martes, 27 de diciembre de 2011
‘Micro jobs’
jueves, 22 de diciembre de 2011
Decálogo contra la pobreza
lunes, 19 de diciembre de 2011
¿Eres romántico?
domingo, 18 de diciembre de 2011
Un día tonto
sábado, 17 de diciembre de 2011
Cuento de Navidad
Ya don't like my point of view,
Ya think that I'm insane.
It's not sane, it's not sane.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Círculos concéntricos
jueves, 15 de diciembre de 2011
Tradición o superstición
martes, 13 de diciembre de 2011
Y de postre, carne...
lunes, 12 de diciembre de 2011
Bendita inocencia
domingo, 11 de diciembre de 2011
¿Hubo algún partido anoche?
sábado, 10 de diciembre de 2011
Conciliación
martes, 6 de diciembre de 2011
Mi entrañable asesino Tom
lunes, 5 de diciembre de 2011
Aventuras de riesgo
sábado, 3 de diciembre de 2011
Tengo treinta y tantos
Yo también tengo treinta y tantos… y todavía me sorprendo diciendo mi edad cuando alguien me pregunta. Esto está pasando muy rápido, ¿no? Dicen los mayores (entre los que empezamos a encontrarnos, si no, preguntadle a un adolescente, a ver cómo nos ven…) que cuando vas cumpliendo años la sensación del tiempo se acelera y escuché a un experto en algo (disculpad mi memoria, es que la edad no perdona…) explicar que no es sólo una sensación, sino que hay algo de cierto en ello. La repetición de rutinas, de ritmos, de actividades (que a fin de cuentas, es lo que empezamos a hacer a partir de un cierto punto vital), acompañada de un casi inevitable estrés, es la responsable de ese efecto de acelerado, que, como en una timeline de montaje, parece estar afectando a toda nuestra vida desde un punto de corte, que no sé sabe muy bien dónde se encuentra. El experto en nosequé explicaba que la mayor intensidad vital se da en los primeros años, en los que continuamente estamos aprendiendo, descubriendo, experimentando…y nos dedicamos en cuerpo y alma a ello, sin demasiadas obligaciones que cumplir, ni la necesidad de ir corriendo de un sitio a otro. De ahí que el tiempo vaya o parezca ir más lento. Todos recordamos aquellos veranos larguísimos, en los que casi nos daba tiempo a aburrirnos o esos fines de semana en los que nos daba tiempo a todo…pero claro, ese todo no era tan abultado como el de ahora.
Y reflexionando sobre el paso del tiempo, me pregunto, ¿existe el futuro? ¿y el pasado? ¿O incluso el presente? Analizando conceptos literarios, de eso hace ya mucho tiempo (aunque parece que fue ayer), ese profesor que, si tenemos suerte, a todos nos marca, nos explicaba que había ciertas teorías en cuanto a los tiempos clásicos: pasado, presente y futuro. Que algunos estudiosos argumentaban que sólo existe el hoy, el momento actual, el presente. Que debemos sentirlo como único para exprimir nuestro camino al máximo. Otros aseguraban que, para los humanos, sólo existía el futuro, puesto que sin la esperanza de un mañana, nada tendría sentido, dejaríamos de respirar, de luchar, de planificar, de soñar… nuestros rasgos más inherentes. Pero mi profesor estaba convencido de que ni unos ni otros acertaban. “Sólo existe el pasado”, aseguraba. Es el único tiempo en el que hemos dejado huella, en el que hay prueba de que hemos estado, el que conforma nuestra vida, nuestra personalidad. Porque el futuro, bien sabemos que es incierto. Y el presente…ya es pasado.
Yo, a mis treinta y tantos, estoy aún elaborando mi propia teoría, porque aunque ya me llamen de usted, me digan señora cuando entro a comprar en una tienda o me duela la espalda y al levantarme parezca que me falta el bastón, sigo sintiéndome como antes. Como siempre. Es curioso esto del paso del tiempo. Por fuera todo va cambiando, notamos cómo nuestro cuerpo ya es otro, nuestras formas se deforman, nuestra piel empieza a ajarse… pero en nuestro interior, en esencia, somos iguales. Tenemos, o al menos yo tengo (no pretende convertir en categoría mis propias sensaciones) las mismas inquietudes, los mismos miedos, angustias, inseguridades… que cuando compartía pupitre y cervezas a la salida de clase con mis compañeras de blog, planificando un futuro ideal, con una vida perfecta, un trabajo satisfactorio, con un puesto bien considerado, etc. “Juventud, divino tesoro” que dijera el poeta nicaragüense.
Pero ya estamos en aquel futuro. Con muchos de aquellos sueños hechos añicos y otros cumplidos. Con una realidad que quizás no esperábamos, pero que puede habernos sorprendido gratamente.
Suscribo lo que escribió aquí mismo mi amiga Andrea. Puede ser que el mayor de los avances que hayamos hecho en este camino de treinta y tantos años sea ir distanciándonos de los extremos, dejar el blanco y el negro (aunque confieso que en mi armario sigue predominando el negro) para ir descubriendo la riqueza de los colores, de los matices, de otras vías, otras opiniones y sentires.
Quizás mi teoría sobre el tiempo sea la ecléctica. Creo que trabajo por aglutinar las tres que señalaba un poco más arriba. Es importante el pasado, sin él, sin nuestra memoria y vivencias, no seríamos ni sombra de lo que somos. Para bien y para mal. El presente, es el hoy, es la constatación de que estamos aquí, tomando una tostada, disfrutando de esta soleada mañana, riéndonos a carcajadas, degustando un buen vino…
Y el futuro…sin él, nada tiene sentido. Porque necesitamos soñar, ilusionarnos, tener nuevos retos, mayores o menores, para seguir caminando con una sonrisa en el alma.
Quizás sea aspirar a mucho, pero me gustaría ser cómo esa señora. No a los 84, sino desde ya. No estudiaré ni derecho (no soporto las leyes) ni medicina (no puedo ver una gota de sangre sin desmayarme), pero espero ir viviendo cada día como si fuera el último, disfrutando de mis recuerdos y llenando mi futuro de nuevos retos y esperanzas, aunque a veces el camino esté lleno de piedras y baches, más piedras y más baches. Y todo ello rodeada de aquellos a los que quiero, porque sin mi familia y amigos, esto no tendría ningún sentido.
Y tengo treintaytantos.
viernes, 2 de diciembre de 2011
Tias buenas en pelotas
jueves, 1 de diciembre de 2011
¿Niño o niña?
En un momento en que nuestra sociedad ha dado enormes pasos en materia de igualdad, en el que los padres no deben agobiarse en pensar en la dote de sus hijas, en el que una mujer puede casarse con otra mujer, en el que queda muy poco para que también los hombres puedan gestar… A los padres nos sigue importando –y mucho- el sexo de nuestros bebés.
Pero no sólo a los padres. Es que todo el mundo considera que saber si es niño o niña es uno de los momentos cruciales de tu embarazo. Ahora que mi barriga comienza a notarse, la gente me hace esa pregunta: tras un rutinario y cortés “¿cómo estás?” viene el “¿y ya sabes lo que es????” y me miran con cara expectante.
Lo confieso, para mí también era algo muy importante, y no sólo por saberlo, es que sentía que no era lo mismo tener un hijo que una hija, yo tenía mis preferencias. La ecografía de las 20 semanas es la que suele arrojar este dato sin apenas margen de error… Eso y un montón de posibles anomalías y cardiopatías que se tratan de detectar también en dicha prueba.
