viernes, 28 de octubre de 2011

Me entrego al vino porque el mundo me hizo así… ¡no puedo cambiar!

Me encanta esta canción de Los Rodríguez, y la tarareo cada vez que bebo una copa de vino.

No sé si a veces os habéis hecho la misma pregunta que yo: ¿Por qué a los 15 años detestas el vino y cuando pasas de los 30 matas por una copa? Venga, decidme, ¿a cuántos teenagers habéis visto descorchando una botella? Ahora que llevo varios años inmersa en el apasionante mundo de la enología (dios, parezco un anuncio de televisión) he encontrado la respuesta: el vino no es una bebida de juventud. Para apreciar un buen vino, hay que haber vivido un poco... Se necesita primero haber probado el éxito y el fracaso, el esfuerzo y los sueños, el amor y el desamor, para poder apreciar en su plenitud lo que significa una copa de vino.

Recuerdo con absoluta claridad el primer día que realmente disfruté una copa de vino. Era víctima del desamor. Sola en la barra de un lugar anónimo. Y el vino que probé me supo a especias y a mora, a café y a vainilla. Me supo a esperanza.

Lo realmente importante de todo esto es que aquel día perdí la pareja pero encontré algo con los que disfruto, me siento identificada, me ilusiona. Cuando los días son largos y duros pero sé que esa noche mi pareja y yo (sí, encontré otra ¡la mejor!) seguiremos el ritual de abrir una botella, dejarla oxigenar, coger dos copas y sentarnos en el sofá... sé que voy a abrir una ventana a los sentidos.

Descubrir una afición tarde tiene su contrapartida, y es que tengo mucha prisa. En España producimos el 15 por ciento del vino del mundo. Tenemos 600 variedades de uvas. Más de 60 denominaciones de origen. ¡¡¡Y unas 30.000 marcas de vino!!!! Por mucha prisa que me dé y a tres botellas a la semana, 150 al año, con suerte me dará tiempo de probar el 10 por ciento en las próximas dos décadas. Pero… ¿y que pasa con los italianos, los franceses, californianos, chilenos y australianos, entre otros? ¡necesito varias vidas!

Para terminar, hacedme un favor: no digáis nunca más “como el buen vino, mejoramos con los años”. Es mentira. El buen envejecimiento depende del tipo de uva, de la elaboración que haya tenido y del lugar del almacenamiento. Igual que el nuestro: depende de la genética que hayas heredado, de cuántos donuts hayas comido y de si te almacenas en un sofá o en un gimnasio. ¿Lo veis? El vino es como la vida misma.

2 comentarios:

  1. Jajaja...completamente de acuerdo contigo,amiga desconocida.....Pero a mi no me gusta beberlo sola ,es muy peligroso y dice de mucha desesperación ,me gusta compartirlo y con la pareja mejor,cuantas botellas nos hemos bebido manao a mano .....pero luego se le fastidia el estomago a alguno de los dos y ya esta chunga la cosa .Pero si un buen vino compartido con los amigos y en una buena cena ,es de lo mejor del mundo .Y estoy de acuerdo ,se necesita una cierta edad para apreciarlo.

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  2. jajajajajajajajajajajajaja buenísimo!!!!!

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