miércoles, 14 de marzo de 2012

Sanchos y Quijotes

Releyendo mis pocas aportaciones a este blog (sí, desde que nacieron mis mellizos las únicas palabras que escribo son cambio, mililitros y pecho) me he dado cuenta de una cosa: casi todo lo que he contado por aquí (o lo que se me ocurre contar) está enlazado, de alguna u otra forma, con mi impenitente afición televisiva. Creo que es algo consustancial a mi forma de ser ya que llevo “atada” a un televisor desde que tengo uso de razón. Precisamente mi madre me recordó hace unos días su disconformidad con una psicóloga de mi colegio que le pedía que apagara la tele mientras yo estudiaba porque “así la niña no se concentra”. Pues bien, entre todas las cosas que agradezco a mi madre, se encuentra el que echara en saco roto el consejo profesional y aplicara el sentido común al asunto: si “la niña” sacaba buenas notas a ver por qué “la niña” no podía tener encendida la tele mientras estudiaba. Por todo esto, porque la tele forma parte de mí, no me importa en absoluto que sirva de punto de partida a muchas de mis entradas en este blog.

Sin embargo esta vez quería evitar que esto ocurriera, quería escribir algo distinto, más profundo, quizá más relacionado con mi actual profesión (soy profesora de Lengua y Literatura). Así que pensé en algún tema literario que me gustara especialmente y sobre el que pudiera basarme para esto. Lo cierto es que no tuve que romperme mucho el coco, enseguida me vinieron a la cabeza los que, casi con toda seguridad, son los personajes más universales de nuestra literatura: Don Quijote y Sancho Panza. En realidad la tesis era bien sencilla: en principio puede pensarse que todas las personas podemos clasificarnos en estos dos grandes grupos, o somos Sanchos o somos Quijotes, y por ello estamos ante dos figuras que nos atraen tanto y que han seducido a la Humanidad desde que salieran de la genial mente del escritor manco. Sin embargo, lo que yo considero la verdad del asunto, es que en nuestro interior todos tenemos un pequeño Sancho y un pequeño Quijote que se complementan para llevar a cabo cada una de nuestras acciones. A veces luchan, a veces cooperan, a veces el Sancho que creemos firmemente que somos (me gusta adscribirme a este subgrupo) se “quijotiza” de tal manera que se nos presenta transfigurado y reconvertido hasta extremos insospechados.

Así, mientras tomaba en consideración estas ideas (poco originales, por otra parte, y más que reiteradas por muchos cervantistas) me descubrí identificando Quijotes y Sanchos por todas partes y, cómo no, por supuesto en las series televisivas que últimamente sigo. A saber: Holmes y Watson (‘Sherlock’), House y Wilson (‘House’), Leonard y Sheldon (‘The Big Bang Theory’)... Y más allá de la pequeña pantalla, tal como me ha apuntado Jose oportunamente, los robots C3PO y R2D2, prueba irrefutable de la universalidad de los amigos manchegos (incluso en una galaxia muy, muy lejana).

“Muy bien”, pensé, de nuevo la tele en el blog, ¿cómo es posible? Decidí entonces que tenía que eliminar todos estos datos del posts y centrarme de nuevo en una reflexión más sesuda. Pero entonces comprendí que era inútil y, más allá, que si lo hacía traicionaba la verdadera esencia de la literatura y de nuestra obra universal. Y dicha esencia no es otra que la verdad irrefutable de que las historias que desde tiempo inmemorial han ido ocupando páginas de libros y apilándose en nuestras bibliotecas primero y en nuestras pantallas y discos duros después surgen de la vida misma. No son inventos etéreos: las narraciones, los cuentos, han formado siempre parte de la vida del ser humano. Los necesitamos para comprendernos, para relacionarnos y para defendernos del vacío enorme que nos rodea. Y es ahí donde radica su magia.

Pero dejadme que acabe esta entrada con la maravillosa introducción a la también maravillosa serie ‘El Cuentacuentos’, que resume esto muchísimo mejor que yo y a la que, por supuesto, yo estaba enganchada cuando era niña: “Cuando las gentes sabían de su pasado a través de los cuentos, explicaban su presente contándose cuentos y predecían su futuro con cuentos… el mejor lugar de la casa junto al fuego se le reservaba siempre al cuentacuentos”.

P.D.: De todas formas yo sigo sin quitarme la manía de clasificar a los que me rodean en Quijotes y Sanchos. Igual me pasó cuando una amiga me dijo que los hombres se podían clasificar según su cara pareciera la de un perro, un pájaro o una tortuga y me llevé una semana interesándome muy en serio por la morfología del rostro de todos los hombres que veía a diario para ver en qué categoría debía enmarcarlos. Pero esa ya es otra historia…

3 comentarios:

  1. Hola, a pesar de la caña que me has dado en el foro de Facebook, no soy rencoroso :)
    Tienes un enlace al blog en tu perfil de Facebook, y por eso estoy aquí.
    Me gusta mucho tu entrada. Yo soy profe de español y justo la semana pasada hablamos del Quijote. Traté de buscar ejemplos de sanchos y Quijotes y no encontré muchos. Usaré los propuestos aquí, gracias :)
    Te invito a que visites mi blog www.davidfergar.com
    PD: me encantan las críticas...y las diacríticas :P

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  2. Me encanta Mrs Tomico te esperabamos ansiosas!!!!

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  3. Vaya, David! Me alegra verte por aquí. Bueno, primero perdona mis críticas, es lo que tiene la baja maternal, que como una no tiene nada que corregir... le entra la furia correctora y se vuelve loca. Pero vamos, que en cuanto vi que vivías fuera de España lo comprendí... Seguiré tu blog, seguro que está genial.

    Gracias, Kenthia, el próximo miércoles no fallo :)

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