Pues bien, yo, que soy hipocondríaca por naturaleza y que me suelo poner en lo peor, no estaba más que pendiente de si había o no colita. Me autodisculpo pensando que, una vez pasadas sin problemas las primeras pruebas, el chute hormonal de tu cuerpo te adormece las preocupaciones, das por hecho que todo está bien, y sólo te importa saber si se va a ser una nena o un nene.
Aunque insisto, no es sólo una cuestión propia de la madre y el padre, es que apenas nadie me preguntó si el feto iba bien, los abuelos y el resto del mundo querían saber si era “o” o “a”, no les valía con la neutra “@” que algún chalao moerno se inventó para el lenguaje no sexista.
Y atentos que estamos en el camino de poder elegir de antemano... Yo había leído algo relacionado con los días de la ovulación y el sexo del bebé. Mi vecino ginecólogo me confirmó que existe ya alguna base científica: siempre que me lo encuentro en el ascensor me pregunta qué tal estoy. Como ya estaba harta del rutinario "bien, gracias", decidí aportar la nueva información. "Es una niña", dije sonriente, y él me preguntó: "¿la habéis buscado con un método de ovulación?" Mmmmm.... Creo que el "milenarismo" va a llegar...
Y como siempre, nuestra adorada cultura del consumo contribuye mucho a todo esto. Aunque ya en los años 90 los hombres comenzaran a comprarse politos y camisas rosas, las tiendas nos recuerdan más que nunca que se trata de un color para niñas y que los niños van de azul, o de colores estridentes si es que entras en la sección infantil de H&M. Y, por supuesto, te recuerdan que hay un sinfín de prendas de Hello Kitty que le puedes comprar a tu hija ya que tú solo tuviste una libreta de la famosa gatita sin boca; y que, para compensar, tu hijo puede ir vestido de arriba hasta abajo –calzoncillos incluidos- de Rayo Mascuín (como dice mi sobrino).
En conclusión: yo creo que somos iguales en derechos, deberes y en oportunidades (no siempre se cumple), pero que hay rasgos que nos diferencian bastante, me da igual si los marca la sociedad, si son culturalmente adquiridos o si los determina la biología. Yo quiero niña y paso del topicazo “un niño es mejor para ti porque los niños son de las madres y las niñas de los padres”.
En fin amig@s, que creo que EL SEXO SÍ QUE me IMPORTA.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Perdona que no me levante
Para la entrada de hoy barajaba algunos temas interesantes en los que normalmente pienso mientras realizo alguna actividad rutinaria como secarme el pelo, tender la ropa, conducir, planchar… El caso es que finalmente no he escrito sobre ninguno de estos temas. Quizá porque la realidad de mis últimos 20 días les ha ganado la partida o quizá porque, sencillamente, he dejado de hacer cualquiera de mis tareas rutinarias y, en consecuencia, he dejado de pensar en ellos.
No sé si lo he contado antes, pero la cuestión es que estoy embarazada, por partida doble, y eso conlleva ciertos riesgos. Riesgos que yo no había experimentado hasta que el pasado día 10 mis mellizos decidieron que ya eran lo suficientemente mayores como para llevar a cabo la gran evasión. Con siete meses recién cumplidos… Por suerte, entre varios médicos, matronas, auxiliares y sus propios padres, conseguimos convencerles de que aún no era el momento, y logramos parar la huida. Un gran éxito, sobre todo en embarazos múltiples. Si bien, como daño colateral, su madre se ha visto desde entonces obligada a pasar su tiempo entre la cama y el baño… Una situación, como se puede imaginar, nada agradable. Sobre todo para las personas que, como yo, están acostumbradas a moverse bastante.
Total, que pasadas tres semanas desde la hazaña de mis pequeños escapistas aquí sigo, mirando al techo y tachando los días del calendario, como si fuera un inquilino de Alcalá Meco. En realidad es evidente que la mía no es una cuestión dramática y que, incluso, se puede aprovechar para descansar de cara a todo lo que se me vendrá encima en muy poco tiempo. Eso me dice la gente: “Tú disfruta”, “Aprovecha”, “Déjate cuidar que luego lo echarás de menos”, “Duerme mucho”. Vale, que sí, que lo sé, pero llega un momento en que una está ya harta de descansar, de dormir, de leer, de mirar Internet y de comer apoyada en una almohada. Y es que, básicamente, mi actividad de las últimas tres semanas se ha reducido a todo lo anterior.
Y no creáis que me siento demasiado mal, al contrario, estoy muy orgullosa de seguir reteniendo a estos listillos dentro. Y sé que no es justo quejarse porque lo mío tiene un final estupendo y un buen pronóstico, y hay gente que se encuentra en esta situación por motivos muchísimos menos agradables y por tiempo indeterminado. Solo quería decir que ahora los entiendo un poco mejor. Y, por eso, para aquellas personas que no hayan sufrido esta experiencia de momia viviente, he elaborado una especie de “horario” de lo que es uno de mis días de encierro tipo. A continuación lo copio íntegramente. Juzguen por ustedes mismos:
Lunes, 21 de noviembre de 2011
09.30 Me desperezo después de una noche en la que, como de costumbre, solo he conseguido dormir a trozos desde las 4.00. Me he levantado un par de veces para ir al baño, y me he despertado otro par de veces: la primera a causa de una pesadilla; la segunda porque mi hijo me ha introducido el pie debajo de la costilla derecha, a ver si conseguía descubrir la consistencia de mi pulmón. Aún así no puedo seguir durmiendo y tengo hambre. Mi marido llegó ayer a las 3.00 de la mañana del trabajo y sigue descansando. Pero como no se me está permitido levantarme a hacerme el desayuno no me queda otra que despertar al pobre, para que me dé de comer. Él ya está acostumbrado y, a pesar de todo, se levanta medio zombi y, con una sonrisa, me trae el Nescafé y las tostadas. Vuelve a meterse en la cama y yo desayuno por fin. Me levanto al baño.
10.00 Termino de comer y miro Internet en el Ipod. Repaso las actualizaciones del Facebook y me intereso especialmente por las indicaciones de Elcorreoweb: “Antes de salir de casa”. Me informo de que hay retenciones en el puente del Quinto Centenario y en la ronda urbana norte, y miro la temperatura media del día. Se trata de una de mis rutinas más arraigadas e inútiles durante estas semanas de cautiverio: si no puedo salir de casa, ¿de qué me sirve esta información? Contradicciones de la especie humana.
10.45 Me levanto al baño. Jose se despierta: "¿estás bien?", "¿qué tal has dormido?". Yo le pregunto por el día de ayer y si las elecciones dieron mucho trabajo. Evidentemente sí. Él mira Internet en su móvil. Yo empiezo a leer un libro que me ha dejado mi cuñada: Maldito karma, bastante entretenido. Jose se levanta y abre la persiana. Veo el cielo: despejado. Vuelvo a mirar el tiempo en Internet. De nuevo. No encuentro explicación a esta obsesión mía por la situación atmosférica.
11.30 Pasa el avión de las 11.30. Como no llevo gafas no consigo adivinar a qué compañía pertenece. Me propongo hacerlo para el avión de las 17.15. Me quedo un poco dormida.
12. 45 Vuelvo a mirar el Facebook. Me levanto al baño. Observo que hay una araña colgando de su tela que, casi con toda seguridad, ha anclado al extractor del techo. Me propongo quitarla de en medio pero, influida por el libro que estoy leyendo, me planteo que pueda tratarse de una persona reencarnada y decido perdonarle la vida. Así quizá consiga acumular buen karma. Me vuelvo a acostar.
