jueves, 5 de julio de 2012

Un olé por los macarras


Hoy voy a hacer un alegato a favor de los macarras. Y diréis, ¿esto a cuento de qué? Pues sí, lo confieso anoche vi Tres metros sobre el cielo y desde entonces no me quito a este chico de la cabeza. Muchos dirán (los y las más machistas, supongo) que es un calentón de treintañera, y yo la verdad es que no voy a negarlo, pero lo de este chiquillo (sí, chiquillo, porque es que no puedo evitar ya mirar a los yogurines desde la distancia que da la edad cuando se pasan los 30, y encima se es madre) es que ¡NO ES NORMAL!.
Mario Casas en un fotograma de la peli.

Obviamente y en primer lugar me refiero al físico (no tengo el gusto yo de conocer al chico en persona) pero también al papel que hace en la película. Es el típico guaperas, buenorro, chulo, traumatizado por un acontecimiento familiar y al que para rematar, no podía faltar el detalle de la moto.

Y es que la verdad que la peli reúne todos los tópicos de las historietas juveniles con las que los americanos llevan bombardeándonos años y  que engancha a los adolescentes (y a los no tan adolescentes, ¡qué coño!) Chico malo, conoce a chica buena, se enamoran perdidamente para descubrir que pertenecen a mundos demasiado diferentes e incompatibles

Todas y todos negaremos, con cara de asco incluso, que nos gusten estas películas. Como mucho, admitiremos que nos entretienen en una tarde de sofá y lluvia en fin de semana.

Pero entonces ¿porqué son un éxito y se siguen haciendo repitiendo el mismo guión?
Desde mi punto de vista y en cuanto a la audiencia femenina (el masculino será objeto de otro post), es porque a las mujeres nos encantan los macarras.

Que levante la mano la que no haya tenido un macarra en su vida y la que la levante, que piense si al menos no ha fantaseado alguna vez con la idea; que no haya pasado tardes babeando por el más malo del instituto, ése que no tiene nombre ni apellidos, sólo mote; ése que en la facultad pasaba más tiempo jugando a las cartas que en clase, ése que en el trabajo no se corta un pelo para mirarte el culo en cuanto te das la vuelta y encima te lo dice…

Yo no os voy a decir quién fue mi macarra pero, sin duda lo tuve y en varias versiones (que las hay) y no me arrepiento. De hecho, llevo más allá mi teoría y os digo que mi marido es un santo, sí, pero con un macarra dentro.

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