martes, 10 de enero de 2012

Rosa de los vientos


Siguiendo el hilo que ha iniciado Kika, y de acuerdo con ella en que para mantener el norte hay que disfrutar del sur, estoy convencida de que, para poder ilusionarse, entusiasmarse con esos momentos que salpican la rutina y las responsabilidades diarias hay que nivelar, estabilizar la rosa de los vientos para estar seguros de cuáles son nuestros puntos cardinales y si realmente son los que queremos. Las pinceladas de sur deben iluminar una, ya, por sí misma, atractiva acuarela de norte.

Desde la adolescencia he tenido dos extraños antojos. Llevar gafas e ir al psicólogo. Absurdo, ¿verdad? Pero tenía una vista estupenda y una estabilidad emocional que no me daba ningún motivo para acudir a terapia. Las largas jornadas laborales y las horas bajo el flexo me regalaron la miopía a los veintitantos. Y al final no opté por empujar la montura, por el centro, con el dedo, mientras estudiaba - que  creo que era lo que me gustaba de llevar gafas- sino por las lentes de contacto. La vida también me ha llevado a una consulta psicológica que me ha ayudado, tanto o más que la ciencia óptica, a enfocar el presente e incluso el pasado.

Antes de tener treinta y tantos, los momentos de sur multiplicaban a los de norte y, en la cima de la rosa de los vientos, todo salía bien si hacías lo que tenías que hacer. Rozando ya las cuatro décadas, quizás, como afirma la gran profesional frente a la que me he sentado algunas veces, podemos ver nuestra vida como una sucesión de fichas de dominó. En fila. Ahí están: hijos, familia, amigos, pareja, trabajo, aficiones, obsesiones, ilusiones… Llega un momento –que según parece por lo que veo a mi alrededor suele aflorar en la mitad del ciclo vital- en el que algunas fichas empiezan a tambalearse. Alguna se cae y tumba a la siguiente y ésta a la otra y, así, sucesivamente. Lo que era estable, firme, tiembla hasta incluso romperse.

La clave está, desde mi propia experiencia y con la inestimable ayuda de la que ha sido ‘mis gafas’ introspectivas, en observar las fichas, una a una… Una vez analizadas , a trabajar. Algunas quedarán en su sitio, otras las tendremos que colocar mirando hacia otro lado, otras las giraremos y otras directamente las desecharemos porque ya no nos sirven. Incluso podemos buscar nuevas fichas.

El resultado ya no será esa línea recta que habíamos construido, sin saberlo, durante años. Puede que sea un cuadrado, una elipse o una especie de escalera. Cualquier trazo o dibujo vale siempre y cuando podamos volver a tener el norte en el más alto de los pétalos de su rosa y el sur, sujetándolo, abajo, para disfrutar de ambos, para sonreír con ambos, para, en definitiva, VIVIR, con mayúsculas, con ambos.   

Swift.

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