14.00 Tengo hambre. Se lo digo a Jose y empieza a preparar la comida. Me aburro. Busco en el Google la siguiente frase: “Mellizos prematuros de 34 semanas”. Encuentro toda una serie de experiencias personales y datos médicos sobre lo terrible que es nacer con 34 semanas de vida. También hay gente que da “grasias a diosito porque todo lo superamos”. Me acojono y cierro estas páginas. Para olvidar el disgusto miro la aplicación del tiempo: 17 grados de máxima y 8 de mínima, cielos despejados. Jose me trae la comida. Como y me levanto al baño.
15.30 Me despierto de una pequeña siesta. Jose tiene que irse a trabajar. Me deja hecha una ensalada de pasta para la cena. Le doy un beso: “gracias tesoro”. Vuelvo a dormirme.
16.45 Me despierto y me levanto al baño. Vuelvo a acostarme y encuentro sobre la colcha un hilo de nailon, muy largo. Lo miro con curiosidad y jugueteo con él hasta que lo rizo con la punta de la uña. Acaba de perder todo su atractivo. Vuelvo a dejarlo donde lo encontré. Sigo leyendo. ¡Mierda!, acaba de pasar el avión de las 17.15 y no he conseguido averiguar la compañía… otra vez será.
18.00 Llama mi madre para ver cómo estoy y si ya nos hemos comido todas las fiambreras que trajo el viernes pasado. Noto una contracción, lo apunto en el Ipod.
18.30 Llama Paloma para saber cómo estoy y decirme que vendrá mañana a visitarme. Llama Marisa para decir que vendrá esta tarde sobre las 20.30, que si quiero cazón con tomate que ha hecho por la mañana. Le digo que sí. Mi hija hace bultos en el lado izquierdo de mi barriga hasta que esta adopta la forma de un melón picudo. Le digo que se esté quieta un poco. No parece estar muy interesada en la sugerencia.
19.00 Contesto un email del director de mi instituto con indicaciones sobre la tramitación de mi baja. Contesto otros correos de Erika y Vanesa. Miro el Facebook. Miro la aplicación del tiempo. Sigo leyendo.
20.20 Llega Marisa. Me trae el cazón y un gran repertorio de historias para nuestra tradicional tertulia. El tiempo se pasa rápido. Agradezco mucho las visitas de mis amigas y familiares porque, entre otras cosas, ofrecen esa variedad temática que una tanto añora cuando se pasa el día mirando al techo. Información del exterior. Quizá por eso me empeño tanto en conocer el tiempo atmosférico. Una forma de seguir en contacto con lo que hay ahí fuera.
21.45 Marisa me trae la ensalada de pasta de la cocina y baja la persiana. Nos despedimos. Yo ceno mientras pienso en los regalos de Reyes que no me ha dado tiempo de comprar. Me levanto al baño. Llama Andrea. Noto otra contracción.
22.30 Jose llega del trabajo con más de una hora de antelación. Como ayer se quedó de los últimos, hoy le han dejado salir antes. Me alegro mucho. Charlamos un rato y él se va al salón para cenar.
23.00 Pienso que es hora de levantarme para una ducha. Quizá también debería lavarme el pelo, pero eso puede esperar. En el fondo tengo miedo a mantenerme demasiado tiempo de pie y que mis mellizos decidan asomar la cabeza y se precipiten contra la base de la columna de hidromasaje. Me ducho rápidamente y vuelvo a la cama.
00.00 Jose se acuesta y leemos un rato. Yo no tengo ni pizca de sueño y no sé por qué. Miro la predicción meteorológica para mañana. Mi hijo se instala de nuevo bajo mi costilla derecha. Sospecho que esta tampoco será una buena noche.
P.D.: Agradezco mucho a todos aquellos que me están ayudando en mi encierro diario. A mis amigos, a mi familia y, sobre todo, a mi marido, que siempre está aquí para lo que haga falta. Me solidarizo con los enfermos que en estos momentos pasan por una postración obligada y les deseo una rápida curación.
En cuanto a mí, empiezan quince días de cuenta atrás. Espero no haberme vuelto loca para entonces.