martes, 24 de enero de 2012

Bajada de pared de revés


He descubierto en Aznar un ‘puntito’ feminista. Bueno, más bien, creo que el marido de la alcaldesa de Madrid ha contribuido, seguro que sin darse cuenta, a que un amplio porcentaje de las mujeres españolas de treinta y tantos en adelante dedique parte de las horas del día a sí mismas a la vez que hacen deporte. El ex presidente puso de moda el pádel hace muchos años y hoy, lo que antes se consideraba elitista, de ‘pijos’, se ha extendido tanto que es casi tan habitual, entre las de mi generación, como era, en mi adolescencia, jugar al baloncesto a al voleibol. “¿Qué te crees que me ha dicho mi marido?... ¿Otra vez con la ‘paliiiita’ en la mano?... ¡Mira como cuando me ve con la fregona en el mismo sitio no me dice nada el gilipollas!”. Este comentario de una de mis desconocidas compañeras de cancha hace unos meses me ha llevado a escribir sobre esto.

El pádel, además de ser un deporte, es, quizás, de los pocos que, a nuestra edad, enganchan de verdad. Quizás porque no sólo es deporte. Además de hacer ejercicio, te hace escapar de la rutina, se hacen amigos y es ‘más que compatible’ con una cervecita o vino pre o post partido, o un cigarrito de tertulia  terminado el último set. Y eso que aún no he llegado a entender del todo, aunque he caído en la tentación,  eso de ponerse una falda sin tacones… A lo mejor es que a la vez que lo vas practicando se te van formando unas piernas que te lo permiten. O tú te lo crees, que tampoco está mal aumentar la autoestima aunque sea sobre una base irreal.

Además, te das cuenta de que aún te quedan unos treinta años para disfrutar de él. Y si lo piensas… ¡no hay tantas cosas en la vida que cumplan esas expectativas! Sí, justo cuando te apuntas a un torneo, aparece una pareja de unos… cincuenta y tantos… así, ‘a ojo’…., miras a tu compañera –ilusa de ti-, pensando “esto está hecho, son nuestras”, y te meten un 6-0, 6-0, casi sin mover los pies del suelo, como si su campo midiese cuatro metros cuadrados y tu parte de la pista cuatrocientos.

Yo soy una de las ‘atrapadas’ gratamente por el pádel. Lleva años sirviéndome de terapia, me hace sentir saludable, me hace desconectar, que no viene mal de vez en cuando y, sobre todo, me ha hecho conocer a unas parejas y contrincantes muy especiales. Descubrir, empuñando una pala, amigas excepcionales. Lo dicho, gracias Aznar, aunque se me siga resistiendo, como muchos otros golpes -éste sin remedio- la maldita bajada de pared de revés… Ah, y no sólo a José María: Héctor, Óscar, Yayo, Carmelo, ¡gracias por vuestra paciencia!

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