viernes, 30 de marzo de 2012

Que te calles


Los neurólogos están constatando algo que sospechábamos: el cerebro gasta menos energía en observar el mundo exterior que en elucubrar, experimentar e imaginar. La principal causa es que hablamos demasiado y, si hablamos todo el rato, nuestro cerebro no puede analizar el mundo que hay ahí fuera. Y nos lo estamos perdiendo.
Situación 1. Nos encontramos en la calle con una persona a la que hace mucho tiempo que no vemos. “¿Cómo estás, cómo te va?”, le preguntamos. “Pues ya ves, trabajando, que es que no paro, estoy superliada, y con los dos niños más aún, y encima no te lo vas a creer pero estoy estudiando las oposiciones, sí, sí, oye tú estás muy guapa, yo me he hecho la ortodoncia también, lo ves, bueno, un beso que llevo prisa”. 
Situación 2. Llamas por teléfono a tus padres. “Vaya día que llevo mamá, el niño con fiebre, y en el trabajo resulta que han echado a mi jefe. No sé si soy la siguiente, vaya. Por cierto, qué bueno estaban los canelones que me enviaste. Oye, que creo que no podré ir el fin de semana con este enfermo. Ya te aviso. Venga, que se me quema la cena, te dejo, mañana hablamos”. “Adiós hija
Situación 3. En el parque con una vecina. “No sé qué le pasa a mi niño, que lleva un par de días que se hace pipí encima”. Ella responde: “Pues la mía para eso es buenísima, esté donde esté ella me lo pide porque es muy madura, lleva sin hacérselo encima desde que le quité los pañales, vaya, y eso que se los quité pronto, que con un añito y medio ya no tenía. Al revés que mi Mario, que con dos años y medio aún los llevaba, pero cada niño es que tiene su tiempo, bla, bla, bla”
¿Realmente se ha producido una comunicación en estas situaciones? NO. Se habla demasiado, se escucha muy poco. El verdadero problema es que nos creemos el centro del universo. Y eso, aparte de ser una falta de respeto hacia nuestros interlocutores, demuestra lo poco inteligentes que somos: verdaderamente se aprende escuchando, en lo que se llama “escucha activa”, que implica que se tiene la habilidad de escuchar lo que la persona está expresando directamente, y también captar los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo.
Hay una frase muy famosa de la Marquesa de Sevigné (no soy tan ilustrada, no la conocía de nada hasta que he buscado citas para este post) que dice: “si nacemos con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar”.
Hablamos, hablamos y hablamos. Y, sin embargo, ¿cuántas cosas decimos a lo largo del día que realmente aporten algo a los demás? No se nos mete en la cabeza que escuchar es comprender; quien escucha no está desempeñando un rol pasivo, está trabajando activamente con el pensamiento. Y en esa ida y vuelta, se produce la comunicación.
Os dejo con otra frase, de otro personaje que no conocía, pero que viene al dedo:
Callando es como se aprende a escuchar, escuchando es como se aprende a hablar y hablando se aprende a callar” (Diógenes de Sínope)

Vamos a callarnos un poquito, por favor.




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