viernes, 10 de febrero de 2012

La gran contradicción


Soy una mujer llena de contradicciones en las pequeñas cosas.  Comienzo el día desayunando fruta porque quiero cuidarme, lo acabo con un plato de macarrones gratinados. Odio la superficialidad, pero leo revistas como Voque, Elle o Cosmopolitan. Me gusta la música relativamente tranquila, pero escucho Rock FM en el coche. Y me encanta la lluvia, pero detesto mojarme.
No me preocupa en exceso, porque sé que casi todo el mundo es así y hoy en día la coherencia es una valor en peligro de extinción. Cuando sí me preocupa es cuando cruzo la línea de la contradicción peligrosa: no ser coherente en las grandes cosas. Y hay una, la gran contradicción de mi vida, que está ahí y me persigue adonde me dirija: soy periodista, experta en comunicación, con un máster y varios cursos, incluso he ganado algún premio literario… y no sé comunicarme en mi vida personal. Puedo escribir una nota de prensa de lo más estrambótico, un discurso al líder más tirano, un guión televisivo sobre neurociencia, un slogan publicitario a una marca de tabaco, si me pongo. Pero pregúntame cómo me siento… que de repente las letras del abecedario se amotinan, la gramática tirita, la semántica huye despavorida y la comunicación no verbal se rebela. 
Lo reconozco, me cuesta mucho transmitir lo que pienso y siento con claridad. La cuestión es que no me considero tímida ni introvertida, ni mucho menos, aunque mis amigas me echen en cara –y con razón- que nunca acudo a su ayuda cuando algo me inquieta o me preocupa. Más que hermética, soy torpe a la hora de expresarme. Hasta tal punto que me he encontrado en más de una situación difícil por malos entendidos (yo los llamaría mejor malos explicados). Cuántas cosas no dije, cuántas dije sin sentirlas por despecho, cuántas debí decir y no lo hice. Y cuántas dije y no debí decir…. Y, lo más sorprendente de esto es que nunca sabré las consecuencias de estas torpezas… incluso puede que mi vida hubiese sido otra…
A veces recurro a escribir cosas, porque tengo más atino, como ahora, y darle a mi interlocutor el texto escrito. En otras ocasiones, cuando tengo que decir algo importante, me escribo un guión antes y lo memorizo. Ya veis… a veces mostrarme  a los demás para mí es como hacer un cubo de Rubik con los ojos cerrados.
¿Qué me ha salvado de esta encrucijada en ocasiones? Pues que, al mirarme, creo soy absolutamente transparente, sin añadiduras ni vestiduras. Si sabes leerlo, comprendes qué siento y qué quiero decir…. aunque mi boca y mis gestos digan lo contrario.
He leído en algún sitio que las contradicciones de la vida sirven para romper el orgullo mental. Para darnos cuenta de lo vulnerables que somos. Para no engañarnos con lo que imaginamos que somos, que tenemos, que hacemos, que queremos. Y ésta que os he presentado, señoras y señores, es la mía, mi gran contradicción. 
 

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