sábado, 25 de febrero de 2012

Retrovisor

Llevo días, semanas, sin el espejo retrovisor interior del coche. Al principio, lo eché de menos una barbaridad. Cuando conduzco necesito controlar todos los frentes. Y ahora,  ¿cómo iba a mirar lo que me venía por detrás, o lo que iba dejando atrás?

Anoche, días, semanas después de que me encontrara el espejo colgando de un hilo de cola tras el intento fallido de mi santo por arreglarlo, reflexionaba sobre la metáfora de la vida que para mí ha supuesto la mera anécdota del retrovisor.

Durante mucho tiempo he vivido empeñada en mirar atrás. Me cuesta mucho soltar amarras incluso cuando han sido cosas o personas que han supuesto un lastre en mi vida, siempre me ha costado cerrar etapas. Y sin embargo, con los años me he dado cuenta de que no se puede vivir la vida aferrada al pasado y mirando constantemente atrás. Sí, las cosas pasan –para bien o para mal- y te aportan experiencias –mejores o peores-; y precisamente para eso están los retrovisores laterales. Para tenerlos en cuenta, pero sólo de  reojo, porque si pasas más tiempo del necesario, ¿qué es lo que te pasa? Pues que, al final, te chocas.

Sé con certeza que aún pasará tiempo antes de que arreglemos el retrovisor de mi coche. Pero cuando lo haga, prometo guardar la vista al frente, mirando de reojo aquello que fui, aquello que aún soy, pero con la mirada en el horizonte de lo bueno o malo que quede por venir.


^[He decidido que no te quiero ver
estoy cansado de oírte protestar, adelante,
chilla cuanto puedas, eso no me va a impresionar,
 estoy ascostumbrado ya, de Punk (Los Planetas)]

No hay comentarios:

Publicar un comentario