viernes, 9 de marzo de 2012

Los eternos veranos


¿No os da la sensación de que los días son eternos pero también de que el tiempo –los días, las semanas, los meses, los años- pasan muy deprisa?

Creo que es muy común que nos hagamos esta pregunta… y que la expresión más usada cuando te encuentras con amigos es “¡cómo pasa el tiempo!”. Pues bien, tiene una explicación científica de la mano de la neurociencia.

La mente hace cosas extrañas con nuestra percepción del tiempo. En 1963, el experto Michel Siffre fue a vivir en una cueva completamente aislada de relojes y luz natural y pronto comenzó a experimentar enormes cambios en su percepción del tiempo. Cuando intentó medir dos minutos contando hasta 120, le tomó 5 minutos. Al salir de la cueva estimó que su experiencia había durado 34 días, cuando en realidad había durado 59. La experiencia psicológica de Siffre fue que el tiempo se aceleraba…

Pero no es necesario esconderse en una cueva para que nuestra percepción del tiempo se altere. Estudios demuestran que la diferencia en la percepción del tiempo se produce entre niños y mayores, entre hombres y mujeres, respecto al tiempo pasado y al tiempo que está por venir... La explicación que se ofrece hoy en día a este hecho tiene que ver con nuestra memoria.

Para un niño el tiempo transcurre muy lento, porque tiene pocos recuerdos, poco llena la memoria y, al comparar con un hecho anterior, no parece que haya pasado mucho tiempo. Todos recordamos esos interminables veranos cuando teníamos ocho años, y cuánto tardaban los Reyes Magos en llegar… Lo he encontrado en un estudio: “Con más edad el tiempo que pasa es una parte proporcionalmente menor en relación a lo ya vivido y muchas de las experiencias que ocurren al ser ya conocidas pueden parecer menos novedosas en edad avanzada. Así parece ser que llegamos a esa situación en la cual el tiempo cada vez parece más efímero”.


Además, también influyen otras cosas. Una hora puede ser muy larga o muy corta dependiendo de nuestra experiencia. Cuando lo estamos pasando bien por ejemplo o distraídos con algo que nos gusta, el tiempo vuela. Sin embargo, en otras ocasiones ese mismo tiempo nos parece mucho más largo. Hay estadísticas sobre eso: un 82% de hombres y un 97% de mujeres han contestado que cuando recuerdan situaciones intensas les parece que ha sucedido a cámara lenta; un 67% de hombres y un 77% de mujeres han contestado que en un viaje se hace más corta la vuelta.; Un 51% de hombres y un 55% de mujeres han contestado que al ver una película una tercera vez esta parece más corta que la primera, un 84% de hombres y un 86% de mujeres han contestado que cuando están cansados el tiempo parece pasar más despacio; y un 90% de hombres y un 85% de mujeres han contestado que cuando están esperando a alguien el tiempo parece pasar más despacio.

A mí todo esto me trae una moraleja. Si queremos atrapar el tiempo, que no se nos escape, vivirlo intensamente, y evitar así esa sensación de que el tiempo ha pasado muy deprisa, nada como enfrentarse a nuevas experiencias. Compara cinco días de una semana corriente con cinco días de viaje a una ciudad desconocida; pasados esos cinco días, dirás que la semana habitual se te pasó volando, pero la semana de viaje se siente como mucho más larga. Un año en el extranjero se siente como más largo que un año común… ¿verdad?

Curioso tema éste del tiempo. Nosotros obsesionados midiéndolo y mirando el reloj, ajustando nuestra vida en microsegundos, y luego resulta que lo realmente importante es el tiempo subjetivo. Como en otras tantas cosas, qué equivocados estamos…

«... el sentimiento del tiempo, que algunos llaman
impropiamente sensación del tiempo, no contiene otros
elementos que los señalados en la rima: sensación y recuerdo».
(J. DE MAIRENA, Arte poética)

2 comentarios:

  1. A mí los lunes se me hacen eternos. Y los fines de semana se me pasan volando. No sé si a los neurólogos les pasará lo mismo...

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  2. neurocientíficos, neurocientíficos...que no es lo mismo!

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