llegó ayer a las 3.00 de la mañana del trabajo y sigue descansando. Pero como no se me está permitido levantarme a hacerme el desayuno no me queda otra que despertar al pobre, para que me dé de comer. Él ya está acostumbrado y, a pesar de todo, se levanta medio zombi y, con una sonrisa, me trae el Nescafé y las tostadas. Vuelve a meterse en la cama y yo desayuno por fin. Me levanto al baño.

10.00 Termino de comer y miro Internet en el Ipod. Repaso las actualizaciones del Facebook y me intereso especialmente por las indicaciones de Elcorreoweb: “Antes de salir de casa”. Me informo de que hay retenciones en el puente del Quinto Centenario y en la ronda urbana norte, y miro la temperatura media del día. Se trata de una de mis rutinas más arraigadas e inútiles durante estas semanas de cautiverio: si no puedo salir de casa, ¿de qué me sirve esta información? Contradicciones de la especie humana.

10.45 Me levanto al baño. Jose se despierta: "¿estás bien?", "¿qué tal has dormido?". Yo le pregunto por el día de ayer y si las elecciones dieron mucho trabajo. Evidentemente sí. Él mira Internet en su móvil. Yo empiezo a leer un libro que me ha dejado mi cuñada: Maldito karma, bastante entretenido. Jose se levanta y abre la persiana. Veo el cielo: despejado. Vuelvo a mirar el tiempo en Internet. De nuevo. No encuentro explicación a esta obsesión mía por la situación atmosférica.

11.30 Pasa el avión de las 11.30. Como no llevo gafas no consigo adivinar a qué compañía pertenece. Me propongo hacerlo para el avión de las 17.15. Me quedo un poco dormida.

12. 45 Vuelvo a mirar el Facebook. Me levanto al baño. Observo que hay una araña colgando de su tela que, casi con toda seguridad, ha anclado al extractor del techo. Me propongo quitarla de en medio pero, influida por el libro que estoy leyendo, me planteo que pueda tratarse de una persona reencarnada y decido perdonarle la vida. Así quizá consiga acumular buen karma. Me vuelvo a acostar.

14.00 Tengo hambre. Se lo digo a Jose y empieza a preparar la comida. Me aburro. Busco en el Google la siguiente frase: “Mellizos prematuros de 34 semanas”. Encuentro toda una serie de experiencias personales y datos médicos sobre lo terrible que es nacer con 34 semanas de vida. También hay gente que da “grasias a diosito porque todo lo superamos”. Me acojono y cierro estas páginas. Para olvidar el disgusto miro la aplicación del tiempo: 17 grados de máxima y 8 de mínima, cielos despejados. Jose me trae la comida. Como y me levanto al baño.

15.30 Me despierto de una pequeña siesta. Jose tiene que irse a trabajar. Me deja hecha una ensalada de pasta para la cena. Le doy un beso: “gracias tesoro”. Vuelvo a dormirme.

16.45 Me despierto y me levanto al baño. Vuelvo a acostarme y encuentro sobre la colcha un hilo de nailon, muy largo. Lo miro con curiosidad y jugueteo con él hasta que lo rizo con la punta de la uña. Acaba de perder todo su atractivo. Vuelvo a dejarlo donde lo encontré. Sigo leyendo. ¡Mierda!, acaba de pasar el avión de las 17.15 y no he conseguido averiguar la compañía… otra vez será.

18.00 Llama mi madre para ver cómo estoy y si ya nos hemos comido todas las fiambreras que trajo el viernes pasado. Noto una contracción, lo apunto en el Ipod.

18.30 Llama Paloma para saber cómo estoy y decirme que vendrá mañana a visitarme. Llama Marisa para decir que vendrá esta tarde sobre las 20.30, que si quiero cazón con tomate que ha hecho por la mañana. Le digo que sí. Mi hija hace bultos en el lado izquierdo de mi barriga hasta que esta adopta la forma de un melón picudo. Le digo que se esté quieta un poco. No parece estar muy interesada en la sugerencia.

19.00 Contesto un email del director de mi instituto con indicaciones sobre la tramitación de mi baja. Contesto otros correos de Erika y Vanesa. Miro el Facebook. Miro la aplicación del tiempo. Sigo leyendo.

20.20 Llega Marisa. Me trae el cazón y un gran repertorio de historias para nuestra tradicional tertulia. El tiempo se pasa rápido. Agradezco mucho las visitas de mis amigas y familiares porque, entre otras cosas, ofrecen esa variedad temática que una tanto añora cuando se pasa el día mirando al techo. Información del exterior. Quizá por eso me empeño tanto en conocer el tiempo atmosférico. Una forma de seguir en contacto con lo que hay ahí fuera.

21.45 Marisa me trae la ensalada de pasta de la cocina y baja la persiana. Nos despedimos. Yo ceno mientras pienso en los regalos de Reyes que no me ha dado tiempo de comprar. Me levanto al baño. Llama Andrea. Noto otra contracción.

22.30 Jose llega del trabajo con más de una hora de antelación. Como ayer se quedó de los últimos, hoy le han dejado salir antes. Me alegro mucho. Charlamos un rato y él se va al salón para cenar.

23.00 Pienso que es hora de levantarme para una ducha. Quizá también debería lavarme el pelo, pero eso puede esperar. En el fondo tengo miedo a mantenerme demasiado tiempo de pie y que mis mellizos decidan asomar la cabeza y se precipiten contra la base de la columna de hidromasaje. Me ducho rápidamente y vuelvo a la cama.

00.00 Jose se acuesta y leemos un rato. Yo no tengo ni pizca de sueño y no sé por qué. Miro la predicción meteorológica para mañana. Mi hijo se instala de nuevo bajo mi costilla derecha. Sospecho que esta tampoco será una buena noche.

P.D.: Agradezco mucho a todos aquellos que me están ayudando en mi encierro diario. A mis amigos, a mi familia y, sobre todo, a mi marido, que siempre está aquí para lo que haga falta. Me solidarizo con los enfermos que en estos momentos pasan por una postración obligada y les deseo una rápida curación.

En cuanto a mí, empiezan quince días de cuenta atrás. Espero no haberme vuelto loca para entonces.