martes, 27 de marzo de 2012

'Ya colgué mi armadura en tu portal...'


‘YA COLGUÉ MI ARMADURA EN TU PORTAL…’

La semana pasada Kika escribía sobre si la política tiene hueco o no en el amor. Sobre si ‘la política del amor’ puede contribuir a mejorar o mantener una relación sentimental. Absolutamente convencida de la incompatibilidad de ambos conceptos, tecleé rauda la palabra política en la web de la Real Academia Española (RAE) topándome con lo que esperaba en una de sus acepciones: “Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean medios para alcanzar un fin determinado”. ¿Traza?, ¿fin?, el amor es completamente ajeno a todo eso, pensé, y el término ‘fin’ me trasladó inevitablemente a otro: ‘objetivo’. La RAE me volvía a aclarar al definirlo como “punto o zona que se pretende alcanzar como resultado de una operación militar”.

El amor es un objetivo en sí mismo y amar es la única estrategia y la única táctica para alcanzarlo, mantenerlo, vivirlo y disfrutarlo. Se me hace impensable que para amar y ser amado sea necesario poner en práctica “un proceso regulable, conjunto de reglas que aseguren la decisión óptima en cada momento” (acepción de estrategia) o que para ello urja adoptar “un método o sistema para ejecutar y conseguir algo” (acepción de táctica). Y disipó mis dudas, aún más, el apunte del diccionario español de referencia que seguía a esta definición, la táctica del avestruz: “actitud de quien intenta ignorar peligros y problemas”.

Con una ‘personalidad’ situada en la antípoda de la del avestruz, y con el mismo grado de convencimiento en mi certeza que en mi posibilidad de error, estoy segura de que para que el amor perdure debe tener tal profundidad, tal consistencia, que no necesite aderezos, que se autoalimente cada día y, así, crezca, transformándose, evolucionando, siempre nutrido por una coincidencia en el concepto de pareja de los miembros de la misma. El gran secreto, quizás, esté en tener lo que el otro quiere; querer lo que el otro tiene; querer dar lo que el otro quiere recibir; querer tener lo que el otro quiere dar. La política del amor, poner en práctica estrategias, tácticas para lograr un objetivo, puede tener un éxito relativo, con fecha de caducidad y con muchas posibilidades de acabar en ‘guerra’, en ‘ruido’. Además, todo eso supone un esfuerzo, e incluso artificio, que, desde mi perspectiva, absolutamente romántica, sí, lo reconozco, chirría con el propio concepto del amor. Como Sabina, “yo no quiero amor de invernadero”. Los estrategas no aman, quieren amar, se empeñan en ello. Y así, pueden acabar empeñando su felicidad.

La canción que os propongo hoy resume mi, seguro para algunos, utópica e idealista teoría. Como escribe e interpreta Jorge Drexler en Fusión, cuando amo no me importa confesar que 'ya dejé mi armadura en tu portal' -el 'yo' más desnudo- ni que 'desde el corazón a los dedos, no hay nada en mi cuerpo que no hagas vibrar' -pasando por el circuito neuronal, los pensamientos y hasta las cuerdas que desencadenan la risa-. Me quedo con esas dos frases y con una pregunta y sus acertadas respuestas: "¿qué fue que nos unió en un mismo vuelo? Los mismos anhelos, tal vez, la misma cruz..." -el origen, la trama y el desenlace-.

hhtp://www.youtube.com/watch?v=nN5mx6-U7HE




http://www.youtube.com/watch?v=nN5mx6-U7HE

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