sábado, 26 de enero de 2013

Here comes the sun






¿Habéis visto este flash mob? Ojalá estuvieran cada día, en cada oficina del Inem de España. No ayudaría a encontrar trabajo a los cientos de personas que pasan por ellas, pero al menos les levantaría el ánimo. A mí me lo habría levantado (además de arrancarme alguna lagrimita, lo reconozco) el pasado lunes, y quizá también a la señora funcionaria que me “hizo el favor” de tramitar mi prestación por desempleo, que casi parecía que era ella la que me la iba a costear. Es duro pasar por allí, sabes que eres un número más (y son casi seis millones) pero detrás de cada persona hay una historia, una vida. Mientras esperaba allí mi cita, en apenas unos minutos, entraron decenas, y de ninguna obtuve una sonrisa.

Claro, es difícil sonreír en una situación así. Pero yo aún lo hago y espero hacerlo mucho tiempo. No quiero que nadie me mire con pena, ni con compasión. Quiero a gente que crea en mí. Pienso que es un sentimiento común de todos aquellos en situación de desempleo. Es esa horrible sensación de que al final algo has hecho mal, algo has debido hacer para terminar así, por más que sepas que no es cierto, ese temor va creciendo en tu interior. Temor a no servir para nada, a que la situación se prolongue y lo que era un mes, seis meses, se convierta en un año, dos, tres… ¿quién sabe?


Y cuando te sientes así, lo que necesitas es confianza, autoconfianza pero también de los demás en ti, en tus capacidades, en esas que utilizas todos los días, pero también en aquellas que mantienes ocultas, por falta de uso o porque aún ni siquiera las has desarrollado al 100%. 


Hace unos días me enfrenté a un trabajo que no había hecho nunca antes, en un campo que siempre había observado desde la barrera. Los días previos lo pasé fatal, no dormía, me costaba comer, estaba irascible, llorona. Pensaba que no podía hacerlo, que no sabría, que no estaba preparada. Además no entendía que mi entorno no comprendiera que me sintiera así.


Hicieron falta tres broncas con mi santo, y varios mensajes de mis amigos, para empezar a recobrar un poco esa confianza perdida en una mesa de una redacción en la que hace mucho tiempo que ya no me sentía valorada. Y ahí radica el problema. No puedes culpar al mundo por no ver lo que tú no eres capaz de mostrar. ¿Cómo esperar que los demás crean en ti, si ni tú mismo te valoras?


En esa senda estoy ahora, en la de sacar a la luz todo mi potencial, recobrar la confianza, para volver a dar lo mejor de mí (y que conste que no quería sonar como cierto anuncio de Campofrío). Será un camino duro, lo sé. Suerte que voy bien acompañada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario