viernes, 24 de febrero de 2012

Maniáticos

En mayor o menor grado, todos somos maniáticos en nuestras vidas. Con la realización de esos actos, mezcla de rutina y superstición, nos sentimos más seguros, más responsables de lo que vivimos. Yo, lo reconozco, soy maniática.

Están las manías antológicas-universales, como cerrar la puerta del armario antes de dormir o levantarse con el pie derecho de la cama, por ejemplo. En realidad hay tanta gente practicando esa manía que más bien es un deporte. Luego, están las manías estilo 'mejor-imposible', como caminar sin pisar las líneas de los adoquines o lavarse repetitivamente las manos... que indican un poco menos de salud mental. De hecho, pueden indicar esquizofrenias y trastornos obsesivos-compulsivos. También hay manías artiméticas. Sí, como leéis: son manías relacionadas con los números. El gran inventor Nikola Tesla (uno de los padres de la electricidad) sufría desorden numérico obsesivo-compulsivo o aritmomanía. En concreto, buscaba permanentemente en su vida cotidiana números divisibles por 3, por ejemplo a la hora de elegir habitación en un hotel prefería un número como el 207, múltiplo de 3. Además, pedía exactamente 18 toallas limpias cada día. Y si salía a dar un paseo, daba siempre 3 vueltas a la manzana. En otro nivel, hay manías históricas. Es muy conocido, por ejemplo, que Adolf Hitler caminaba siempre dentro de su despacho en diagonal silbando la misma ópera de Wagner. Lejos de ahí, luego están esas manías personalizadas, que nos caracterizan, y de las que por mucho que quieras no puedes desprenderte. A mí por ejemplo, no me veréis nunca comenzar a leer un periódico por la primera página... me gusta hacerlo por la última, siendo así la pesadilla de los publicistas. Además, por mucho que lo he intentado, cuando escribo un sms tengo que hacerlo con todas las letras, en un castellano perfecto, sin abreviaturas ni símbolos. Tengo que acabar todas las comidas con algo dulce, odio que la televisión y la radio estén sonando al mismo tiempo, y siempre comienzo la compra en el supermercado por la zona de los yogures. Siempre que hago por teléfono tengo que tener un bolígrafo en la mano y escribir. Es imposible que cambie estas rutimanías. 

Nosotros mismos somos felices con nuestras manías... el problema llega a la hora de aguantar las de otros ¿verdad? Pues bien, mi marido tiene una de esas manías comunes, la de que siempre hace temblar una pierna cuando está sentado. También detesta que nadie le toque cuando está comiendo, y que haga ruido con los cubiertos en el plato. Creedme... es cuestión de vida o muerte cumplir estas dos últimas reglas domésticas. Tengo otra amiga cuya manía es la impuntualidad. Dice que no soporta llegar a tiempo a los sitios. Y un conocido que debe comprobar siempre varias veces si cierra o no el coche. ¡Es insoportable!

Pero las manías transmiten ternura. Nos hacen humanos, nos caracterizan...y allí vamos siempre con ellas... ¡ponga quien se ponga por delante!

http://www.youtube.com/watch?v=m9Dwv5-0qXU

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