- Perdone, señor, -dijo el tímido estudiante- pero no he sido capaz de descifrar lo que me escribió usted al margen en mi último examen.
- Le decía que escriba usted de un modo más legible -le replicó el profesor.
Hace poco leí este pequeño diálogo en algún sitio de la red
y me hizo reflexionar. Es común imaginar lo mejor de nosotros mismos. Es fácil publicitarnos a nosotros
mismos. Pero los defectos sólo los vemos
en los demás, a quienes juzgamos constantemente. Nuestras propias grietas
las enterramos, las ignoramos, sepultando lo que en realidad somos con ellas.
Hoy en este post no voy a poner mi mejor perfil en la foto. Voy
a darle una lección ejemplar a mi exagerada
autoestima relatando uno por uno mis horribles
defectos. No me malinterpretéis: no es que haga pleno en los siete pecados
capitales, pero sí atesoro una sustanciosa cantera de no-virtudes. Ahí va una:
soy demasiado informal. Preguntadle
a mis amigas cuántas veces he quedado con ellas y me he excusado a última hora.
Una quedada para un café, una salida nocturna, una fiesta. Dejar colgada a la
gente sólo es posible si tienes otro defecto bajo la piel: el egoísmo. Es así: si soy capaz de no
afrontar un compromiso adquirido por cualquier motivo es porque pienso más en
mí misma que en la(s) otra(s) persona(s). Soy egoísta practicante, pues. Además,
reconozco públicamente que padezco constantes cambios de humor. Sin llegar a ser ciclotímica diagnosticada (la
versión más light del trastorno
bipolar) puedo despertarme con el humor de Dora la Exploradora y el mero hecho
de que se me caiga el zumo me convierte en segundos en el malhumorado Pato
Lucas). No quiero dejar pasar esta oportunidad de confesión para citar el que
–junto al defecto anterior- padece mi querido marido: soy celosa. Nunca lo he sido especialmente, pero es algo que ha ido
apareciendo con la edad, como las canas y las patas de gallo. Supongo que al
encontrar por fin a la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida, el
miedo a perderla provoca que haya hecho cosas de las que no estoy orgullosa,
como intentar cercenar su libertad o provocar su malestar en algunas
situaciones. Sin saber que en su libertad –a través de la que ha elegido estar
conmigo- reside el verdadero amor. Este defecto deriva de otro, que lo sustenta
y al que ya dediqué todo un post: la vulnerabilidad. Si, me considero vulnerable, y aunque es algo que me
hace sentir viva y conectada con lo que me rodea, me aterra la sensación de
fragilidad que a veces me invade. Bajar del pedestal y darse cuenta de que se
es de carne y hueso… aterra.
Aparte de estos defectos mayúsculos (seguro que me dejo
muchos en el tintero, pero creo que son los más sobresalientes) os contaré que
no sé sintonizar la televisión, soy incapaz de cortar una loncha de jamón sin
cargármelo, tengo una pésima relación con los aparatos electrónicos y canto
fatal. Además, a veces soy excesivamente empalagosa, no sé conducir marcha atrás
y no tengo lo que se dice demasiada habilidad con el dibujo. Pero estas son
pequeñas cuestiones perdonables, ¿verdad?
En definitiva, queridos amigos, concluyo que juzgamos a los
demás porque tenemos miedo de mirar
nuestro interior y abrir la caja de Pandora y por eso vemos en otros los
defectos que nos caracterizan. Exageramos nuestras capacidades, ignoramos
nuestros límites. Dicen que la mejor manera de conocerte es preguntarle a tus
amigos. Ellos saben verte –desde el cariño pero también desde la distancia- tal
como eres. Abierta queda la veda, chicas. Se aceptan comentarios.
“Nuestras virtudes y
nuestros defectos son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan,
el hombre no existe” (Nikola Tesla)
PD. No es que
quiera justificarme, cariño, pero según una investigación realizada en la
Universidad de Pisa (Italia), los celos tienen una explicación biológica que se
encuentra en el bajo nivel en la sangre de serotonina, un neurotransmisor que
controla en el cerebro también fenómenos como el hambre, el dolor o el humor. Alguna
culpa tendrá la serotonina esa, ¿no?
Totalmente de acuerdo, a veces es necesario sacar distancia de una misma y ayudarse de las amigas para ver tus defectos y aceptarlos, que nunca viene mal.
ResponderEliminarY sí, creo que muchas veces lo que criticamos en los demás es, en ocasiones, lo que tenemos nosotros mismos.
Más identificada con este post de lo que soy capaz de reconocer...
ResponderEliminarCuánta salud hay reconocer los propios defectos, por muy mal que una los lleve a veces.
ResponderEliminarSaludos.