jueves, 16 de febrero de 2012

Historias humanas

Espero que nadie me tache de xenófoba, pero participo muchas veces en esas conversaciones en las que se concluye que es mejor procurar no comprar en las tiendas de chinos, que tienen precios y horarios desleales con la competencia, que se han estado cargando el comercio local y que, de ser verdad lo que se dice, no pagan impuestos, "chanchullean" con hacienda y no contribuyen al crecimiento de nuestro país, sino al del suyo, en el que encima gobierna un régimen que no respeta los derechos humanos, ni las mínimas normas medioambientales, sino una industrialización y un capitalismo aún más salvaje y despiadado que el nuestro.

Así que he procurado desde hace un tiempo no comprar demasiado en sus negocios. No puedo evitar hacerlo de vez en cuando, porque son cómodos, en un mismo lugar tienes de todo, están abiertos casi a todas horas y, sobre todo, son muy baratos, la calidad en ciertos momentos te da igual.

Y he contribuido con mis palabras en muchas reuniones a fomentar esa imagen que tenemos de ellos como huraños, raros, explotados y eplotadores de los suyos, desleales... Hay una carga de prejuicios en nuestra percepción de cada cultura. Nos suele resultar más simpático un africano que vende pañuelos en los semáforos que un chino o un rumano, busquemos razones objetivas que lo justifiquen si queréis, pero en el fondo no las hay sin conocerlos como personas a ninguno.

Bueno, como os decía, evito comprar en tiendas chinas. Excepto en la de abajo de mi casa. Supongo en el fondo que es porque se dedica a la ropa y tiene "varias cosas muy monas", y me lo he estado justificando a mí misma diciéndome que "los de abajo son diferentes, tienen un trato muy simpático y hacen por integrarse, porque el niño está siempre jugando en la calle con otros niños españoles de mi barrio".

Y ayer fue una de esas tardes que entré a curiosear si había algún trapo "mono" y barato en el que meter mi "bombo", que ya no me cabe en la ropa que tengo. Yo estaba curioseando percheros y en el mostrador el matrimonio intentaba junto con el niño sacar adelante los deberes que le habían puesto en el "cole". Supongo que, porque ya me conocen de verme allí, la madre me pidió ayuda, y me puse con el nene. He de deciros que habla español perfectamente, como un sevillano, pero claro, estaba con un ejercicio de lengua sobre diéresis, y que conozca palabras como lengüeta o piragüista era mucho pedir. Le ayudé gustosamente y he de decir que me resultó muy gratificante y enternecedor. Su madre me contó que llegaron aquí cuando el niño tenía 3 años y medio. También tienen un bebé. Y observé que junto a sus deberes en español, el niño tenía un libro de chino, prueba evidente de que no quieren que deje de practicar su lengua, de leerla y escribirla. Y luego el inglés...

Al terminar, le pregunté su nombre y me contestó que se llamaba Pepe, lo hace para integrarse, para ponérnoslo fácil a los españoles, aunque luego se atrevió a escribirme su nombre real, Tian Yang, seguramente feliz de que alguien se interesara por sus orígenes y por su verdadera identidad.
Me quedé reflexionando por la noche sobre comercio, crisis, emigración y prejuicios... Me sigue dando coraje que cierren las tiendas de "aquí", pero cuántas historias de superación hay detrás de quien no miramos sin las gafas del estereotipo...

PD: Por cierto, hablando de inmigración, hace dos domingos estuve en el mercadillo de Alcosa y vi a varios africanos al servicio de gitanos en sus puestos, estaban a sus órdenes reogiendo , montando, guardando mercancías en los camiones, no sé pero fue una imagen que me llamó la atención.

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